Con este tiempo loco, esquizoide y febril, uno encuentra refugio en la imagen de esa mujer, que sería una mujer en Chelsea Beach o en San Carlos
Hay una imagen poética, romántica, muy cinematográfica, casi que en blanco y negro, realmente sesentera y nouvelle vague, casi que cantada por Marie Laforêt. Es la de una mujer solitaria en una playa nublada y vacía. Los domingos, uno hace puente político y en vez de hablar de la cosa municipal, que está muerta, o de la autonómica, que está enterrada, lo que hace es simplemente contemplar a esa mujer misteriosa, erótica y curvilínea que está realmente viva y que son todas las mujeres extendidas, desnudas, sucesivas, en una playa vacía y nublada.
Con este tiempo loco, esquizoide y febril, uno encuentra refugio en la imagen de esa mujer, que sería una mujer en Chelsea Beach o en San Carlos, en la Costa Amalfitana o en una cala de la Bretaña. Es simplemente la figura de una mujer pensativa, reflexiva, a ratos impulsiva, siempre madraza, que ha despertado otra vez a la vida y decide dejar sus huellas en la arena, antes de que las borre el mar, como dibujando un rastro de verdad efímera que el recuerdo atrapa y nos devuelve en forma de columna.
Ser pin up o no ser. Aquí quieto, en pie, espía de mí mismo contemplando una mujer llena de sí misma, bibliotecaria, periodista, sindicalista, obrera, como una hermosa canción de verano, como una sirena varada en la orilla, golpeando su aleta en las horas vacías del domingo, femenina, clandestina, perfilada las alas de mariposa de su lencería, sobre su alma desnuda, húmeda, consagrada.
El amor también es una noticia. La alegría es noticia. El amor ha atracado en mi pecho henchido de alegría. Trae en sus bodegas toda una vida, quintales de deseo, los metales nocturnos, quién me iba a decir a mi que el amor era esto, borracho, drogado de una mujer en la playa. Se puede enamorar uno en verano, de la chica de la playa, de la mujer nublada, del paisaje vacío.
El amor. No sé por qué viene ni tampoco a qué ha venido. O sí lo sé y aún así no deja de sorprenderme. Yo soy un galeón, la bocana, el puerto y el acantilado, aquí parado, contemplando bajo una lluvia fina, la sirena en la playa, Hoy me he visto a mí mismo, fastuoso de soledad, como un mendigo, contemplando a una mujer con paisaje de fondo gris, desnudo de actualidad, alegre, triste, melancólico, como si me lloviera por dentro. Me gusta la lluvia. Como dijo el poeta, la lluvia es un sentimiento, con resonancias románticas de piano. Toda la música está encerrada en su cuerpo. Somos animales de fondo. A veces tengo recuerdos de todo lo que está por venir.