«Puede seguir presumiendo Gijón de ser la villa de Jovellanos en este siglo XXI de paso errático. Y aprender con los que estudian la trayectoria, ideas y obras de una mente progresista encerrada en un país equivocado»
Vivimos tiempos de pesadumbre en un calendario repleto de días grises. Acompañan nuestras jornadas un nutrido grupo de señores o señoros que pisan las calles razonando con el tino de un cavernícola arrogante, fueron bautizados por algunos medios como nostálgicos, pero la nostalgia no está emparentada con el colmillo retorcido ni con la mala baba.
Son capaces de blanquear vida y milagros de un conocido tirano bajito a su antojo o defender las tradiciones más casposas a capa y espada. La historia es su asignatura pendiente y nunca podrán reencarnarse en luciérnagas o mariposas, huyen de la luz…Las sombras o las luces, la ilustración o el absolutismo, Fernando VII o Jovellanos. Elegir no parece una tarea complicada con estos dúos. Puede seguir presumiendo Gijón de ser la villa de Jovellanos en este siglo XXI de paso errático. Y aprender con los que estudian la trayectoria, ideas y obras de una mente progresista encerrada en un país equivocado.
Museo Casa Natal de Jovellanos
Nació el 5 de enero de 1744 Baltasar Melchor Gaspar María de Jovellanos y Jove Ramírez, ese fue el nombre recibido en la pila bautismal para honrar como es debido el nacimiento del muchacho en la víspera del día de Reyes. Hijo de Francisca Apolinaria Ramírez de Jove y Miranda y de Francisco Gregorio de Jovellanos Carreño. Una familia numerosa y un padre con mala suerte en los negocios en una casa que hoy es uno de los museos de visita obligada en la ciudad. El celebérrimo Gaspar Melchor, un brillante humanista (literato, ministro, orador, jurista, urbanista…), sempiterno símbolo en la capital de la Costa Verde. Conozco a un guía turístico, destacado integrante de la Fundación Foro de Jovellanos del Principado y buen comunicador en RPA. Se llama Pablo Vázquez y conduce uno de los mejores programas en la radio pública asturiana: «Un buen día para viajar». El bueno de Pablo acerca la figura de Jovino (cariñoso apelativo utilizado por los que conocen bien al ilustrado) desde la radio, con sus conferencias o en las visitas guiadas. Jovino vive en la voz de los guías que con tesón y una buena dosis de paciencia descubren la vida del ilustrado a turistas y curiosos: René, Lola, Rosa, Lidia, Omar, Pablo… partiendo de la Plaza del Marqués hasta la Capilla de los Remedios, donde reposan los huesos de Jovellanos desde 1940, sin olvidar la preceptiva caminata por el cerro de Santa Catalina.
Conoce Pablo muy bien a Gaspar Melchor, ya es uno más en su hogar, otra de sus pasiones. Entre Riosa, la familia, Pamplona, la bici, Italia y el Sporting. Imaginó Pablo (en una noche de duermevela) a Jovino, mirando a la brava mar que pierde olas en el horizonte hereje, con la mirada en la mar y la futura ordenación urbanística de bajovilla en la memoria, mientras su larga casaca ondeaba al viento y unos zapatos de tafilete encontraban a su paso un par de guijarros sueltos que golpeaban la hebilla del elegante zapato… Vázquez, Pablo Vázquez, le gusta contar, puede contar a cualquiera con ganas de escuchar la historia de un gran tipo que nunca formaría parte del bando de las sombras, del odio. Un gijonés ilustre que siempre apostó por la luz.