Si lo que se pretende es, de una vez por todas, avanzar en que incluso los que quieren ir con el coche hasta la Plaza del Ayuntamiento encuentren opciones más que razonables para no hacerlo, es necesario una intervención en conjunto, al menos en lo que se refiere a los aparcamientos disuasorios
Prometo que la batallita será corta. Allá por el 2015, cuando se comenzó a abordar la necesidad de tener un Plan General de Urbanismo en vigor en una ciudad que había visto como los tribunales habían tumbado los dos anteriores. Algunos locos de lo que en aquel entonces era Podemos llevamos doce puntos a una negociación para aprobar dicho plan. Además de nosotros, los únicos partidos que llevaron propuestas concretas, para ejecutar, fueron Izquierda Unida, que hizo un gran trabajo, y FORO, que se puso la medalla que aún lleva. En Podemos defendimos, dentro de esos doce puntos, uno muy concreto: la necesidad de dejar perfectamente definidos y urbanísticamente legales, que es lo importante, al menos seis aparcamientos disuasorios estratégicamente situados por todo Gijón. Estas seis zonas, que quedaron establecidas como un Sistema General de Infraestructuras fueron:
El actual parking detrás del Pabellón de la Guía, el parking de El Molinón, uno, de nueva creación, en la entrada de la Avenida del Llano hacia la parte no urbanizada del barrio de Contrueces, no hacia el Parque de Los Pericones, uno más junto a la rotonda de Viñao y el último, más al sur del polígono de Mora Garay, junto a la entrada de la Autopista “Y”.
Eso se aprobó por mayoría absoluta y está vigente. Pero no hay nada hecho.
¿A dónde quiero llegar yo con todo esto? Pues a dos sitios. El primero de ellos, a apenarme por la continua dinámica que tenemos en nuestra ciudad de volver una y otra vez a asuntos que ya deberían estar resueltos. Es decir, debatir la ejecución y el cómo debe ser un aparcamiento disuasorio aun en 2023, cuando ya debería ser un debate más que superado. Este continuo olvido y nuevo debate solo redunda en llegar tarde a los sitios. A todos. En este caso, llegar tarde a lograr una ciudad con el tráfico rodado más pacificado y con mejores humos, además de poder disponer de más superficie de calzada para otros usos que no fueran dar vueltas en coche por la ciudad. A llegar a tiempo al siglo en el que vivimos.
Y el segundo sitio al que quería llegar, y no en coche precisamente, es a preguntarme ¿qué narices se está haciendo en Gijón con la movilidad? Y ojo, sé que lo fácil sería lanzarme encima del actual concejal de movilidad, que sin duda está destacando por mantener una postura bastante ochentera (en sus políticas) pero que por otro lado no deja de ser la que parece que requerían sus votantes. Pero no, me refiero a que, a poco que pensemos mínimamente, nada tiene ningún sentido. Nada. Y desde hace ya décadas.
Hace nada teníamos una estación de trenes que nos depositaba en el principal nodo de movilidad de la ciudad. Se tiró. Y después se metieron cientos de millones para poner una estación, en peor sitio, pero enterrada. Estación y túnel del Metrotrén que lleva más de 13 años parada y sin visos de que avance. Sobre este respecto se han tenido más de 30 años de debates y de idas y venidas incomprensibles. En cuanto que comenzaba un nuevo mandato, en ciclos de cuatro años, nos olvidábamos de lo anterior y nos poníamos a discutir de lo mismo, para llegar al mismo punto.
Los aparcamientos disuasorios van por el mismo camino. Hace cuatro años que se aprobó un PGO que determinaba la ubicación de seis. No hay ninguno construido. Justo cuatro años después se pone sobre la mesa, ahora ya si, que se va a ejecutar el primero de ellos, el de la Avenida Portugal. Pero se hace con bastantes deficiencias. Por definición un aparcamiento disuasorio es un lugar donde uno deja el coche para desplazarse a otros puntos de la ciudad en otro medio de movilidad que no sea el vehículo privado. Esto puede ser caminando, en patinete, en bicicleta o en transporte público. Ninguno de estos aspectos parece que se haya valorado en la propuesta que se ha dado a conocer hasta ahora. Y si eso no se soluciona, no es un aparcamiento disuasorio, es un lugar donde se dejarán “tirados” los coches. Y peor que eso aún, como la Administración verá que eso es lo que va a pasar, lo corregirá aplicando unas tarifas de establecimiento que no tienen sentido si hablamos de un aparcamiento disuasorio, ya que tampoco es un parking al uso. Pero este debate de qué es un aparcamiento disuasorio, como insistía antes, resulta ya viejuno. Deberíamos tener esto claro, y en función de esto presentar un Proyecto acorde. Y un Proyecto acorde, además de todo lo anterior, conllevaría anunciar la inmediata ejecución de, al menos, otros dos aparcamientos disuasorios (o sea, la mitad de los que se proyectaron ya en 2015). Porque si no existe una actuación coordinada sobre la movilidad, tampoco sirve de nada. Nada conlleva una actuación en conjunto más necesaria que los flujos de movilidad en una ciudad. Si lo que se pretende es, de una vez por todas, avanzar en que incluso los que quieren ir con el coche hasta la Plaza del Ayuntamiento encuentren opciones más que razonables para no hacerlo, es necesario una intervención en conjunto, al menos en lo que se refiere a los aparcamientos disuasorios.
Y acabo con una anécdota que redunda en el auto-sabotaje que nos hacemos a veces los gijoneses: ¿sabéis cuál de los seis aparcamientos disuasorios se veía como el menos necesario de todos, desde la oficina de movilidad del Ayuntamiento de Gijón? Sí. Justamente el que primero parece que se va a hacer. Pues eso.