El alcalde del concejo, Carlos Valle, y el edil Iván García hicieron de maestros de ceremonias de una visita que concluyó con un almuerzo de hermandad en el conocido restaurante El Faro
Hay sabores que van más allá de lo meramente alimenticio. Regustos dulces que nacen de algo tan intangible como las emociones. Que se lo pregunten, si no, a la Sociedad Recreativa La Boya. La entidad, quintaesencia de la colectividad gijonesa en torno a la comida, abandonó ayer su ciudad y se regaló una nueva sesión de si programa ‘La Boya se mueve por municipios’. Y, en esta ocasión, el punto de recala no fue otro que la villa marinera de Cudillero, cuyo alcalde, Carlos Valle, acompañado por el edil Iván García, hizo las veces de maestro de ceremonias para exhibir ante los visitantes las bondades del concejo, conocer de primera mano todo cuando La Boya realiza… Y, por descontado, disfrutar de un delicioso almuerzo en el reputado restaurante El Faro.
Durante las horas que los gijoneses estuvieron en suelo pixueto, Valle y García hicieron entrega a los primeros de diversos obsequios. El gesto, cómo no, fue correspondido, y el regidor fue agasajado con un mandil, un babero y un vaso de sidra exclusivos de La Boya. Finalizados los formalismos, realizados en el Ayuntamiento del lugar, todos se trasladaron al mencionado negocio hostelero, donde entre risas, buena comida y un ambiente fraternal se puso el broche a una velada que la Sociedad no ha dudado en calificar de «estupenda».