«Lo cierto es que algunos de ellos ya habían sufrido su soberbia y sus despechos mucho antes de ser elegidos concejales, durante la campaña electoral»
El canibalismo puede ser una forma de gobierno y quizás, esto es probablemente lo peor, todo gobierno tenga como huésped a una bacteria caníbal. Hay algo antropófago en el hecho de gobernar. Recuerdo a Fouché, ministro de la Policía, en el gobierno de Napoleón, o al mismo Tayllerand, ministro de Asuntos exteriores. Genuinos caníbales, al tiempo que astutos, cultos e inteligentes. No es que el poder sea solo o necesariamente una imagen bizarra de Goya, Saturno devorando a sus hijos, por ejemplo, puede ser también otra cosa más elegante, al estilo de Hannibal Lecter, aunque es cierto que el cuadro del pintor aragonés nos sugiere esa idea que linda con la desesperación y la autodestrucción.
El gobierno muncipal de Ana González sabe muy bien a qué me refiero cuando destaco la existencia de cierta facción canibal en su seno. No hace mucho indicábamos, al año de cumplirse el primer año de gobierno, cómo la Alcaldesa despachaba con gerentes, jefes de servicio, directores, antes que con sus propios concejales. Incluso llegó a reprochar a sus ediles en una entrevista su escasa preparación. Lo cierto es que algunos de ellos ya habían sufrido su soberbia y sus despechos mucho antes de ser elegidos concejales, durante la campaña electoral. El concejal de Cultura, Alberto Ferrao, un suponer. El concejal de deportes, Ramón Tuero, otro.
«Ni están ni se les espera. Son concejales que existen»
La pandemia ha acelerado el deterioro institucional. Porque el poder consistorial no sólo consiste en devorar concejales como Saturno a sus hijos. Abarca también costumbres, usos y procedimientos democráticos. Este afán inevitable, como Thanos el destructor, por arrasar todo lo que hay alrededor se extiende igual que una bacteria necrófaga. Destruye lentamente hasta que ya no queda nada, tan solo un detritus político donde antes pudo haber proyectos, propuestas y discursos. Y viene esto a cuenta de las declaraciones de Ruben Pérez Carcedo, el portavoz municipal de Ciudadanos, cuando alerta del parón normativo que hay en el Ayuntamiento de Gijón.
Efectivamente, del reglamento de participación ciudadana no se sabe nada. De su concejal tampoco. De la ordenanza de tenencia de animales y de la concejala del ramo, menos todavía. Del concejal de urbanismo y el plan de vías, nada de nada. El mismo concejal ocupa el área de seguridad ciudadana cuya opinión sobre la incorporación de pistolas eléctricas en la protección de la policía municipal nada se sabe. Ni están ni se les espera. Son concejales que existen. Usted, querido y desocupado lector, se los puede encontrar en la calle, pero no están. Quiere uno decir que hay algo espectral en todos ellos y en todo esto, como si la mano del poder, en realidad, fuera la mano fantasma de un manco. Se siente que está ahí, pero no está. Aunque nominalmente forma parte del cuerpo, alguien se la ha comido. Para nuestra desgracia, lo único que podemos decir políticamente hasta ahora es «buen provecho». Ay.
Excellent post. I was checking continuously this blog and I am impressed! Very useful information particularly the last part 🙂 I care for such info a lot. I was seeking this particular info for a long time. Thank you and good luck.