El escritor y guionista aprovecha dicha comparación, basada en su experiencia y lanzada en ‘El Faro’ de la SER, como invitación para poner en valor los barrios, los elementos diferenciadores de cada uno y las propias ciudades que contribuyen a crear
Un día más, toca tirar de sabiduría popular, experiencia personal y atención al detalle para responder a cierta pregunta… De las delicadas, avisada queda la concurrencia… ¿Qué atuendo es el más adecuado para bajar la basura? ¿Una bata y unas pantuflas, tal vez? ¿Traje y corbata, para los más sibaritas? ¿O, mejor, ese justo término medio que aportan una camiseta, un vaquero y unas zapatillas deportivas? Cada cual tiene sus gustos, desde luego, pero esa diversidad de elección puede servir, a menudo, como una sencilla radiografía de las características de un barrio determinado… Y ese es el polémico melón que el escritor y guionista asturiano Eduardo ‘Edu’ Galán ha abierto en el programa ‘El Faro’, emitido en la cadena SER. ¿Cómo? De entrada, recurriendo a sus propias vivencias para comparar Oviedo y Gijón, utilizando los hábitos a la hora de sacar la basura de casa en cada una de ambas ciudades como ejemplo de que, efectivamente, no existen dos barrios, ni dos urbes, iguales. Y vaya por delante que la segunda no es la que mejor parada sale…
«Yo soy de Oviedo, y en Oviedo siempre se bajó la basura bien vestido«, asegura Galán durante su intervención, contraponiendo esa supuesta costumbre a la que de otras urbes de la región. Porque si en la capital asturiana «podías ir hasta Valladolid andando», gracias a lo presentable de la indumentaria elegida para deshacerse de los desperdicios domésticos, un detalle que al aludido le «choca muchísimo» es que, «cuando iba por ahí, a otros barrios, veía a la gente que bajaba la basura en chándal«, práctica que «me parece hasta una falta de respeto«. Y precisamente ahí donde, a su juicio, Gijón se erige en ejemplo de esa última dinámica. «Tú ibas a Gijón, y veías a la gente tirando la basura en chándal, y te preguntabas ‘¿Pero esto qué es?’«, reconoce. Sin embargo, no parece haber una crítica visceral en sus palabras. Todo lo contrario, el contraste anterior le sirve de base para animar a «delimitar los barrios», a trazar sus fronteras y, de ese modo, a identificar los elementos diferenciadores de cada uno, y a ponerlos en valor dentro del contexto urbano.
Primer contacto con un negro en Oviedo: «como si fuese un unicornio»
«Me parece lo más interesante; la ciudad, que sabemos que es lo mejor que ha creado el ser humano en la historia de la humanidad, la construyen los barrios, y las fronteras son importantes«, asegura. Lo son, en primer lugar, para «entender las condiciones económicas, la forma de hablar e, incluso, la ropa» de cada una de esas pequeñas unidades urbanas. Y ahí es donde entra en juego la delimitación de los barrios. No sólo en horizontal, separando unos de otros y dando pie a escenario como el de «la Ronda Sur, en Oviedo, que divide barrios, que es una cosa más hecha por ingenieros»; también, aboga Galán, «en vertical, de piso en piso, porque no es lo mismo el que vive en el entresuelo que en el ático». Claro, que ese enfoque tiene otro punto, al que casi nadie es ajeno: el hecho de que «desde que nacemos nos hacen señalar lo diferente; dicen ‘Este es de otro barrio’, ‘Los de nuestro barrio son los mejores’… O, ya lo peor, cuando mueres, que te vas ‘al otro barrio'».
Queda aún, dentro de la aportación hecha por el ovetense en ‘El Faro’, un aspecto más que, en su opinión, merece cierto cuidado: el «peligro de volverse nostálgicos de aquellos barrios que son ahora ficción», pertenecientes a una época pasada, ya extinta, en la que ni la globalización, ni la inmigración, ni la diversidad eran conceptos arraigados, ni tan siquiera conocidos por el gran público. Sin ir más lejos, «en mi barrio, que era San Lázaro y el parque de Invierno, no había negros en los 80«, rememora el invitado. Y, una vez más, apela a sus experiencias de antaño para apuntalar esa llamada al cuidado. Cierto día «encontré a mi vecina Pepita, que entraba en el ascensor, y salía un negro, y estaba mi vecina como muy nerviosa, agitadísima», recuerda. La pobre mujer, al parecer, llegó a advertir a Galán de la presencia de dicho caballero como si se refiriese a un ser de ficción… «Me dijo ‘Eduardo, un negro’, como si fuese un unicornio; y yo le dije ‘Vamos, Pepita, deme la mano, que vamos a subir juntos y la voy a acostar en la cama. No se me vaya a desmayar'».
En fin, una anécdota a la par tierna y cómica que, sin embargo, sirve para confirmar la postura esgrimida por Galán: que todavía hoy, en pleno siglo XXI, y pese a los mil y un cambios sociales ocurridos, los barrios son, y seguirán siendo, la pieza clave para entender las ciudades en todo su valor.