ENTREVISTA AL EXFUTBOLISTA ASTURIANO (PARTE I) | POR JOSU ALONSO

“Decidí volver porque uno no elige dónde nace, pero si puede elegir dónde quiere morir. La vida es un regalo tan grande que hay gente que no entiende”
“Los políticos no transmiten serenidad y concordia. Me gustaría que se hablaran con más respeto para que haya más calma en la población”
Julio Alberto Moreno (Oviedo, 1958) es un hombre distinto. Su nombre sigue siendo el de que aquel lateral que triunfó en el Barça, Atlético de Madrid y la Selección Española, pero su vida ha cambiado y lo ha hecho para bien. El ovetense vive desde hace cuatro años en el concejo de Piloña. Su familia, los chavales que entrena, sus perros y la montaña son ahora su razón de ser. Si en algún momento necesita paz sabe dónde encontrarla, en el Santuario de la Virgen de la Cueva. Es la mejor versión del asturiano, la del zurdo que antes corría la banda como nadie y que ahora inculca valores desde la base.
De la élite al fútbol modesto. ¿Por qué?
Hace cuatro años dejé el Fútbol Club Barcelona. Después de mi reincorporación al club tras abandonar el fútbol, estuve trabajando con Laporta, Sandro (Rosell) y Bartomeu casi 15 años, entre en 2002 y hasta 2017, dando la vuelta al mundo, montando escuelas… Tengo el título de entrenador que me saqué con una hornada de jugadores maravillosos: Pep Guardiola, Luis Enrique, Martín Vázquez, Rafa Alkorta, Manjarín… Cuando llegué al club todo el mundo quería entrenar y Johan Cruyff me regaló dos másteres en gestión deportiva y marketing deportivo. Me dediqué a trabajar en la mejora del Barcelona, el posicionamiento de la marca en diferente países y con diferentes culturas. Dejé el club porque tenía un director que prácticamente me hacía la vida imposible y decidí venirme a Asturias. Tenía unas ganas enormes de volver porque uno no elige dónde nace, pero si puede elegir dónde quiere morir y yo quiero quedarme aquí.
Su vida da para un libro…
Lo sé. Hay partes que ya ni quiero ni escuchar ni hablar de ellas, quiero centrarme en el hoy porque el pasado no lo podemos cambiar y el futuro tampoco porque no ha sucedido todavía. Por lo tanto, hoy es el presente, es la Piloñesa, son mis hijas, es mi nieta, son mis hermanos, mi familia, los niños que entreno… Esto es lo que me hace feliz cada día y la ilusión con la que me levanto cada mañana.
“Trabajar en las prisiones de Cataluña fue una experiencia inimaginable que me ha ayudado mucho”
“Me encanta el sonido de las campanas llamando a misa en el pueblo”, dice en una publicación de sus redes sociales acompañado de un vídeo. ¿En Infiesto se ha vuelto a encontrar consigo mismo?
¡Te has preparado, eh! (risas). Ya conocía Piloña porque llevaba diez años viniendo a la última casa que hay en la montaña, cerca del Palacio de Rubianes. Empecé una novela que la tengo a la mitad, de momento solo cinco capítulos porque no soy escritor y hay que hacerlo bien para ver si algún día me presento a un concurso. Muchas veces he pensado en qué narices he hecho yo dando vueltas por ahí teniendo esto aquí. Asturias es mágica, lo tiene todo.
¿El día a día en un pueblo de poco más de 500 habitantes ayuda a entender mejor el problema de la ‘España vaciada’?
Nosotros en el pueblo somos ocho y nos llevamos bien. Todos los domingos nos reunimos, voy a misa y después nos encontramos para charlar, reírnos y compartir muchas cosas. La ‘España vaciada’ es una realidad y la verdad es que podríamos tener una oportunidad. Desde el atrevimiento que me caracteriza a la hora de trasladar las cosas, le digo al Gobierno que hay mucha gente que viene a este país, le salvamos de morir en el mar, les damos una oportunidad de vida y luego con 18 años vuelven a estar prácticamente en la misma situación. Podíamos aprovechar y hacer un proyecto sostenible y duradero para acabar de formar esas personas y que vayan ocupando esos sitios que están vacíos en la península. Tenemos una país maravilloso y podíamos dar esa oportunidad de vida y además enriquecer España con diferentes culturas y personas.

¿Qué supone para usted vivir en Asturias?
Es lo más importante. Me cuesta mucho bajar todos los meses a Madrid o a Barcelona por trabajo. No sé si es la edad, pero cada vez me cuesta más coger el coche y estar un día o dos fuera. Asturias ahora mismo lo es todo.
¿Podíamos decir que es un regalo inesperado?
Hay una frase que digo mucho en conferencias: ‘Tengo ganas de volver a encontrarme con el original’. Todos tenemos un original y me he vuelto a encontrar con él. Deseaba que pasara esto y pienso un poco más allá. Todo lo que ha sucedido es para que esto que pasa ahora sea una realidad.
Tres pastores alemanes y el fútbol. ¿Le pide algo más a la vida?
Hablo todos los días y los domingos en misa con el ‘director’ y no le puedo pedir más. La vida es un regalo tan grande y hay gente que no lo entiende. Todos los días tienes oportunidad de hacer cosas maravillosas, de hablar con gente amable y generosa, de inventar. El tiempo está en la cabeza y la vida es tiempo, el tiempo que te da cada mañana.
“Que cada comunidad autónoma respete sus tradiciones, historia y luego tenemos el común denominador. ¿Qué sería de nosotros sin el castellano?”
Una de sus hijas se dedica a la publicación de cuentos infantiles.
Sí, mi hija adoptada. Los está vendiendo muy bien en los quioscos y librerías de Asturias. Es un proyecto que empezó hace poco y me siento orgulloso. Ella también me ha regalado la vida.
Y encima es abuelo.
Mi nieta Carmen es ya una mujercita con siete años y me ha salido madridista (risas). Además, mi hermana María, madridista, su marido que se llama Gabriel Madrid Grande, también… Cuando voy a Madrid me han tenido que vacunar siete u ocho veces porque sino no entro en casa (risas). Todo esto dicho con todos mis respetos, lo saben mis amigos José Antonio Camacho, Michel, Emilio Butragueño.
El deporte rey, su vida, le ha servido para dar más de 500 conferencias. ¿Le sigue motivando?
Cada día. Ahora que la situación se ha normalizado un poco más, he empezado a contactar con aquellas personas que me lo habían pedido. Hago diferentes tipos de conferencia: para colegios e institutos, universidades y empresas. En estas últimas, sobre todo, hablo de trabajar en equipo, el éxito y el fracaso, la motivación, los miedos… En el ámbito educativo me centro en hábitos saludables y habilidades sociales porque son temas que les preocupan. Cómo gestionamos el día a día cuando tenemos 18 años y queremos salir, beber o hacer otras cosas. Hablamos de todo lo que rodea al mundo de la gente joven y creo que está gustando. La última que he hecho ha sido en Canarias con un criminólogo importante para hablar de las consecuencias de esas otras cosas que pasan al alrededor de los jóvenes que pueden ser terribles.
En su trayectoria también ha abordado la escritura con un libro, ‘Nunca recordaré haber muerto’ y en su web personal encontramos artículos que nada tienen que ver con el fútbol. ¿Qué temas le preocupan?
El Frente Polisario, la política, las cuestiones sociales, dónde están los límites en esta sociedad que crece a velocidades tremendas. Siempre he sido una persona tremendamente preocupada. En esa web habrás leído a Leonardo Urrutia que trabajó con Fidel Castro o con los amigos del Frente Polisario. Me preocupa como se transmiten las noticias hoy en día: la verdad, la rigurosidad… Tengo tres hijas de 27, 30 y 38 años y una nieta. La seguridad de las calles, los botellones, los okupas, los mayores… ¿Cómo pueden tener 500 euros de paga cuando han sacado este país adelante?
Quiero que los lectores sepan que en esta conversación no se aborda el pasado de Julio Alberto porque el pasado sirve para aprender, sí, pero también para dejarlo atrás. ¿El periodismo le ha defraudado?
No. En el periodismo pasa como con los jugadores. Imagino que habrás entrevistado a gente que te habrá encantado, otros ni fu ni fa e incluso alguno te habrá defraudado. Los periodistas son personas y creo que es el alma, el corazón y el cariño. Si la intención es buena, la entrevista es maravillosa, si no lo es se acaba convirtiendo en un problema. El otro día me entrevistó un amigo de la infancia al que quiero mucho, Enrique Ortego para el AS. Yo salía con Enrique con 18 años y bebía vasos de leche cuando él se tomaba un cubata, que no se me ofenda (risas). Me preguntaba que cómo podía beber leche y yo le decía que era lo que había (risas). Luego hay otra gente que escribe cosas y no seremos amigos, pero no pasa nada.
En diciembre de 2017 me decía que su tiempo en el Barça se había acabado. ¿Ha cambiado su pensamiento cuatro años después?
No ha cambiado, mi etapa se había acabado. Sí es cierto que con la entrada de Laporta, al que yo he apoyado en estas elecciones, pensé que en algún momento me podrían llamar, pero creo que ha formado un equipo en el que cree y ha tomado sus decisiones, nada que decir. La vida son etapas y he empezado una nueva con mucha calidad, estoy contento.
A más de 800 kilómetros de distancia, ¿se ve algún día volviendo a Cataluña?
No lo sé porque en la vida nunca sabes lo que puede pasar. La única cosa en la que puedo pensar es que tengo 63 años que acabo de cumplir el pasado siete de octubre y tengo tal calidad de vida que no sé si sería capaz de volver, aunque fuera por dinero, es muy difícil. Aquí se vive con un presupuesto muy bajo y es todo muy fácil: los huevos los cojo del gallinero, los tomates, los pepinillos o los kiwis de la huerta. Hay unas cosas que no había tenido antes, quizá porque no había deparado en ellas, pero que desde hace diez años tenía ganas. Abro la puerta de mi casa y queda abierta todo el día. También es cierto que tengo una alarma que se llama Tom, Tadeo y Lana, mis tres pastores alemanes (risas) y te avisan.
“Tenemos que entender la inmigración desde otro punto de vista. Vincularla con la delincuencia es una estupidez”
¿La bronca política permanente ayuda?
Me da mucha pena porque los políticos no transmiten serenidad y concordia. Me gustaría que se hablaran con más respeto, que a la hora de decirse las cosas fuera desde un tono amable y en la actualidad no ayudan, no facilitan. El país está crispado, hemos convertido esto en un Barça-Madrid, en un sálvese quien pueda y no es así. Un político, sea del partido que sea, está ahí para gestionar de la mejor manera posible un país de 40 millones de personas, tenemos que salir todos adelante y mirar por nuestros jóvenes, el futuro, las nuevas tecnologías, las grandes empresas que tienen que aportar mucho más. No me cabe en la cabeza pensar que Amazon, Google o Netflix no paguen en un país donde están ingresando dinero. Deben tener un tono amable para que haya más calma en la población porque si no la gente acaba haciendo barbaridades como hemos visto en algunas manifestaciones.
Cuando usted denunció la situación de Cataluña incluso tuvo represalias. En aquel momento ya existía Podemos, pero no Vox. ¿Qué sentimiento le generan discursos que vinculan delincuencia e inmigración?
Es una estupidez porque inmigración ha habido toda la vida. Nosotros hemos sido un país de inmigrantes yendo a Argentina, México, Estados Unidos, Alemania, Suiza… Imagínate que nos hubieran tratado así ¿no? Po lo tanto, hay que entender el cambio cultural; lo que está pasando en México, Colombia, Ecuador… Hay que entender lo que está pasando en África donde se está muriendo la gente. Son situaciones en las que, a nivel político, deberíamos estar todos de acuerdo. Crear un programa para ayudar a todas las personas que podamos y tenemos una oportunidad histórica. Lo hicimos con un programa que teníamos en el Barça: acabar de formar personas porque querían volver a su país para tirar del carro. Con la Fundación he estado en Senegal, Mauritania, Burkina Faso, Mali y hemos llevado programas de formación y, sobre todo, con esperanza de vida porque no tenían nada, ni para comer; se buscaban la vida en la calle o en el desierto. Tenemos que entender la inmigración desde otro punto de vista. Delincuentes los hay en todos los lados, seguramente habrá venido alguno a robar, aunque más por necesidad que por otra cosa. Deberíamos tener una política de concordia, de llevar esto a buen puerto porque no va a parar. En la frontera de México con Estados Unidos hay miles de personas que vienen desde abajo. He estado trabajando en Guayaquil, en la ciudad de Manta y regalaban chalecos antibalas a la gente. ¿Tú te crees que una madre con tres hijos se tiene que poner un chaleco? ¿Cómo va a proteger a los niños? Es una barbaridad. Hace falta darse una vuelta para ver lo que hay en Perú, Bolivia… ¿Por qué la gente de San Pedro Sula, en Honduras, viaja a EEUU? Porque tienen miedo de perder a sus hijos. Todo esto habría que saberlo antes de decir algo.
Estas experiencias que ha tenido, ¿le han servido para el trabajo que ha desarrollado en la cárcel?
Trabajar en las prisiones de Cataluña fue una experiencia inimaginable que me ha ayudado mucho. En San Pedro Sula, Honduras vas con dos tíos armados y con chaleco para meterte en según qué zonas. Tener a 300 niños en nuestras escuelas fue una negociación bastante dura para sacarlos de las maras. Estar en Colombia, en Perú, en México, en Mali… Cuando dos periodistas catalanes huyeron porque iban a ser secuestrados yo estaba allí y me acojoné porque pensé que cualquier día me podía pasar a mí. Esas experiencias te ayudan muchísimo para poder ayudar a otros.
Uno de los elementos de confrontación que estamos viendo es la lengua. ¿Cree que, en Asturias ahora que se debate la cooficialidad, corremos algún riesgo?
Espero que no. No entiendo por qué la gente lleva todo al extremo, si no estás conmigo estas contra mí. Nosotros hablamos una lengua diferente, Cataluña otra, pero luego tenemos una que es el castellano donde nos podemos entender. Que cada comunidad autónoma respete sus orígenes, tradiciones, historia y luego el común denominador. ¿Qué sería de nosotros si no tuviéramos el castellano? No lo veo un problema, lo veo como una ventaja, es decir, no solo tengo mi propia lengua, también tengo el castellano que lo aprendo desde pequeño para poder relacionarme con todo el mundo. Fantástico.
“¿Si un deportista dice que tiene depresión, lo mirarás igual el domingo que viene cuando salga al campo? En Estados Unidos eres un referente, aquí te matan rápido”
Volvamos al fútbol. ¿Siendo director deportivo de la Deportiva Piloñesa es más fácil transmitir que el deporte debe ser una diversión, que no todo el mundo es Messi?
Es muchísimo más difícil enseñar aquí que en el Barça, infinitamente más porque hay cosas que tenemos desde la base. Los niños crecen con unas normas, unos criterios, una forma de hacer las cosas. Aquí no, aquí todo el mundo quiere parecerse a Messi, hacer la jugada de Griezmann, de Neymar… Son como esponjas, todo lo que les cuentas lo aprenden muy rápido, pero me es más complicado transmitirles lo que quiero y porque lo quiero, ese concepto de equipo está menos arraigado.
Una de las lecciones que nos viene dejando el deporte en los últimos tiempos es la sinceridad de sus profesionales. Hace unos días escuchábamos a la tenista Paula Badosa hablar de su trabajo con los psicólogos y de la depresión que había pasado con tan solo 23 años. ¿Es la manera de humanizar el deporte, buscar que la gente deje de pensar que son seres de otro planeta?
Es la manera de humanizarlo y considero que debería haber más declaraciones de deportistas en activo que puedan hablar de estas cosas. La pregunta es ¿si un deportista habla de que tiene un problema de este tipo, lo mirarás igual el domingo que viene cuando salga al campo? Aquí sigue habiendo ese estigma social, en Alemania no. Falla uno un balón en un Sporting-Oviedo y le empiezan a gritar. En Estados Unidos hablas de esto y eres un referente, aquí te matan rápido.
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