Con sus calles decoradas y los preparativos casi a punto, el barrio dará a las ocho de esta tarde el pistoletazo de salida a sus celebraciones patronales, que se prolongarán hasta el 17 de septiembre
El día del año más esperado en Cimavilla, al fin, ha llegado. Tras largas jornadas de trabajo contrarreloj, de imaginación y esfuerzo, de incesantes preparativos y de alguna que otra tensión, el que es, probablemente, el más emblemático barrio de Gijón iniciará a las ocho de esta tarde sus fiestas patronales en honor a la Virgen de los Remedios y la Soledad. Serán quince de los niños que residen en él quienes, desde la Casa del Chino, leerán el pregón que servirá de pistoletazo de salida al amplio programa de propuestas, que se prolongará hasta el 17 de septiembre. Y el espíritu festivo ya se hace notar en cada calle, cada plaza y cada esquina del lugar, en el que una pequeña tropa de vecinos comprometidos, encuadrados en la Asociación de Festejos del lugar, se afana a estas horas en ultimar los detalles que restan para que el gran momento cuente con la prestancia que merece.
«Llevamos una semana y media trabajando sin parar; acabamos a las cinco de la mañana y volvemos a las ocho», asegura Omar López Colunga, hijo de Cimavilla «de toda la vidas» y que preside la entidad de festejos desde hace casi ocho años. Pero todo apunta a que ese esfuerzo, compartido con los ocho compañeros que le asisten «porque no tenemos sitio para que ‘curren’ más», dará sus frutos. A la tradicional cucaña y a los múltiples conciertos programados, que tendrán como plato estrella al que O’Funk’Illo ofrecerá el viernes 15, se sumarán este año un taller de circo para los más pequeños, el cine en la calle y, sobre todo, «mucha fiesta, que es de lo que hay ganas». El total de actividades puede consultarse aquí.
Pocas ayudas, ningún local y un turismo que gana terreno, los grandes enemigos del evento
La ilusión de estos días esconde, no obstante, cierto poso de amargura, que crece año a año en el espíritu de la asociación y de su presidente. Y la causa no es otra que su ya histórica carencia de un local propio, en el que «poder prepararlo todo en condiciones, organizarnos, almacenar nuestras cosas… Si lo tuviésemos, podríamos ser el doble de vecinos ayudando, hacer mucho más, pero ahora tenemos que montar y desmontar donde podemos». La suya es una petición aún más sangrante a tenor de que, a apenas cien metros de la carpa instalada en la base del cerro de Santa Catalina, se yergue el antiguo edificio de Tabacalera; sin embargo, «el Ayuntamiento no se decide a darnos un local en él, aparte de que nuestra subvención, aunque nos la quieren subir a algo más de 2.000 euros, es de risa. La Semana Negra se lleva 180.000 billetes, y hasta le barren hasta la pista; aquí tenemos que barrerla nosotros».
La edición de este año de los festejos del barrio promete estar marcada, además, por el malestar vecinal en contra de la progresiva gentrificación del lugar, representada por la proliferación de alojamientos turísticos en sus calles, y a la que la organización que encabeza López se ha sumado. De hecho, desde la asociación se ha instado a los residentes, en señal de protesta, a colgar de sus ventanas y balcones pedazos de tela roja, que simbolizan «la sangría que esta situación desenfrenada e, incluso, ilegal en algunos casos, está causando a nuestro barrio». Nada de todo eso, empero, parece que enturbiará el ánimo de los organizadores y participantes, decididos a seguir regalando a los habitantes de la urbe unas fiestas ya icónicas y que, «en realidad, son las fiestas de toda la ciudad. Gijón nació aquí y se fue expandiendo, aunque mucha ‘peña’ lo haya olvidado. Y ver que todo sale bien, que la ‘peña’ disfruta y que nos apoyan lo compensa todo».