
«La izquierda actual quiere parecer generosa mientras bloquea las soluciones reales. Prefiere un discurso que suene bien a una política que funcione. Pero la vivienda no es una idea: es una puerta que se abre»

Por más que grites “justicia social”, no levantarás ni una pared si no entiendes el terreno pues el ladrillo no entiende de eslóganes.
En Moncloa y en Suárez de la Riva deben de creer que las viviendas se construyen a golpe de eslogan. Pedro Sánchez, con su sonrisa de anuncio y un plan de vivienda más vistoso que efectivo, promete una y otra vez lo que nunca piensa cumplir. Pisos para todos, dicen. Pero ni un plano sobre la mesa ni una grúa en movimiento.
El problema no es nuevo, pero la receta es la misma: más ideología, menos realidad. Ahuyentan al inversor con tasas y amenazas, demonizan al mercado inmobiliario, y luego se quejan de que no hay pisos disponibles. La última ocurrencia ha sido castigar al comprador extranjero con un impuesto específico. Como si el que compra un ático en la Castellana le estuviera quitando el piso a una familia en Vallecas. Un brindis al sol para que aplauda el aplauso fácil. Pero la demagogia, aunque grite, no construye nada.
SAREB: el banco malo, la excusa peor
Ya no saben qué hacer con la SAREB. Ese zombi inmobiliario que iba a devolver miles de pisos al mercado y que, años después, sigue gestionando solares abandonados y pisos sin salida. El Gobierno lo presenta como solución estrella, pero basta rascar un poco para ver que ni hay tantos pisos útiles ni están donde se necesitan.
Tampoco cuela lo de los pisos turísticos. Con apenas un 2% del parque, pretender que la crisis habitacional se arregla prohibiendo Airbnb es como tratar una hemorragia con una tirita. Pero claro, es más fácil culpar al turista que enfrentarse al elefante en la habitación: la vivienda protegida ha desaparecido.
Antes, cuando aún quedaba algo de seriedad, se construían 70.000 VPO (viviendas de protección oficial) al año. Ahora, con este Gobierno de supuestos salvadores sociales, no llegan a 13.000. Porque levantar vivienda pública exige algo que escasea en el Consejo de Ministros: gestión, planificación, y una pizca de humildad.
El urbanismo real no cabe en un PowerPoint
Lo que se necesita no es otro discurso en prime time, sino urbanismo real. Suelo listo para construir, permisos que no tarden años, inversores con garantías y seguridad jurídica. Madrid Nuevo Norte lleva décadas esperando. Campamento, otro tanto. Pero entre la burocracia suicida y el miedo a quedar como “amigo de los especuladores”, nadie se atreve a apretar el botón de inicio.
El progresismo de escaparate detesta el ladrillo porque huele a empresa, a beneficio, a realidad que no se puede moldear desde un atril. Pero sin ladrillos no hay casa. Sin promotores no hay urbanización. Sin reglas claras, ningún capital serio se arriesga.
Quieren resolver el problema de la vivienda sin tocar el mercado. Como si pudieras domar un caballo sin subirte a él. El resultado es este: jóvenes sin opción a independizarse, alquileres disparados y un parque público que no llega ni al 3%. Y aún tienen la osadía de culpar a los que sí construyen.
La izquierda actual quiere parecer generosa mientras bloquea las soluciones reales. Prefiere un discurso que suene bien a una política que funcione. Pero la vivienda no es una idea: es una puerta que se abre. Y sin obra, no hay hogar.