El instituto armado presenta en el Instituto ‘Jovellanos’ el libro ‘Historia de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón’, un homenaje a la dilatada presencia del cuerpo en la ciudad
Vivir en España, particularmente en su zona rural, no era cosa fácil a mediados del siglo XIX. En el país todavía supuraban las heridas abiertas por la invasión francesa, la Primera Guerra Carlista y la pérdida de buena parte del imperio colonial, y unas arcas mermadas, sucesivas malas cosechas y un progresivo declive económico general abocaron a no pocos de sus ciudadanos a la miseria, al hambre y la desesperación. En tales circunstancias, no fueron pocos los que escogieron la vía del ‘bandolerismo’ para subsistir y lucrarse; y fue por todo ello por lo que en 1844 Francisco Javier Girón, Duque de Ahumada, fundó la Guardia Civil, un cuerpo de seguridad bien organizado, leal a la Corona y ajeno al clima del exaltación política del momento. Apenas un año después, en agosto de 1845, una compañía del instituto armado se acuarteló por primera vez en Gijón. Comenzaba así una dilatada conexión entre cuerpo y ciudad, finalizada tras la unificación regional de 2021, y plasmada en el libro ‘Historia de la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón‘. El mismo que esta mañana sus autores, el teniente Samuel Fernández y el agente José Antonio Landrera, han presentado en el patio del Antiguo Instituto ‘Jovellanos’.
Si bien la obra de ambos uniformados hunde sus raíces en aquellos lejanos tiempos, el grueso de su contenido abarca desde 1942, año en que aquel destacamento primigenio se convirtió en la Comandancia que llegó a ser. A lo largo de más de un centenar de páginas, trufadas de fotografías e ilustraciones, el texto no escatima detalles, dejando constancia de hitos como la erradicación de los últimos bandoleros, la presencia de la Benemérita en conflictos como el de Cuba o Filipinas, la Guerra Civil o el reciente despliegue para lidiar contra el coronavirus. Por supuesto, tampoco faltan relatos de hechos más mundanos, como el combate contra el crimen ‘común’, en forma de atracos, homicidios, violaciones y asesinatos. Y no se deja de lado una mención al rol desempeñado por el cuerpo, incluso en Gijón, en los largos años de pugna con la banda terrorista ETA.
Ese extenso periplo da pie a no pocos puntos curiosos. Así, Fernández y Landreda pusieron hoy el foco en cuestiones como el atraco a la sede local del Banco de España, perpetrada en 1923 por una banda de delincuentes que asesinó al director de la institución, Luis Azcárate. Tras protagonizar una espectacular persecución de varios días que acaparó portadas nacionales e internacionales, y que les llevó a buscar refugio en sitios tan dispares como una pensión de Oviedo y los bosques de Colloto, uno de los ladrones fue abatido por la Benemérita; otro, detenido, y los restantes huyeron al País Vasco. En aquellos años el instituto armado también frustró en Gijón un intento de magnicidio contra el rey Alfonso XIII, que trató de llevar a cabo una célula anarquista previamente expulsada de Francia. Y en 1926 recibió su primer vehículo oficial: una camioneta Studebaker de siete plazas, donada por una sociedad automovilística gijonesa.
El volumen también da pie a testimonios personales. Y entre ellos brilla con luz propia el del oficial Enrique Gay Planzón, comandante de la compañía en los primeros compases de ese horno crematorio que fue la Guerra Civil. Condenado a muerte tanto por republicanos como por sublevados, y finalmente fusilado contra la tapia del cementerio de Ceares por los segundos, Fernández y Landreda, apoyados por su superior en la Comandancia de Gijón e impulsor del libro, el teniente coronel Alberto Aguilera, consiguieron la que es hasta la fecha la única foto conocida de Gay. Para ello, fue preciso seguir pistas difusas por distintos rincones no sólo del Principado, sino también de otras regiones, hasta que, al fin, una familiar de cierta funcionaria del Ayuntamiento de Málaga, residente en Estados Unidos, aportó una instantánea. La misma ilustra una de las páginas más emotivas de la obra.
«Queríamos hacer algo que, a diferencia de la propia Comandancia, no desaparezca con el paso del tiempo», ha explicado Fernández, para quien la obra, además de una lección de historia, no deja de ser una forma de que «se vean representados los miles de Guardias Civiles que pasaron por aquí». En la narración de ese periplo también ha jugado un rol importante el historiador José Javier Esparza, quien, a través de un vídeo, ha ensalzado el rol de la Benemérita en el devenir de España, de Asturias y de Gijón, recalcando que «la historia de las naciones es la historia de sus instituciones». Además, con los dos autores y con Aguilera han estado también sobre el escenario otras personas que, de un modo u otro, han colaborado en la elaboración del volumen. Tal es el caso de la agente Celia Doval, una de las primera mujeres destinadas a la Comandancia; del coronel de Infantería Raúl Suevos; de Antonio Migoya, secretario general local de la Fundación Caja Rural, o de José María Fuster-Fabra., doctor en Derecho de la Universidad de Barcelona. Tampoco han faltado Marcelino Gutiérrez, director del periódico El Comercio, ni Eloy Méndez, redactor jefe del diario La Nueva España.
Con casi un centenar de personas formando el público presente en el patio del centro, han hecho acto de presencia representantes no sólo de la Benemérita, sino también de la Policía Local de Gijón, la Policía Nacional, el Ejército de Tierra y la Armada. Finalmente, ha acudido al acto de presentación la delegada del Gobierno en Asturias, Delia Losa, quien, al término del evento, ha ensalzado el desempeño del instituto armado, tanto en el pasado como en el presente, para garantizar la seguridad de todos los ciudadanos dentro y fuera de las fronteras del país.