Uno confía en que con tanta negación, sólo el papel de los sindicatos nos devuelva la cordura y traigan consigo la vacuna contra el resentimiento, la ira o la duda que alimenta la derecha día tras día
Anda la clase obrera caliente. Lo ve uno, lo siente uno, ahora que las CCOO están de congreso. Si algo o alguien ha conseguido que la clase obrera no se vista con la camisa azul o mahón de nuevo, ese algo o ese alguien ha venido de los sindicatos: CCOO y UGT. Otra parte se la debemos también a la ministra de Trabajo y vicepresidenta, Yolanda Diaz, que es nuestra mujer en el gobierno. En ella todo tiene resonancias sindicales. Ha reconocido las formulas retóricas de las viejas instituciones finiseculares para incorporar una reforma laboral que mejore las condiciones de la clase obrera, sin que rechine a ningún sindicato. Cuando negocie con las empresas y con la UE veremos de qué metal está hecha, si de los sueños o del acero de Ensidesa.
Solo es posible creer en los obreros. Cuando todo está confuso, enredado, perdido, sólo encontramos una roca fija a la que arrimarnos: la entereza mineral de los obreros. Ha dicho José Manuel Zapico, secretario de las CCOO de Asturias, que espera que en el Ministerio de Industria dejen de marear la perdiz con Alcoa, que se pongan las pilas y hagan autocrítica, ahora que la guripa ha entrado en la fábrica y se puede poner a funcionar todo el batallón con las máquinas para fabricar nuevamente aluminio. Mientras en Madrid, la ministra de Industria come perdices, el pueblo, el obreraje, en Avilés o en Gijón, se organiza y endurece.
Aunque veamos a la clase obrera como una cordillera quieta y homogénea, en realidad es la convergencia de muchos esfuerzos, de aunadas verdades. Lo vemos en los trabajadores de la sanidad pública que, como decía más arriba, han sido la última verdad en el momento más jodido de nuestra existencia, lo vemos en los trabajadores de la educación, en los trabajadores de la siderurgia y de la hostelería.
También en los trabajadores de la cultura. Ha dicho Jaime Priede, director de la Feria del LIbro y de Poex, hace unos días, que la industria de la cultura ha resistido bien la pandemia. Yo creo que las ha pasado muy putas. En política hay dos formas de negar al pueblo: el primero es pastoreándolo como han hecho hasta ahora, el segundo es inventándoselo. En cualquier caso, independientemente de lo que diga Jaime Priede, lo cierto es que seguimos aguantando, que no es lo mismo que resistir, a pesar de lo que niegan en montañas de prensa nuestros políticos o algunos intelectuales. Uno confía en que con tanta negación, sólo el papel de los sindicatos nos devuelva la cordura y traigan consigo la vacuna contra el resentimiento, la ira o la duda que alimenta la derecha día tras día.
El caso es que Vox penetra también en la vida sindical, aunque todavía no ha logrado representación. Viejos sindicatos fascistas enmascarados de solidaridad obrera, que solo los sindicatos de clase podrán laminar poniendo en práctica lo mejor de su tradición. Con el realismo capitalista de Fisher en marcha, la afiliación y la representación se hacen cada día más necesarias para que no se rompa la unidad de los trabajadores. Estaremos atentos.