ENTREVISTA CON EL CONCEJAL DE CULTURA DE MIERES
«Hay que asegurar que hasta el pueblo más pequeño de Asturias tenga programación cultural, ese es el reto de la cultura»
«Deberíamos estar trabajando en una red cultural en Asturias»
Juan Ponte (Turón, 1983) es músico, melómano, profesor de filosofía y concejal de Cultura (IU) por Mieres. Y, como se adivina, algo hiperactivo. Nos atiende un jueves y nos canta la agenda del fin de semana: clases, actos políticos y, para no descansar, el domingo ensayo con su grupo. Después de conocer los detalles de esa vida ajetreada valoramos más los minutos que nos cede. Con él hablamos de cultura, de Bowie, del Pozu Santa Bárbara y de esa “guerra santa” por la capital cultural en Asturias.
Qué objetivo se marcaron cuando empezaron a trabajar la cultura en Mieres.
Conseguir que Mieres sea un lugar de peregrinación cultural. Alcanzar la capacidad de atraer público de otros municipios. Igual que desde Mieres vamos a Oviedo o Gijón a musicales o conciertos, nos gustaría conseguir que eso fuera recíproco. Y lo trabajamos a través de una programación continuada, con estabilidad y que refleja claramente las actividades que realizamos: presentación de libros, charlas, debates, teatro, danza, conciertos…intentando que haya actividades no solo el fin de semana. Para todo ello contamos con tres salas de exposición: la Casa de Cultura de Mieres, el Centro Cultural y otra en el Ateneo Obrero de Turón. A día de hoy, podemos decir que las tres están llenas para todo el 2022.
Habla de las tres, aunque uno de los éxitos más sonados de la cultura en Mieres ha sido sin duda la recuperación del Pozu Santa Bárbara.
Sí, el Pozu Santa Bárbara se ha demostrado como un gran éxito. Nos parecía algo original que no se había hecho en ningún lugar, habilitar una sala de compresores. Ahora traemos exposiciones que han podido pasar antes por el Pompidou. Y es que no es una sala de exposiciones al uso, es un espacio de intervención, un centro dinámico de experiencia donde el espacio es adaptable a distintas actividades. En él tenemos preestablecido hacer solo dos intervenciones al año, una en primavera y otra en invierno, para poder tener el mejor nivel.
Además, hemos municipalizado la antigua Obra Social Cajastur. En su día cerró y nos pareció que era competencia propia recuperar el espacio y abrirlo a toda la ciudadanía. Ahí recuperamos una sala de exposiciones de primer nivel en Asturias, y conseguimos también gestionar una sala de conciertos que tiene de las mejores acústicas de Asturias, el Centro Cultural de Mieres.
Hace poco este medio entrevistaba a José Luis Costillas, su homólogo en Oviedo y hablaba de esa ‘guerra cultural’ que parece haber entre Oviedo y Gijón por el ‘título’ de ciudad cultural. ¿Ha huido Mieres de esa comparativa?
Preferimos no entrar en esas polémicas. La cultura no se mide por grandes macroeventos, ni en términos cuantitativos. Entendemos que la valoración debe hacerse por la capacidad de ofrecer una programación durante todo el año. Eso es fundamental mucho antes que realizar macroeventos. Hablo de ellos porque muchas veces esos ranking, de los que surge un poco la polémica, catalogan en función de grandes eventos y en Mieres no tenemos esa concepción de la cultura.
La nuestra es una cultura inclusiva, de cercanía, abierta para todos los públicos y gustos. No estamos de acuerdo en gastar el presupuesto solo en 4 o 6 eventos al año dirigidos a un público muy concreto. Nos parece un error.
En lo que sí deberíamos estar pensando es en una red cultural en Asturias, y no la hay. Se debería conseguir que el público se moviera entre ciudades y pueblos de una manera abierta, estableciendo relaciones de reciprocidad en todos los concejos. Hay que asegurar que hasta el pueblo más pequeño de Asturias tenga programación cultural, ese es el reto de la cultura.
«Hay que distinguir dogmatismo y sectarismo de imparcialidad»
¿Alguna vez se lo piensan dos veces a la hora de programar un espectáculo por la carga ideológica que pueda contener? Es decir, ¿se puede hacer cultura ‘para todos los públicos’?
Hay que distinguir dogmatismo y sectarismo de la imparcialidad. Cuando se programa no hay que pensar en la ideología de cada uno, pero tampoco hay que huir de ser tú mismo. La ciudadanía vota y la representación municipal es una fotocopia de la ciudadanía. A partir de ahí cada concejal de cultura hace una programación, porque no somos seres neutrales, y quien lo diga es un cínico.
Hay que tomar partido. Lo que no se puede es hacer política con la concejalía de Cultura. A partir de ahí, podemos decir que nuestra programación no es partidista porque no toma parte por un partido político; no es sectaria porque no deja a nadie fuera y no es dogmática porque no incide en una serie de principios buscando un rédito electoral.
De hecho, este Ayuntamiento cuando programa nunca piensa en términos de rentabilidad, tampoco económica. Sé de otros sitios en los que solo se programa si hay un tanto por ciento de ganancia en taquilla. En Mieres la mayor parte de las taquillas no reinvierten en el Ayuntamiento, sino que van a la red de Asociaciones Solidarias del Caudal.
Habla de imparcialidad y pienso en que, por definición, el arte es incómodo. Una expresión muchas veces de inconformidad. ¿Hay un límite para él? O todo debe estar permitido.
Hay límites éticos por antonomasia, como son la integridad física del ser humano. A partir de ahí hay límites éticos pero no los puede haber moralistas. Con ello me refiero a la censura del arte, me parece un error. El arte tiene que sacudir. El arte no incómodo no es bueno.
«El arte no incómodo no es bueno»
El 21 marzo, Día Mundial de la Poesía, han planificado la intervención de Alain Arias-Misson. ¿Qué significa para Mieres traer a un artista de este nivel?
Es un personaje fascinante y su performance de marzo, que él llama ‘poemas públicos’ está relacionada con la protesta social. Es algo espontáneo, será una intervención en la calle pero no se sabe ni en qué momento ni dónde aparecerá. Irá formando poemas utilizando las palabras que le ofrezca el público. En el caso de Mieres la palabra de partida será ‘Ilumina’, y a partir de ella y de la aportación de cada persona, la performance se irá desarrollando.
Esto demuestra la apuesta por llevar el arte a la calle, porque uno de los problemas del arte contemporáneo es que, a veces, el museo crea un ‘divorcio’ entre el público especializado y la ciudadanía en general. Precisamente en el Pozo lo que buscamos es desacralizar el arte. No hace falta ser especialista para vivir y sentir sus experiencias, porque son muy interactivas. Eso democratiza el arte, y es lo que buscamos.
Cambiando un poco de tercio, entre Gijón y Mieres siempre ha habido una complicidad especial. Tenemos muchos mierenses en La Arena. ¿Cómo se siente esa relación?
Piensa que buena parte del público que viene a nuestras actividades no es de Mieres, porque es una programación para la ciudadanía de toda Asturias, incluso de fuera. El vínculo con Gijón es muy estrecho, muchos gijoneses vienen aquí y mucha gente de Mieres vamos a Gijón. Es una ciudad hermana donde los mierenses se sienten cómodos y al revés. Y siempre es un motivo de satisfacción que público de otros lugares se interese por nuestra programación. Esa reciprocidad, ese movimiento entre ciudades es lo que buscamos. No es restarnos audiencias sino multiplicarlas.
Músico, profesor de filosofía y político. ¿Cómo se compaginan las tres cosas, cómo da tiempo a todo?
Cuenta la leyenda que no duermo. La verdad es esa, duermo muy pocas horas y no lo digo como un ejemplo positivo, debería descansar más, pero soy una persona muy hiperactiva. Mañana (por el viernes pasado) me toca dar clase y luego tengo actos políticos. El sábado vuelvo a tener actos políticos y el domingo ensayo con mi grupo.
Con todo, puedo decir que disfruto de lo que hago. No me tomo el Ayuntamiento como un trabajo, sino como un servicio público. Y un orgullo. Filosofía es lo que estudié y es mi trabajo. Y la música mi pasión, no podría entender la vida sin ella.
«La política no puede convertirse en una profesión»
Por tanto no se dedica a tiempo completo a la política. ¿Debería ser ese el camino, compaginarla con otra actividad laboral?
La política no puede convertirse en una profesión, es algo que Julio Anguita decía siempre. Estoy en contra de que sea la dedicación exclusiva durante buena parte de tu vida. Yo no la tengo porque tengo 38 años y consideré que debía volver a dar clase por dos motivos. El primero porque es mi profesión y mi sustento, y el segundo porque considero que es una forma de dar ejemplo a la ciudadanía.
Soy servidor público pero tengo mi trabajo, no necesito la política. Por otra parte, también quiero decir que no se puede llevar un discurso grosero que confunda a todos los políticos. La mayor parte de ellos, de todos los partidos, son gente honrada que están siendo servidores públicos. Muchos de ellos sin remuneración, de forma voluntaria, intentando hacerlo lo mejor que pueden. El 90% de los concejales no cobran, y eso hay que decirlo. Si me preguntas, la política debe tener remuneraciones, porque sino solo la podrán ejercer los aristócratas.
No podemos terminar la entrevista sin que el concejal de Cultura nos recomiende un libro, una obra de teatro y un disco
Soy lector de varios libros a la vez, así que tengo que recomendar por lo menos dos. De poesía me quedo con lo que tengo en la mesita, ‘Lo que el pájaro bebe en la fuente y no es agua’ de Chantal Maillard, que es una colección de toda su poesía. Y por la vena filosófica y política, ahora mismo estoy leyendo ‘Movimientos Antisistémicos’, de Immanuel Wallerstein, Giovanni Arrighi y Terence K. Hopkins. De música -y en vinilo- todo lo que tenga que ver con Bowie: Space Oddity, Stardust…
En cuanto a teatro, lo primero un alegato: hay que mimar el teatro profesional, que con todo el respeto para el amateur -que debemos apoyar y es donde se empieza- crea riqueza cultural en situaciones muchas veces precarias. La última obra que vi, que me pareció durísima y muy buena, fue Las criadas, de Jean Genet.
En 1983 nadie nacía en Turón. Todos en Oviedo…