“Salud, amor y montaña por bandera” es la frase que comenzaron a utilizar en confinamiento y que se ha convertido en el lema del Meicín
No fuimos pocos los que seguimos con avidez los videos que Tania Plaza colgaba en redes sociales durante el confinamiento a diario. En ellos, nos contaba el tiempo, la sensación atmosférica, el estado de la montaña con lujo de detalles, para de alguna forma, acercarnos un poco más a la sensación de libertad y oxigenación que aportaban aquellos altos y servir de guía a los montañeros que recorren las Ubiñas.
Tania (langreana de pura cepa) capitanea el Refugio del Meicín en el Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa (concejo de Lena) desde hace 11 años de la mano de su fiel compañero Gummo, y la labor no ha sido nada fácil teniendo en cuenta que el refugio se encuentra a una altitud de 1560 metros. Juntos han hecho del Refugio una base geográfica perfecta para el reencuentro, la solidaridad y el disfrute de la montaña llevada a la máxima expresión.
La historia de Tania no es la de una pionera cualquiera, es la de una enamorada de la montaña y los animales, con la valentía y el arrojo suficientes para hacer de una profesión tan masculinizada hasta la fecha un medio de vida. Muy moza decidió que su lugar era la montaña después de pasar 20 meses conviviendo y experimentando en el entorno vaqueiro de la mano de un pastor que le ofreció la posibilidad de conocer de primera mano lo que sería a futuro su pasión. Después de aquella experiencia no dudó en abandonar su anterior trabajo y aprovechar la oportunidad de optar a ser la guardesa, cocinera, rescatadora, y sobre todo amiga de los que llevan la montaña tatuada a fuego a sus espaldas. Ella no se considera la primera ya que muchas otras mujeres han realizado labores fundamentales en otros refugios de Asturias. Pero Tania ha puesto el sustantivo femenino sobre la mesa.
Cada semana junto a Gummo suben porteando con caballos y perros los víveres necesarios para organizar el refugio. En sus mochilas cargan más de 15 kg para aprovechar la subida, y los perros también hacen lo propio con alforjas adosadas a los lomos. Todo es poco para portear lo máximo posible. Una vez allí trabajan sin descanso para guardar la zona, dar de comer y dormir a montañeros y conservar el espacio natural.
Charlando con Tania te das cuenta enseguida de la importancia que tiene para ella vivir en el medio natural. Conseguir la paz y tranquilidad a través de la sencillez que aporta la montaña. No dudaron en asumir el confinamiento solos en el Refugio del Meicín, abastecidos de coraje para afrontar cuatro meses de soledad y silencio, de tormentas y nieve, de espera y reflexión. Bien traduce este sentimiento las palabras de Virginia Wolf: “Mejor es el silencio, déjenme sentarme con las cosas desnudas, esa taza de café, ese cuchillo, este tenedor, cosas en sí mismas, siendo yo misma.
Cada vez que pienso en Tania me viene a la cabeza la idea de cómo vivían las mujeres de antes, recias luchadoras, fuertes y autosuficientes que no se les ponía nada por delante. De nuestras abuelas, de nuestra raíz próxima, de la esencia, de lo que importa en la vida. Y así, a paso lento pero firme el Refugio del Meicín se ha hecho un hueco en todas las agendas de montañeros/as de la Península, no sólo por la belleza del entorno, si no por el paisanaje de sus guardianes. “Salud, amor y montaña por bandera” es la frase que comenzaron a utilizar en confinamiento y que se ha convertido en el lema del Meicín. Ahora esa misma expresión se plasma en las camisetas promocionales que juntos diseñaron para poder hacer frente a todos los gastos que conllevó el cierre del Refugio durante el confinamiento. Ya llevan cientos vendidas. “Salud, amor y montaña”. Que así sea.
Salud, amor y montaña, nada menos, en uno de los lugares que guardo en el corazón de mi memoria. Espero conocer un día a Tania Plaza en el lugar elegido para que viva el suyo.