«Generalmente, ganan las elecciones. Y si las pierden, es eso lo que ocurre: no que las ganen otros, sino que ellos las pierden»

Un escándalo relacionado con la minería y un monumental conflicto en torno a la educación no son cualquier escándalo, ni cualquier conflicto, en la Asturias de la FSA. La Federación Socialista Asturiana tampoco es cualquier partido. En el mundo de los partidos políticos hay divisiones, como en la Liga de fútbol, y lo más alto de todo en ese escalafón es una Superliga de formaciones tan hegemónicas, tan casi incontestablemente victoriosas en cada nueva elección, que se convierten en régimen, aunque sea un régimen democrático (porque régimen no es sinónimo de dictadura). Fianna Fáil en Irlanda, el PNV en el País Vasco o el Congreso Nacional Africano en Sudáfrica no son simplemente eso, un partido más que compite en igualdad de condiciones con otros, sino columnas vertebrales de un país construido a su medida, crupieres repartidores de casi todas sus cartas. Generalmente, ganan las elecciones. Y si las pierden, es eso lo que ocurre: no que las ganen otros, sino que ellos las pierden. En Asturias, si en 1995 la FSA e IU hubieran hecho valer la mayoría absoluta que sumaban, habríamos tenido, de cuarenta y dos años, solo uno y medio gobernado por un presidente que no fuera socialista: el de Cascos, entre las elecciones que ganó y las que convocó anticipadamente, tras el cual la FSA regresó al poder.
El régimen efesaico se ha sostenido, en Asturias, sobre una serie de pilares, y ha tenido una serie de buques insignia. Uno de los pilares lo constituyeron durante mucho tiempo la minería y su sindicato. Y los buques insignia han sido los de cualquier Estado del bienestar, los de cualquier socialdemocracia digna de tal nombre: la sanidad y la educación. La minería ya no existe, o pensábamos que no existía, y resultó atesorar una mafiosa existencia zombi, capaz todavía de llevarse por delante a cinco picadores. Sobre la educación, los que no lo sabíamos hemos descubierto con la última huelga que las condiciones de nuestros docentes eran peores que las del resto de comunidades autónomas españolas. En cuanto a la sanidad asturiana, lo más rojo que le rodea últimamente es la alfombra que se le pone delante a la clínica privada Quirón. Todo ello en una Asturias que ve transformarse su base económica. La industria, nido de rojos, se va y llega el turismo, y bien saben en Murcia, Baleares o Valencia que el turismo no es un nido de rojos en absoluto. Cambia la base económica y el marxismo elemental nos dice lo que ha de ocurrir entonces: que cambie también la superestructura política y cultural. El turismo no es una fabricona con un patrón y treinta mil trabajadores, sino que lo que despliega es un archipiélago de empresitas, de pequeñas iniciativas. No hace falta ser un magnate para meter la garcilla en su maná; no hace falta serlo para montar una tienda de souvenirs, una quesería, un piso turístico, un alquiler de piraguas. Tiene sus proletarios, claro: camareros, kellys, etcétera. Pero es mucho más difícil que esos proletarios archipelágicos, esa calderilla de precarios dispersos, edifiquen un SOMA.
Asturias está cambiando y también lo hace su derecha. Por primera vez en eones, el PP no tiene a su frente a un facha de caricatura de El Jueves, alguien la mar de cómodo siendo oposición (porque se puede estar muy cómodo en la oposición, libre de la fastidiosa tarea de gobernar) o un caudillo municipal inexportable, un Abel Caballero astur. Álvaro Queipo no es Mercedes Fernández, ni es Ovidio Sánchez, ni es Gabino de Lorenzo. Tampoco es un Cascos carismático y torrencial, pero divisivo y autosaboteador. Él sí puede ganar establemente unas elecciones; el PP ya estuvo a punto de ganar las últimas con el inenarrable mister Canga. Ha pasado ya a la pequeña escala de Gijón, donde el PSOE también fue un Fianna Fáil, un PNV gijonés o un Congreso Nacional Playu, y ahora, noqueado y desnortado, va cogiendo cara de PSOE andaluz, tanto como Carmen Moriyón la va cogiendo de Juan Manuel Moreno Bonilla. Cambia, todo cambia salvo una cosa: base y superestructura, no hay otra ciencia.