Jugaba igual en una pachanga con sus amigos que en El Molinón, el Bernabéu o el Camp Nou, despreocupado habilidoso, improvisando en el regate
Parecen deportistas solo de lejos. Lo suyo es manejar la pelota como auténticos magos o hipnotizadores contumaces, son esos jugadores diferentes que levantan pasiones y arrancan aplausos en los mejores estadios. Se hicieron futbolistas en la calle, tirando paredes al frontón de un callejón sin salida, pisando balones de goma por los parques y descampados del barrio. Uno de estos tipos geniales que no siguen el paso y encandilan nació el 10 de abril de 1971 en Gijón. Juan Castaño Quirós creció en Roces sabiendo que él era un pelotero brasileño desubicado en la capital de la Costa Verde y por momentos en esa vida que va más allá de un balón y 90 minutos.
De un Veriña entrenado por Pepe Acebal pasó a las categorías inferiores del Sporting hasta que Ciriaco Cano decidió darle la alternativa en Valladolid. Jugaba igual en una pachanga con sus amigos que en El Molinón, el Bernabéu o el Camp Nou, despreocupado habilidoso, improvisando en el regate. Marcó en el José Zorrilla el día de su debut en una primera división que le abría las puertas de par en par. El pichón de Roces arrastraba gargantas hacia la alegría y admiración del personal cada vez que acariciaba el balón. Como aquella vez en el área del Barça: Juanele desplazó el esférico pisándolo con suavidad y con la misma suavidad alojó el cuero en la portería blaugrana, con guardameta y tres defensas vencidos, entregados a contemplar las caricias del genio que masajeaba a placer la caprichosa pelota.
Suavemente convirtió un penalti enviando a Buyo al palo contrario en la victoria del Sporting sobre el Real Madrid por 2-1 (temporada 93-94). Un Garrincha reencarnado y de rojiblanco sacó de quicio a Fernando Hierro con caño incluido. La rabiosa entrada del malagueño en el centro del campo fue sancionada por Andújar Oliver con tarjeta amarilla. El Madrid tiene una larga tradición en bulas arbitrales. Juanele fue rondado y pretendido por el club de Concha Espina pero al final el Tenerife puso 275 millones de ptas más Pier sobre la mesa en un lote irrechazable a la vera del Piles. El de Roces firmó por los chicharreros cinco años en 1994. Disfrutó de su oficio con Heynckes que le daba vía libre en el ancho césped y con un equipo de mucho talento: César Gómez, Felipe, Chano, Jokanovic, Kodro… Seis goles seis se llevó el Sporting en su visita al Heliodoro Rodríguez López (temporada 96-97). Los dos primeros en propia meta (Giner y Nikiforov) pero el que dolió más llevaba la firma de Juanele. Un Juanele que en su primer partido como internacional anotó un gol ante Portugal y que se pasó en blanco el Mundial USA 94 por la cabezonería de Javier Clemente y un oscuro negociado con las fotos de los seleccionados. Cuenta el futbolista que en la concentración Clemente pasaba por las mesas recogiendo fotos firmadas para «colocarlas» en un incierto «ardid mercantil» con un fotógrafo de «confianza». Al pichón las suyas no le convencieron y las rompió. El rubio de Barakaldo no se lo perdonó.
Después del Tenerife llegaría su idilio con la Copa del Rey y la torcida maña en Zaragoza. Aquel rutilante Real Zaragoza vacunó al Real Madrid en casa, el equipo merengue se derrumbó el último mes del año 1999. Ganaron los maños 1-5. Su admirado Milosevic, el 9 indiscutible, hizo un partidazo firmando dos goles. Otros dos los marcó el brasileño de Roces. Completó la manita Garitano de fuerte disparo pegado al palo de un atónito Bizzarri. Regaló grandes momentos al deporte rey el pichón y pudo escuchar la ovación del Tartiere enfundado en la elástica de la selección asturiana. Intentó estirar su carrera en el Terrassa, Real Avilés, Camocha y TSK Roces. Fue en vano, a veces la vida sin balón se presenta del revés y golpea duro. En ocasiones esa vida después del juego, la fantasía y el deslumbramiento es como una semana de entrenamientos sin partido el fin de semana.