Los servicios jurídicos de la empresa pública han logrado algunos sonados éxitos en los tribunales, a pesar de la proliferación en Asturias de un mal que, en 2023, costó al erario público casi 25 millones de euros

Son las siete y cuarto de la mañana de un lunes cualquiera. Un amanecer normal, un día normal… Lo demuestran las decenas de personas soñolientas que, en el andén de la estación Sanz Crespo, aguardan la llegada del Cercanías matutino que les llevará a Oviedo, a sus puestos de trabajos y centros de estudio. Por fin, con ese retraso de unos pocos minutos que se ha convertido en un hábito, la megafonía anuncia la inminente llegada del tren… Y lo que entra a marcha lenta en la terminal deja a todos estupefactos: la librea reglamentaria roja y blanca del ‘caballo de hierro’, acorde a los colores corporativos de RENFE, ha desaparecido bajo una capa multicolor de grafitis, que lo cubre todo. Absolutamente todo. Chapas, bogies, escalones, ventanillas… Hasta los botones de apertura de las puertas. Es la prueba, inmortalizada en mil y un selfies que pueblan las redes sociales, de uno de los enemigos a los que la operadora ferroviaria pública se está enfrentando: el de las pintadas ilegales en su flota. Una guerra larga y costosa, que esconde un entramado de egos entre ‘artistas’, desafíos, apuestas… Pero que está reportando a RENFE un buen puñado de victorias.
Desde su despacho de la calle Foncalada de Oviedo, el abogado Francisco Gambarte y su equipo conforman la primera línea de ataque legal contra un mal que, a nivel nacional, esquilma anualmente millones de euros al erario público en limpiezas, reparaciones y, en los peores casos, sustituciones completas de convoyes. 25.000.000 euros sólo el año pasado, según la propia RENFE. La misma compañía a la que Gambarte representa en los varios procesos judiciales abiertos contra esos grafiteros. «Es un problema muy importante, y no sólo en Asturias, aunque hemos pasado a ser una de las regiones más afectadas», explica. Y es que la presencia de grafitis en los trenes ha sido, por pura lógica, una constante en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia, y vista como algo menor en las urbes y regiones de menor entidad. Al menos, hasta hace unos diez meses. Porque estos asaltos pictóricos a la flota ferroviaria, como tantas otras cuestiones de la vida, son cíclicos, «como olas; y ahora, en el momento en el que estamos, el Principado se encuentra en la cresta de una de esas olas«.

Gambarte sitúa en el verano de 2023 el comienzo de esta ‘marea’ que azota al ferrocarril asturiano, con un incremento de la intensidad todavía mayor a partir de Navidad. «Estamos sorprendidos, porque nos estamos encontrando vandalizaciones muy exageradas; de hecho, se pintan absolutamente todos los trenes, y no hay día que pase sin que te encuentres una unidad afectada», aclara Gambarte. En los autores identificados por la Brigada Móvil de la Policía Nacional hay poco del romanticismo de aquellos grafiteros contraculturales y antisistema, casi un remedo juvenil y artístico del Robin Hood del folklore medieval, que el cine ha popularizado en ciudades como Los Ángeles o Nueva York. Quizá lo único sea que «aún existen unos códigos de valores muy determinados; por ejemplo, nadie suplanta el tag, la firma de un compañero. Pero en España esta actividad, que es verdad que se copió de Estados Unidos, ha evolucionado de una manera muy diferente».
De entre esas diferencias a destacar, una de las más llamativas, y que trae de cabeza tanto a los letrados como a los cuerpos policiales, es la forma de operar de estas personas. «Hasta ahora hemos encontrado grupos de gente ciertamente veterana, muy organizados y jerarquizados, con tácticas estudiadas y una estructura casi paramilitar«, ahonda Gambarte. Dichos equipos se mueven por todo el territorio nacional, e incluso a escala internacional, buscando los mejores cotos de caza y presas sobre las que dejar su tag y sus dibujos. El ego sigue siendo el principal motor, algo a lo que han ayudado mucho las redes sociales, pero también hay un componente económico goloso. «En webs, foros y aplicaciones se juega bastante dinero; se retan para ver quién es el primero que ‘grafitea’ en un depósito concreto, o tal o cual unidad de nueva fabricación… Seguramente ahora se esté moviendo quién será el primero en pintar un AVRIL, un AVLO o las locomotoras de mercancías Euro 6.000 ‘Cero CO2′». Y Gambarte advierte: hoy es RENFE, pero el mercado ferroviario español está liberalizado desde 2005, y este fenómeno «no tardará en extenderse a los trenes de otras operadoras privadas«.

Las consecuencias estéticas saltan a la vista. Trenes enteros recorren la región convertidos en un mosaico multicolor que, en ocasiones, incluso pasa factura a los usuarios. Los dedos de Víctor Ortiz, vecino de Corvera, acabaron embadurnados de pintura fresca al pulsar el botón de la puerta de un Cercanías en la estación de Llamaquique. Y ese mismo día, en la de Sanz Crespo, la ovetense Adelaida Orduño se encaró con un empleado de RENFE para que le aclarase quién iba a pagarle la limpieza del bolso que se le acababa de echar a perder, al rozarlo contra el costado en otro tren. No obstante, el problema va mucho más allá. «De entrada, si han pintado las ventanas, el viajero no ve nada; es una sensación de encierro«, acota Gambarte. Además, en su parte inferior todo tren presenta una serie de anotaciones técnicas que, en caso de emergencia, indican a los equipos de rescate, por ejemplo, por dónde es seguro izar un vagón con una grúa; «si se tapan, cosa que pasa casi siempre, se puede llegar a comprometer la seguridad de la gente«. Por si fuera poco, los ‘artistas’ usan pinturas sintéticas que se ‘comen’ las gomas y el metal, y que sólo pueden quitarse mediante procesos industriales que corroen la chapa, lo que supone otra merma en materia de seguridad. «Hemos calculado que cada seis vandalizaciones hay que sacar un tren de las circulación para repintarlo por completo. Y en Asturias no andamos sobrados de trenes, precisamente».
¿Cómo desmantelar estas estructuras delictivas? Es difícil, desde luego. Sobre todo, por lo complicado que resulta sorprender in fraganti a los grafiteros. Noche tras noche, la Brigada Móvil peina vías y depósitos, pendiente de cualquier presencia sospechosa, pero el alto grado de organización de los grupos complica obtener resultados. Ahora bien, ‘difícil’ no es sinónimo de ‘imposible’; de hecho, muchas veces las autoridades cuentan con una gran baza a la hora de identificar a los autores: el tag de cada uno de ellos, ligado a un estilo concreto. «Imaginemos que una cámara de seguridad detecta a un grafitero, pero no se ve su rostro; la firma y el dibujo se pueden analizar grafística y grafológicamente, y como se tiene un banco de todas las denuncias, hay criterios para vincular a una persona concreta con pintadas en distintos sitios«, expone Gambarte. Fue así como, en abril de 2022, la Policía Nacional de Gijón desarticuló un equipo con raíces en Mieres, en el que fue uno de los mayores golpes contra ese mundillo. Y poco después de la pandemia un vecino de Burgos fue arrestado tras osar pintar el Transcantábrico a plena luz del día. En aquella ocasión, se le identificó gracias a un tatuaje característico, pero el sujeto acumula «cuatrocientos procedimientos por pintadas abiertos en el conjunto de España; sólo el atestado de la detención ocupa 4.000 folios».

Los registros en los domicilios de los sospechosos contribuyen a desmitificar aún más su figura. «Además de material para grafitis, discos duros y demás, a veces se han encontrado sustancias estupefacientes, balanzas… Es gente que se maneja muy bien, que viaja mucho y con una posición económica sorprendente«, comparte Gambarte. Para quienes se sientan en el banquillo y son condenados, las penas pueden oscilar entre multas de miles de euros, o hasta dos años de prisión con inhabilitación, aunque aquí también surge otro impedimento: la lentitud intrínseca a la Justicia española. «Los estamos juzgando al cabo de cuatro o cinco años, quedan muchos casos pendientes, y algunos son muy complejos; sólo en el de la banda desarticulada en Gijón hay unas 120 vandalizaciones, pero la Ley de Enjuiciamiento Criminal decreta que cada una debe ser instruida allí donde tuvieron lugar los hechos, así que se ha procedido a su reparto por todos los Juzgados de Asturias». Con cara opuesta de la moneda, en 2023 se dio un paso de gigante cuando el Tribunal Supremo pasó a considerar los efectos de los grafitis sobre los trenes un daño con todas las de la ley, desterrando la anterior consideración de esa actividad como una simple falta administrativa. Aun así, hoy por hoy «sólo se está reclamando el coste de una sexta parte de lo que supone la reparación completa de cada unidad ferroviaria afectada«.
Despacio y sorteando innumerables minas, sí, pero con constancia y resultados, la Justicia parece estar ganando terreno poco a poco a esos vándalos que han encontrado en el parque móvil de RENFE un lienzo para sus creaciones… Y un objeto de lucro en sus apuestas digitales. Aun así, Gambarte está convencido de que se podría lograr más, mucho más. En ese sentido, su gran petición final va dirigida expresamente al Ministerio Fiscal. «Salvo en raras excepciones, muchas de ellas protagonizadas por mujeres, nos gustaría un mayor compromiso de la Fiscalía en estos temas; creo que no alcanza a entender la trascendencia económica de lo que está pasando», concluye. «Entiendo que tiene más relumbrón aparecer como fiscal en un crimen pasional, que en algo como esto, que es cotidiano, exige mucho trabajo y coordinación con las autoridades; esto no va a dar tantos titulares en prensa. Pero hay que hacerlo; al final, todos lo estamos pagando«.