La inauguración de La colectiva es un momento maravilloso, al que vas llegando poco a poco a través de la mirada paulatina de las obras que vas a paladear en unas paredes repletas de simbología y permeabilidad
El viernes se celebró la inauguración de la exposición La colectiva. Una muestra de arte en pequeño formato que permite la comunicación entre artistas y público en un entorno alejado de los circuitos ordinarios, facilitando las relaciones entre diferentes maneras de enfocar y plasmar la realidad. Una muestra, como otras muchas que se realizan en sus paredes transparentes, que consigue enriquecer la identidad de los y las artistas y del público que se acerca. Pienso que mejor que “público” el vocablo que más le encajaría es “espectador”, palabra procedente del latín spectator, aquel que mira. Mirar es la manera de llegar a los lugares con la mirada, capturar la realidad entrando en ella. El que mira no ve, da un paso más, se adentra. Público no deja de ser algo impersonal, algo de lo que la creatividad se aleja.
Son varios años ya de una muestra que pretende ser más una fiesta del arte y la convivencia que un espacio de negocio. Los espacios alternativos ¿no es la cultura ya de por sí alternativa? descentralizan de manera independiente la acción cultural a través de las inquietudes participativas, tomando decisiones entre un colectivo, convirtiéndose, a veces sin quererlo, en mediadores sociales. “Espacio local”, lugar autogestionado, es el encargado de llevar a cabo esta exposición que pretende exponer las obras de artistas consagrados o no con el fin de tejer un lugar en el que la convivencia genere sinergias que favorezcan las relaciones culturales entre los diferentes agentes y sectores culturales del barrio y la ciudad. El vocablo “Espacio” en el nombre del colectivo lo veo, quizás equivocadamente, no solo marcando o estableciendo un lugar físico, sino en una manera de entender las relaciones entre personas con un fin común: la cultura. Es decir, la palabra elimina el encorsetamiento de las letras, rebasa lo tangible y limitado para extenderse en la rica ambigüedad del concepto. Quizás mi percepción sea errónea, pero me gusta ver el lugar repleto de paredes transparentes llevando el arte al barrio desde la calle Ceán Bermúdez, generando identidad cultural, distinta a la que encontramos en otros puntos de la ciudad. Todavía parece que se tiene que luchar porque la palabra “alternativo” no sea visto por algunos sectores de la sociedad como antisocial ¿la cultura no crea la sociedad o la transforma? ¿no es la cultura algo que pretende hacer preguntas y respuestas sobre la normalidad social? Esa corta y parca mirada de algunas personas se cae como un castillo de naipes. Lo que realizan estos lugares de creación, convivencia y permeabilidad es también una función de contrapeso a lo “oficial” a través de una acción continuada, dinámica, plural y libre. En ellos nos podremos encontrar exposiciones como La colectiva, pero también debates, lecturas de poesía, música, teatro…logrando una pluralidad de corrientes artísticas, ideológicas y de visión de la realidad que facilita y pone su grano de arena a un derecho de la humanidad: el acceso a la cultura.
En La colectiva de todos los años vemos artistas consagrados y consagradas, que recuerde, y disculpen aquellos de quien me olvide, este año está Breza Cecchini, Gema Ramos o Bejarano, el pasado Ana Muller, Isabel Cuadrado o Hugo O´Donell o en 2022 José Ferrero, Cuervo Arango o Kela Coto, pero también creadoras y creadores más jóvenes, más incipientes en el mundo creativo, que tienen en ese pequeño lugar cercano al centro de la ciudad un lugar conviviente con aquellas personas que por calidad, trabajo y fortuna están en lugar más próximos a la posibilidad de vivir de aquello que aman. Esa función también la realizan los lugares como Espacio local: abrir los circuitos, los flujos de artistas, la presencia de creadores y creadoras para ser contemplados.
Los espacios alternativos no son competencia a nada, son complemento. Los circuitos más establecidos: galerías, teatros, librerías, tienen otros códigos, otra manera de hacer llegar la cultura a las personas que se acercan a lugares básicos en el desarrollo cultural. Los artistas y la ciudad precisan de las galerías para su crecimiento como creadores y como mercado. El teatro crece espontáneamente en diversos lugares, pero se engrandece espacialmente en infraestructuras como el teatro Jovellanos. Los libros se llevan a cualquier lugar para disfrutar de las palabras, pero tienen en librerías y bibliotecas su lugar preminente para llegar a la mirada del lector. Los espacios alternativos complementan la oferta cultural de la ciudad favoreciendo las expresiones diversas, distintas, consolidadas o en crecimiento. Son importantes para generar sinergias y tejer redes, para hacer colectivo y establecer una función simbólica de, si no de rebeldía, si de contrapeso y complemento.
La inauguración de La colectiva es un momento maravilloso, al que vas llegando poco a poco a través de la mirada paulatina de las obras que vas a paladear en unas paredes repletas de simbología y permeabilidad. El previo goteo de las piezas en la virtualidad que, sí, muchas veces, con su buen uso, acerca, nos genera expectativas y ganas de compartir que se consuman al abrir sus puertas físicas. Todos los que entramos en el local en la noche del viernes pudimos contemplar pequeñas joyitas enmarcadas entre la complicidad de artistas y espectadores, pero sobre todo pudimos coger la aguja y el hilo para seguir tejiendo aquello que nos une: la cultura.
Enhorabuena al colectivo, a los y las artistas que están colgadas en la pluralidad de las paredes y por supuesto a todas las personas que se acercaron este fin de semana a disfrutar de una noche fría que el arte y las conversaciones consiguió calentar. La colectiva esperará a quien se acerque durante estas fechas con puntos rojos que marcan no solamente la venta sino la convivencia.