Hoy en día, no ha cambiado la esencia de los impuestos, de sustraer la riqueza al que la genera y derrochar lo obtenido en cosas improductivas, que apenas tienen utilidad para ser motor de progreso a la sociedad
Por Marcelino Llopis Pons
En mayo de 1873 el parlamento británico aprobó la ley del té, que imponía tasas a todas las importaciones de té a las colonias de ultramar, excepto aquellas que realizase la compañía de las indias orientales. Esto junto con otros impuestos que el gobierno británico había aplicado durante los últimos años, como la ley del sello. Generaron un gran descontento en las trece colonias, predecesoras de lo que hoy en día conocemos como los Estados Unidos, provocando la revolución del té, considerada en la actualidad como la predecesora de la guerra de independencia.
Hoy en día, no ha cambiado la esencia de los impuestos, de sustraer la riqueza al que la genera y derrochar lo obtenido en cosas improductivas, que apenas tienen utilidad para ser motor de progreso a la sociedad. Sin embargo, los gobiernos actuales han mejorado y mucho en marketing, en vez de ley del sello, o del té, le ponen eco delante, y ya parece que el expolio es por el bien de la ecología y del planeta, aunque ni un solo euro se dedique a dicho menester.
La propuesta de la ecotasa, aunque sobre el papel pueda parecer buena. Que los que vengan de fuera nos paguen el mantenimiento de nuestras ciudades, bosques y parques. En la realidad no funcionan, debido a que es un desincentivo al visitante, al encarecer de forma artificial el coste de sus vacaciones, sin que vea que dicho gasto extra repercuta en un aumento en la calidad del servicio obtenido, haciéndonos perder competitividad frente a nuestras regiones vecinas que no aplican este gravamen. Y entorpecería el crecimiento de un sector de nuestra economía en auge.
Además, este gravamen no solo afectaría a los foráneos, nosotros también tendremos que abonar la tasa cada vez que queramos ser turistas en nuestra tierra. Por ejemplo, si deseamos pasar unos días en uno de los magníficos alojamientos rurales de nuestra región. Por lo tanto, ni al final serán los de fuera serán los únicos que paguen este nuevo impuesto, y tampoco nos mejorará en nada nuestras ciudades y pueblos.
Esto tan solo es una prueba más, que la avaricia recaudadora de nuestros gobernantes parece no tener fin, este año se estima que el principado va a recaudar un 21% más que el año anterior, llegando a los 3 046 millones de euros (Villa, El Comercio 3/12/22). Pero la avaricia rompe el saco, crear nuevas tasas puede hacer que hasta incluso se recaude menos, ya que por cada visitante que decida no venir, no solo se pierde el ingreso por este nuevo impuesto, además se pierden los ingresos de su posible consumo. Y todo esto a la vez que se destruye el turismo en la región, que es uno de nuestros motores económicos, y sin proponer alternativa alguna de desarrollo.
Ya en el siglo XVII, el que fuese ministro en la corte del monarca francés de Luis XVI, Jean Baptiste Colbert dijo: “El arte de recaudar impuestos consiste en desplumar al ganso obteniendo la mayor cantidad de plumas con el mínimo de graznidos”. Arte que no domino años más tarde Jorge III, y su avaricia recaudadora provoco la independencia de las trece colonias, así que no solo perdió los ingresos de la tasa del té, sino que además perdió cualquier futuro ingreso de dichas colonias, sin contar con los gastos que supuso la guerra.
Quizás nuestros dirigentes, antes de promulgar nuevas tasas, deberían gestionar mejor los recursos de los que disponen, ya que este aumento de recaudación no se ha notado en una mejoría de los servicios públicos. Pero Asturias, no es Massachussets, aquí Colbert se sorprendería al ver que en vez de graznar se gime por cada pluma que nos arrancan.