Entrevista al periodista y excorresponsal en Bruselas (Parte I)
José Ramón Patterson (Gijón, 1958) decidió colgar los hábitos hace más de un año, aunque no tiene tiempo para aburrirse. Viajar o disfrutar de la música son algunas de sus ocupaciones. De hecho, ha aprendido a tocar el saxo y lo ha hecho en el número 37 de la calle de Los Moros, el mismo portal en el que inició su carrera hace 44 años. “Es como cerrar el círculo”, asegura sonriente. He hecho de todo: radio, prensa, televisión. También dirigió la Oficina del Principado ante la Unión Europea en Bruselas durante el Gobierno de Antonio Trevín o fue corresponsal diplomático con el ministro de Exteriores, Josep Piqué. ¿Podría escribir un libro con su trayectoria? La respuesta es sí, seguramente dos, pero ahora prefiere disfrutar de la vida. Tras su clase de saxo, se cita con miGijón. Un café acompaña una charla en la que ‘Patter’ (diminutivo cariñoso con el que le conocen los más allegados) hace gala de una de sus grandes virtudes: la sinceridad.
Ha cambiado el micro por el saxo. ¿Es más relajante?
Me gusta más (risas), sobre todo, porque no piensas. Descubrí la música poco antes de irme a Bruselas y empecé a estudiar, nunca había recibido clases. A partir de ahí, me di cuenta que era matemática pura. No me importa solfear porque es matemática, es algo que siempre se me dio muy bien y luego hay que aplicarlo al instrumento. Hombre, después viene el genio, que yo no tengo. Lo que estás aprendiendo es la técnica y, en ese momento, no piensas en otra cosa. El micro me gustaba en la radio más que en la tele. Lo que aprendí de radio y televisión fue, sobre todo, en Radio Asturias, donde hacíamos 10-12 hora de programación cuando todavía la SER tenía un colchón para las emisoras territoriales y locales. Lo que me gustaba era la calle, no estar en la redacción escribiendo y leyendo cosas. También es verdad que estar en la calle es muy estresante, sobre todo, porque cuando tienes algo que contar lo cuentas, pero cuando tienes que contar lo mismo 25 veces al día, estás en un evento y no pasa nada llega un momento en el que es cansado por no decir que es angustioso. El saxo, y la música en general, me relaja mucho. Soy un melómano, voy a todos los conciertos de música clásica que hay en Oviedo donde tienen una gran programación, pero, ya te digo, con el saxo ejercitas los dedos, es muy mecánico y espero que un día llegue el genio y pueda tocar en el Teatro Jovellanos (risas).
¿Echa de menos la adrenalina de la profesión?
Nada, absolutamente nada. Soy de las pocas personas que tuve muy claro toda mi vida que esto era un trabajo. De hecho, entré en esta profesión por amor y cuando digo esto es porque en COU teníamos tres asignaturas optativas y elegí matemáticas especiales, física y dibujo, es decir, se me daba muy bien. Es verdad que leía mucho, se me daba muy bien escribir, en las clases de literatura era de los que pedía la redacción, pero nunca se me pasó por la cabeza ser periodista. Pensé en medicina, arquitectura y, de hecho, me iba a matricular en ingeniería de minas, cosa que agradecí porque probablemente hubiera pinchado como la mayoría de la gente en primero. Cuando acabamos el curso, una chica a la que yo tenía mucho cariño le pregunté que iba a estudiar y me dijo que periodismo en Madrid y ella me hizo la misma pregunta y dije: ‘Yo también’ (risas). Me fui a Madrid realmente sin saber qué era lo que iba a estudiar. Es verdad que era una época en la que cuando empezabas a estudiar una cosa la acababas. No tenía opciones porque mi padre era un trabajador, éramos cinco hermanos, el único que fue a la universidad fui yo y con becas. Cuando acabé tercero me dieron la oportunidad de trabajar en ‘Asturias Diario’. Me habían llamado de ‘El Comercio’ y de aquella era mucho dinero. Con 19-20 años te pagaban 50.000 pesetas al mes y lo cambié por el ‘Asturias’ que era un periódico nuevo y cobraba 20.000 pesetas como colaborador. A partir de ahí, me metí en esto. Dicho lo cual, siempre tuve claro que esto era un trabajo. Si hubiese sido rentista, con 2.500 euros al mes no hubiera trabajado nunca porque hay muchísimas cosas que me gusta hacer en la vida aparte de trabajar: ‘caleyear’ con la moto, la playa, el monte… De hecho, es lo que estoy haciendo ahora. Lo que sí echo de menos es Bruselas, es una ciudad que me encantó. Estar en el centro de Europa, conocer gente increíble; los mejores periodistas, hablo como grupo no individualmente, gente joven de 23-24-27 años, españoles, con tres o cuatro idiomas que se fueron allí a matar. Unos trabajan en medios consolidados, pero otros en medios digitales. Luego está la posibilidad de codearte con los jefes de Estado y de Gobierno. Está muy bien, pero como todo. Cuando no conoces al alcalde te parece la de Dios, pero cuando lo has visto tres veces y has ido a 20 ruedas de prensa piensas en el presidente del Principado y te pasa lo mismo. Con esto quiero decir que cuando has ido a 25 eventos en los que están Macron o Merkel a tu lado, son uno más y al final tienes que trabajar. Esta profesión me ha gustado por la posibilidad que me ha dado de conocer gente, entrevistarlos, hablar con ellos. Además, en otra época era pausado, podías estar con el entrevistado una hora, no ibas a la carrera. Lo desagradable, por llamarlo de alguna manera, empezaba después transcribiéndolo al papel o sacando cortes para la radio. Al principio, cuando tienes 20-22 años, te encanta porque ver tu nombre en un periódico es la del demonio, pero cuando tienes 30 y llevas en esto 10 años no deja de ser un trabajo. Sabes tan bien como yo que entre las cosas que te satisfacen, hay algunas que son trabajo cotidiano, repetitivo, aburrido, como en cualquier profesión.
«No cuentan conmigo para nada interesante», decía en sus redes con motivo de su jubilación. ¿Le invitaron a irse?
El día que me nombraron corresponsal en Bruselas no pregunté por qué quitaban a mi predecesor y el día que me dijeron que no continuaba tampoco pregunté el motivo. Bien es verdad que cuando dejé de ser corresponsal, podía haber seguido un año o dos más, fue sorprendente porque fue el año pasado en un momento muy crítico en la UE con la salida de Reino Unido y la pandemia. En ese punto nos cambiaron a los dos corresponsales que estábamos metidos en ese meollo, el de Bruselas y el de Londres. Si había dos corresponsales que no tenías que cambiar, con independencia de que fuésemos nosotros, éramos precisamente nosotros. Ahí empiezas a sospechar que no te quitan por motivos profesionales, es simplemente porque no le caes simpático al que está mandando en ese momento, una práctica muy habitual en Radio Televisión Española, es decir, te quito a ti para poner a otro o un día me miraste mal y ahora que tengo la oportunidad te quito. Cuando firmas un contrato como corresponsal lo haces año a año, sabes desde el primer momento que te puede quitar en uno de los cinco años. A mi decidieron que en el quinto dejara de serlo. ¿Qué opciones me dieron? Aunque en el aquel momento la administradora provisional única, Rosa María Mateo, dijo que valoró muchas cosas, en realidad ni a mi ni al corresponsal de Londres nos ofrecieron absolutamente nada. Me volví a Asturias a hacer algo que ya había hecho cuando tenía 20 años. No es ningún desdoro porque la mayor parte de mi carrera la hice en Asturias.
“Soy de las pocas personas que tuve claro que el periodismo era un trabajo y hay otras muchas cosas que me gusta hacer en la vida”
Pero consideraba que era una etapa cerrada.
Eso es. Ir a las ruedas de prensa de Comisiones Obreras o a la Junta General del Principado a ponerles el micrófono a los diputados ya lo había hecho, no tenía ningún aliciente y coincidió con una etapa fantástica en mi vida porque unos meses después cumplía 63 años. Ahí tenía la oportunidad, porque había cotizado más de 40 años, de jubilarme anticipadamente y, por otro lado, que la empresa me diese una indemnización. Los 80 euros al mes brutos que perdía por jubilarme me los compensó sobradamente esa indemnización y dije: ‘Coño, si tengo muchísimas cosas que hacer’ y decidí irme.
¿A sus 63 años sigue pensando que vale por dos de 31?
Sí y no. La administradora provisional única de RTVE aseguró que para un determinado puesto que se necesitaba en aquel momento no había gente preparada en la casa, con capacidad para asimilar las nuevas tecnologías ni adaptarse a los nuevos tiempos. En ese momento escribí en redes sociales que yo, refiriéndome a la gente de mi edad que también hay maulas, no me considero un periodista brillante, pero sí con mucho oficio y dije que valía por dos. ¿Por qué? Porque considero que no puedes descapitalizar una empresa, algo que sucedió en RTVE con el ERE de 2007 donde se fueron 4.500 personas, las mejores, gente de 52 años y ahora ocurría lo mismo. Que me digan que no sirvo para el puesto por las nuevas tecnologías, es que a mi nadie me ha examinado de eso. Ahora, si de verdad lo que usted pretende es un periodista orquesta, entonces si que no valgo porque yo por eso no paso. Si quiere que edite, monte, lleve la cámara, haga las preguntas; algo que se pretendió cuando salió CNN+ en su día, no puedo hacerlo todo al mismo tiempo, sobre todo, porque hay gente que lo sabe hacer mejor que yo. No puedo dedicar de ocho horas de trabajo dos a lo mío y seis a algo que no es lo mío y que no voy a hacer bien. Hombre, hay gente brillantísima con 30-40-50 años y lo que decía en ese caso es que lo que no se puede desdeñar es el conocimiento, la experiencia y la trayectoria que siempre son valores. Luego la juventud y el empuje también lo son, pero los jóvenes tienen que aprender de alguien, aunque solo sea mirando lo que hacen. Esto es como cuando vas a jugar al tenis. No quieres jugar con alguien que sea peor que tú, como mínimo que juegue como tú y, si es posible, que sea mejor para aprender y llegar un día a ganarle.
¿Le queda la sensación de que los veteranos sobran en RTVE?
Para los actuales directivos no lo sé, para los anteriores sobrábamos porque cuestas más, tienes una trayectoria y conoces la casa y funcionas con criterios que aprendiste hace 40 años cuando el periodismo se hacía de otra manera, cuando el rigor realmente era rigor, se contrastaban y se contextualizaban las cosas. En parte fue uno de los motivos por los que prescindieron de mi en Bruselas o de Miguel Ángel Idígoras en Londres. Teníamos criterio y cuando nos decían que habían visto en un teletipo o escuchado en una radio algo no es así. El que está aquí soy yo, sé de que va esto y si me confundo quiero confundirme yo porque al final el que da la cara en televisión contando una cosa que tú me dices que es así, pero que yo no tengo claro y nos podemos confundir, soy yo. En ese sentido sobras porque a la gente le molesta que le metas el dedo en el ojo. Por otro lado, el periodismo que se hace ahora es el de equidistancia, es decir, tú le preguntas a un señor del PP y te dice una barbaridad y al día siguiente vas al PSOE a preguntar por la barbaridad que dijo el PP o viceversa con lo cual has cubierto la jornada y al día siguiente cubres la jornada con lo que te dice el otro, pero ni siquiera tienes tiempo, porque las empresas tampoco te lo permiten, para contrastar que la barbaridad que te dijo el señor el PP sea cierta. Eso molesta porque lo importante es solo producir. La gente joven no lo interioriza. Una de las cosas curiosas que me ocurrió cuando volví de Madrid en 2007 es que los del PP acusaron a una funcionaria del Principado de ser apoderada de una empresa privada mientras ocupaba un puesto de responsabilidad. Lo que hice fue mirar en el Registro para ver si esa señora seguía figurando como apoderada y llamar a la empresa, incluso me mandaron una copia con la retirada del apoderamiento. Lo que ese día podía ser dos minutos de información y otros dos al día siguiente contestando, lo desmonté en minuto y medio porque no era verdad. Una compañera mía, joven, se sorprendió porque lo había contrastado. ¡Es que ese es nuestro trabajo! Yo no soy uno que va poniendo la alcachofa a ver qué dice uno y luego el otro. Aprendí así, no sé hacerlo de otra manera, el problema es que no lo has visto hacer nunca, lo que has visto es que uno denuncia, el otro replica y así podemos estar una semana.
Una vez anunció su salida no faltaron mensajes de cariño en redes sociales. La ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, el director general de Comunicación y portavoz del Parlamento Europeo, Jaume Duch o los eurodiputados como Esteban González Pons (PP), Luis Garicano (Ciudadanos) o Iratxe García (PSOE). ¿Cuál es el político que más le ha marcado?
Los políticos, en general, no me sorprenden. Empecé a hacer información parlamentaria en la preautonomía, es decir, cuando Rafael Fernández era el presidente, he pasado más tiempo que algunos diputados porque ellos cambiaban cada cuatro años y yo seguía. He conocido políticos con criterio, pero luego actúan un poco en función de lo que espera el partido de ellos para poder seguir en el candelero. Hay uno que sí me sorprendió y con el que tengo una estupenda amistad que es, precisamente, Esteban González Pons. Lo conocía cuando era diputado en el Congreso y decía auténticas barbaridades. Cuando él esperaba ser ministro de alguno de los gobiernos de Rajoy lo largan para Bruselas, aparentemente el cementerio de elefantes. La gente desconoce que en Bruselas se decide el 80% de la normativa que luego aplican los países de la Unión Europea. Esteban González Pons se enteró cuando llegó allí, descubrió lo que realmente era la Unión. Es un tipo que, ahora mismo, tiene mucho criterio. La gente trabaja por sacar cosas adelante y no hay problema en ver ponerse de acuerdo a socialistas, populares, liberales si hay una norma que es beneficiosa. Tengo también buena amistad con Jonás Fernández (PSOE). González Pons es el vicepresidente del Grupo Popular Europeo y hace unas intervenciones acertadísimas. Le ha cogido el gusto y la mecánica a Bruselas, tiene que hablar dos minutos y son de libro parlamentario, para que se los coja cualquier diputado y aprenda. Está trabajando, no en función de los intereses partidistas, sino en función de los intereses de España. Por el contrario, hay otros diputados españoles que han llegado y siguen haciendo la política española, es decir, la del ruido. Son fundamentalmente los de Vox y alguno del PP, también inicialmente algunos de Podemos. Cuando en 2015 lograron entrar en el Parlamento Europeo con la candidatura que encabezaba Pablo Iglesias, iban a meter ruido. Los sensatos cuando llegan se dan cuenta de que se puede trabajar mucho y muy bien, es verdad que es una labor silenciosa, pero ya te digo que Esteban González Pons es un tipo al que admiro.
También hubo apoyos de la casa y asturianos como Carlos Franganillo.
Los apoyos de la casa en aquel momento fueron por parte de gente que consideró que no era el momento adecuado de que nos quitaran. Carlos (Franganillo) es amigo y es un tipo con mucho criterio. Dicho lo cual, la persona que me sustituyó es amiga mía, le ayudé a aposentarse en Bruselas, nos tenemos mucho cariño y es una profesional magnífica con la que ya había trabajado en Madrid. Voy a contar una anécdota. El año pasado había muchas posibilidades de que si la empresa me presentaba me diesen el premio Salvador de Madariaga, el galardón más prestigioso a nivel europeo sobre información europea. La empresa se negó y fue el primer atisbo de que no contaban conmigo. Fue un señor que se llamaba Enric Hernández, el todopoderoso director de Informativos de Radio Televisión Española, un señor absolutamente nefasto para el ente público en el último año y medio. Ha hundido los informativos, los ha desprestigiado y está bien que lleve tanta paz como descanso deja. Este año me presentó al premio la Asociación de la Prensa de Oviedo y me lo dieron por absoluta unanimidad. Un jurado de 18 periodistas entre ellos, el propio Carlos Franganillo que el puñetero ni siquiera me llamó para decirme que se había fallado, me enteré mes y medio después (risas). Para mí fue una gran satisfacción. Lo sé porque lo contó, una vez fallado, la presidenta del jurado y ex ministra de Asuntos Exteriores, Ana Palacio con la que tengo cierta relación porque la seguí muchos años. En Televisión Española metieron unas imágenes en un informativo y murió la historia, es decir, no me llamó nadie de la dirección porque habían presentado otros candidatos, ni siquiera en la entrega del premio que estaba la ministra de Asuntos Exteriores, Arantxa González Laya, hubo alguien de Televisión Española. Estas cosas son bastante desagradecidas, pero al final no es la casa, son los que mandan en un momento determinado los desagradecidos. Mira, pelillos a la mar, no tengo ningún resquemor. Tengo que agradecerle mis más de cinco años a RTVE en Bruselas porque fue una de las mejores etapas de mi vida. Se lo agradezco a la empresa porque esa oportunidad no me la dio nadie más. Hice, por lo que me dicen los demás y lo que creo yo también, una gran labor que consistió en poder contar cosas complejas en 40 segundos para que las entendiese la gente. El padre de mi mujer que vivía con nosotros y leía tres periódicos al día, se sentaba delante de la televisión a ver los informativos y con 90 años me miraba y me decía que no entendía lo que contaban.
“Dejé de ser corresponsal en Bruselas en un momento crítico de la UE y la pandemia. Ahí empiezas a sospechar que te quitan porque no le caes simpático al que manda”
¿Se ve algún día volviendo como directivo?
No, para nada. Ni a esta casa ni a ninguna, te lo digo de corazón. Lo que no quiero en este momento es atarme a nada. Me llamaron de un periódico nacional para hacer una colaboración semanal y dije que no porque si de repente tengo que hacer un artículo todos los jueves y resulta que el miércoles en enero ha caído una nevada espectacular y puedo subir a Pajares a esquiar, lo que no quiero es dejar de hacerlo. Tienes que aprovecharlo porque vives en Asturias, otra cosa es si vives en Alicante. Si en agosto sale un día de playa, no quiero estar atado porque tenga que escribir. Además, soy muy minucioso para ese tipo de cosas y no las hago en media hora, me llevaría un día entero. Hago colaboraciones con una revista que tiene periodicidad, pero sé con mes y medio de antelación el artículo que tengo que escribir para la siguiente, con lo cual, lo hago. También me llamaron para dirigir un programa en Telemadrid los domingos por la noche, solo tendría que ir dos días a la semana y respondí que no. No me veo con ganas.
Déjeme que le pregunte por su ciudad. ¿Le ha dado tiempo a pasear por el ‘cascayu’?
Si, soy muy de Gijón, soy de las mil quinientas. Cuando tengo gana de airear de Oviedo, llevo 40 años allí y también me fui por amor porque estoy casado con una ovetense, cojo el coche y lo dejo en el muelle y puedo caminar por todo Gijón, soy feliz.
Precisamente en Gijón se sigue hablando de los mismos temas que hace diez años: plan de vías, contaminación, movilidad… Le pido una reflexión sobre ello.
Me hace pensar que la gente no debe tener las ideas muy claras. Me preguntabas por el ‘cascayu’. Yo he visto ciudades europeas, por ejemplo, Ostende, una ciudad belga que está pegada a la costa. Allí está absolutamente peatonalizado todo el paseo marítimo. No me parece mal un plan para peatonalizar el centro porque las ciudades tienen que ser para la gente. Me sorprenden estos días las protestas de los hosteleros diciendo que les quitan la terraza. ¡Coño! Es que la calle no es de los hosteleros, hay calles en Oviedo donde tienes que salir a la carretera porque no puedes pasar por la acera. Durante la pandemia lo han pasado mal y se les ha echado una mano, pero que yo no pueda pasear por la acera porque esté ocupada me parece fatal. Lo que es el ‘cascayu’ me parece bien, pero ¿cuál es el plan, la intención? Porque por ahí hay tráfico. ¿Por dónde lo vas a desviar, por el centro de la ciudad? ¿Dónde metes los coches si paralelamente no me haces un plan de transporte alternativo? Creo que no hay plan. Siempre se habla de lo mismo, el edificio de Tabacalera en Gijón. Se hace un edificio y luego estamos estudiando qué vamos a hacer con él. Planifique usted un poco de que va esto. Me recuerda a cuando se hizo la primera reforma del Museo de Bellas Artes de Asturias. Resulta que el arquitecto que hizo los planos, un grandísimo profesional, no habló con el director e hizo una reforma maravillosa donde había más espacio para váteres que para almacén. Simplemente hay que pensar las cosas y no tengo la sensación de que se haga, para nada. El ‘solarón’ es un sitio magnífico para hacer un parque, no piensen en otra cosa.
¿Cómo ha visto la gestión de la pandemia en Asturias? A ojos del mundo hemos sido un ejemplo.
Se ha hecho bien. Lo prioritario en ese momento era evitar muertos y eso se hizo en la medida de lo posible. Dicho lo cual, estamos hablando del Gobierno del Principado y eso concentró todos los esfuerzos, pero en Asturias aparte de la Consejería de Salud hay otra decena de consejerías y tengo la sensación de que no se ha hecho absolutamente nada. ¿Cuál es el proyecto de Asturias? No lo veo desde hace dos años y se ha perdido un tiempo precioso para diseñar el futuro de Asturias. ¿Quiere usted una Asturias industrial? Apueste por la industria. ¿Quiere una Asturias turística? Tiene que presentar un plan y no hay absolutamente ninguno. Es que ni siquiera en la Consejería de Salud han dedicado esfuerzos a mejorar la sanidad. Al mismo tiempo que evitábamos muertos se puso de manifiesto que no era cierto aquello de que la sanidad española, y en concreto la asturiana, era la mejor del mundo: hay listas de espera; los centros de salud, que tendrían que ser la vanguardia de la sanidad, están absolutamente desangelados, los médicos que estudian aquí se van fuera a hacer el MIR, cuando lo acaban no quieren volver aquí porque les pagan un salario que no está acorde con las expectativas y, sobre todo, en comparación con lo que les pagan en otros sitios, en el área de salud de Oviedo hay un único médico generalista haciendo el MIR en ese momento, ahí falla algo y mientras tanto la Facultad de Medicina tiene numerus clausus, osea, no me puede usted decir que le faltan médicos sin tener un numerus clausus en la Facultad de Medicina. Por otro lado, hace seis meses me he comprado un coche híbrido y hace cinco he presentado la solicitud para la subvención. Todavía estoy esperando. ¿Dónde está la gestión en el resto de las áreas? Es que había un plan para subvencionar los coches híbridos y eléctricos, se ha puesto en marcha el segundo y no han resuelto el primero. ¿Qué están haciendo ustedes?
Y a todo esto escuchamos al presidente del Principado decir que es inadmisible que alguien tenga que llamar 30 veces a un centro de salud para que lo atiendan…
Yo he llegado a llamar 300 y se lo dicho a él. Poco después, no creo que haya tenido nada que ver con mis llamadas, fue cuando pusieron en marcha aquel teléfono en el que llamabas y sino te contestaban en tu ambulatorio te contestaban ahí. Es que llamo a mi compañía eléctrica y me dice cuánto tengo que esperar, pero es que en los ambulatorios llamas, comunica y tienes que colgar y volver a llamar. Yo tengo un teléfono automático y puedo darle a la tecla 1.000 veces hasta que me lo cogen, pero hay gente mayor que tiene un fijo en casa y tiene que colgar y volver a marcar los números, ¿qué me están contando? En este momento hay gente que está esperando desde hace tres años por un reconocimiento del grado de discapacidad. Dicho reconocimiento en sí no conlleva mucho, pero sí conlleva que si tienes un grado del 33% en tu declaración de la renta puedes ahorrarte 2.800 euros, si lo tienes del 65% pueden ser 8.000, pero al mismo tiempo es un requisito imprescindible para solicitar la dependencia, es decir, hay personas que además de estar perdiendo dinero en su declaración de la renta no puede solicitar las ayudas de la dependencia porque no le reconocen la discapacidad. Con todo esto, lo único que se le ocurre decir a la consejera del ramo –Melania Álvarez- es que le hierve la sangre. ¿Cómo que le hierve la sangre? Tendrá usted que poner remedio, la sangre me hierve a mi esperando. Eso es muy frustrante y es lo que está viendo la gente. Por otro lado, da la sensación de que salidos de la pandemia lo único que nos preocupa a todos es la declaración de la cooficialidad del asturiano. Son incapaces de vender otra cosa, tampoco tengo claro que la tengan.
“El ‘cascayu’ me parece bien, pero ¿cuál es la intención? Creo que no hay plan. El ‘solarón’ es un sitio magnífico para hacer un parque, no piensen en otra cosa”
¿Los premios Princesa son el gran escaparate de la región al mundo?
Sí, lo cual no quiere decir que sea el gran evento cultural que hay en Asturias. Los Premios Princesa de Asturias han mejorado mucho con los años porque han pasado de ser simplemente un acto de entrega de premios a ser una semana cultural: la posibilidad de estar cara a cara con los premiados, preguntar en actos, hubo conciertos, conferencias, ruedas de prensa, presentaciones, encuentros… Ese sí es el gran escaparate. Con todo, creo que en Asturias se están haciendo bastantes más cosas que los Premios en el ámbito cultural. En Oviedo tenemos una magnífica temporada de ópera, los conciertos del Auditorio, las jornadas de piano ‘Luis Iberni’, un ciclo de danza, zarzuela; dos orquestas, la Sinfónica y Oviedo Filarmonía. Hace unos días, mientras la OSPA actuaba en el Auditorio, la OFIL estaba dando un concierto en la Catedral donde la gente hacía cola hasta el Teatro Filarmónica, más de la mitad se quedaron fuera. Es verdad que los Premios Princesa es lo más conocido fuera, como en su día fue Fernando Alonso y eso vende un poquito. La pandemia también nos ha ayudado muchísimo cuando el año pasado Asturias se llenó de turistas y este año lo ha vuelto a hacer. ¿Por qué vienen? Porque hubo una gestión estupenda de la pandemia, fue un refugio para la gente que venía del sur y probablemente porque empiecen a conocer Asturias.
Hace 18 años Casa Real hizo oficial el compromiso entre Letizia Ortiz y Felipe VI. Aquel año usted compartió Premios Príncipe con ella en Oviedo. ¿Se olía algo?
(Risas) No es que me oliese algo, es que lo sabía. Trabajaba con la reina en Madrid y sabía que ahí había algo. Ella también te daba pistas. En una ocasión me preguntó si conocía a Alberto Aza, en aquel momento jefe de la Casa Real, pero había sido director de la Oficina de Información Diplomática. Cuando Alberto iba con el ministro de Asuntos Exteriores, Josep Piqué, TVE estaba en el mismo avión junto a Radio Nacional y la Agencia EFE. Yo le dije que sí, ella me dijo que también le conocía por su trabajo y le contesté: ‘No, no por tu trabajo no porque yo trabajo contigo en Televisión Española, lo conoces de otra cosa’. Un círculo muy pequeñito en televisión que podíamos ser dos o tres personas sabíamos que algo había, lo que no sabíamos era si ese algo era serio y efectivamente lo fue. No fue una gran sorpresa y de aquellos Premios hay una imagen de cuando el entonces príncipe se acerca a Letizia y la mira con supuesta cara de arrobo. Los que estábamos allí no vimos absolutamente nada, pero si coges ese instante en la foto y dos meses después lo descontextualizas… Ellos dos lo sabían, obviamente, pero en ese momento de los que estábamos en aquellos Premios lo sabía una persona que era yo.
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