Once años después de que comenzase la primera de las cuatro fases de actuación sobre el barrio degradado de Tremañes, los vecinos preparan una exposición de esta larga década de reivindicaciones y un homenaje a los fallecidos durante el proceso

No sólo las derrotas exigen el pago de un determinado precio. También las victorias. Y cuando el estruendo de la batalla se desvanece, la propia causa se erige en ganadora y aquella paz que nunca debió desaparecer vuelve a adueñarse del campo, llega el momento de festejar lo conseguido… Y de llorar por lo perdido. Mejor dicho, por aquellos que se perdieron. Esa es la dualidad de emociones que, estos días, se ha adueñado del poblado de Inuesa, uno de los ventrículos que dan forma ese corazón a la vez urbano y rural que es la parroquia de Tremañes. Once años después de que comenzase el proyecto municipal ‘Volúbilis’ para rehabilitar el que era uno de los cuatro barrios degradados de Gijón, la última de sus cuatro fases ha sido, por fin, completada. Ha costado, eso sí. De hecho, ocho años más de lo originalmente pactado, una demora que ha impedido a muchos de los vecinos, los de edades más avanzadas, llegar a ver el flamante resultado. Un detalle que imprime un sabor agridulce al éxito, y que ha llevado a la Comisión de Vivienda del barrio, constituida en aquel ya lejano 2014 y próxima a su disolución, a convocar un homenaje a los ‘caídos’. Se oficiará este jueves, a las 19 horas, en la capilla de Lloreda, en forma de una misa dedicada a los lugareños fallecidos, a la que complementará una exposición sobre este largo proceso que podrá visitarse en el gimnasio de la Asociación Vecinal el viernes, de 18 a 20, y el sábado y el domingo, ambos días entre las 11.30 y las 13.30 horas.
Las fachadas remozadas con aislamientos térmicos, las ventanas modernizadas, los modernos ascensores exteriores y los viales carentes de barreras arquitectónicas son el resultado visible de la puesta a punto de una zona cuya construcción comenzó en 1956, por obra y gracia del prestigioso arquitecto Juan José Suárez Aller, para dar cobijo en sus 224 viviendas, distribuidas en catorce bloques, a las oleadas de trabajadores que llegaban al calor de la industrialización de Gijón. Y es que el poblado de Inuesa era mucho más que un simple espacio en el que vivir y dormir… Su diseño respondía a un afán de autosuficiencia poco menos que revolucionario, al contar con establecimientos comerciales, una escuela, una iglesia… En definitiva, todo lo necesario para no depender del, en aquellos momentos, mucho más distante centro urbano. Pero el paso del tiempo y la merma del poder industrial fueron relegando el lugar a la categoría de barriada, y a comienzos del siglo XXI, con una población muy envejecida y sus días de gloria ya lejanos, quedó claro que esa progresiva degradación precisaba de ser corregida mediante una puesta a punto integral. En 2014 el Consistorio dio luz verde al proyecto ‘Volúbilis’, dividido en cuatro fases de rehabilitación, a razón de una por año. Una idea ambiciosa… Que no tardó en toparse con la realidad.
Las dos primeras se ejecutaron en los periodos 2015-2017 y 2017-2019, respectivamente, más o menos en tiempo y forma. Fue a la hora de acometer la tercera cuando todo se torció. El incremento de los costes de los materiales dejó desactualizado el presupuesto original, y el aumento de la demanda que siguió a la pandemia del coronavirus llevó a la renuncia de la empresa responsable de las dos primeras fases. Por si fuese poco, el proceso de licitación posterior quedó desierto después de que, entre excluidas y desistentes, ninguna de las seis empresas o uniones de ellas que optaban al contrato accediesen a él. Tampoco los cambios de Gobierno contribuyeron en positivo… Y, entre tanto, los vecinos más longevos fueron falleciendo sin llegar a ver cumplida la anhelada mejora del poblado, mientras los que quedaban redoblaban esfuerzos para exigir, rogar y revindicar el cumplimientos de lo prometido, y a la mayor brevedad. Un primer desbloqueo en 2022, y el reinicio de las labores de las dos fases restantes en 2023, se encontró con nuevos retrasos en los meses siguientes, que alimentaron nuevas protestas y reclamaciones de los lugareños, hasta que, por fin, en enero de este año la compañía ovetense Esfer retomó los trabajos, ahora completados. Terminaba así un periplo, en opinión de muchos, parecido a un calvario; el mismo que, ahora, la exposición en cuestión pretende hacer visible para propios y ajenos. Muchos de estos últimos, de hecho, se hallan en el mismo poblado.
«La mayoría de la gente que se está beneficiando es nueva, llegada hace poco para ocupar las viviendas de los que fueron muriendo«, comenta Juan José Jiménez, portavoz de la Comisión de Vivienda y artífice de este homenaje que, en esencia, bebe de las miles de fotografías y documentos que atesora. Y pocos como él, a sus 73 años y luchador en la brecha desde el principio, son conscientes, al mirar a su alrededor, del alcance real de ese precio que ha habido que pagar hasta ver el proyecto terminado… La conclusión es simple: muchas de esas personas que se han ido asentando en los últimos años «no han vivido todo lo que los veteranos sí pasamos; no saben que la rehabilitación estuvo a punto de no salir, porque había vecinos que pensaban que los obreros se les iban a meter en casa, y no querían«. El que esas negativas no prosperasen es algo que, ahora, tanto Jiménez como sus camaradas supervivientes celebran. «Hay que pensar que nosotros no pagamos nada, todo lo abonó el Ayuntamiento; y somos el único de los cuatro barrios degradados de Gijón que se ha mejorado por completo, porque los de Contrueces, Montiana y Portuarios siguen pendientes«, rememora. Algo que, prosigue, merece ser rescatado del olvido. «Todo esto se logró en base al concurso de ideas; fuimos pioneros en ello, pero mucha de esa gente que luchó no ha llegado a ver, por ejemplo, un ascensor de seis plazas dando servicio a su bloque… Nadie debería olvidar lo que ha costado tener un poblado digno«.