Los sujetos, tres en origen y cuatro al final, accedieron al edificio por una ventana, atrancaron las puertas y bajaron una cama de la planta superior a un salón de la inferior; los dueños creen que su intención era arrendar el espacio
Con más de un siglo de historia sobre sus cimientos, el palacete de don Ladislao Menéndez Bandujo, probablemente el más icónico de cuantos edificios jalonan el entorno de la gijonesa plaza Europa, es ya un elemento imprescindible de la historia de la ciudad. Protagonista de la curiosidad colectiva, de miles de fotografías, de teorías sobre su situación, de relatos y de leyendas de toda índole, desde la pasada semana lo ha sido también de su primera ‘okupación’. En algún punto de esos siete días tres personas, ajenas al nivel máximo de protección de que el veterano edificio goza en el catálogo urbanístico municipal, accedieron al interior, bloquearon las entradas y se instalaron allí. Afortunadamente, la reacción fue rápida, y en la tarde del sábado el Juzgado de Guardia emitía una orden de desalojo urgente; de hacerla cumplir se encargaron agentes de la Policía Nacional. Para entonces, eso sí, el número de ‘okupas’ había ascendido a cuatro individuos, todos ellos mayor de edad.
«Ni destrozaron, ni robaron nada, pero se te queda una indignación, una impotencia y un disgusto inmensos«, recuerda el abogado Francisco Javier Cifuentes, a la sazón miembro de la familia propietaria del inmueble. Fue su propia hija la que sobre las once de la mañana del viernes, al aparcar en las inmediaciones, vio a varios uniformados de la Policía Local junto al palacete. «Lo primero que pensó fue que se había caído algún cascote, pero no; había gente asomada, hablando con los agentes«, comenta su padre. De inmediato la joven alertó a sus familiares, y su progenitor no tardó en presentar dos denuncias; de hecho, en la segunda de ambas solicitaba la toma de medidas cautelares de desalojo, a la vista del alto valor histórico del edificio. Su petición fue atendida, y para las seis de la tarde del sábado el Juzgado de Guardia emitía la orden. Con ella en mano, la Policía Nacional desplegó varias de sus unidades en la zona, en previsión de incidentes, aunque bastó su presencia para que los ‘okupas’ abandonasen el bloque; eso sí, con alguna que otra queja, pues alegaron que sus pertenencias seguían dentro.
No obstante, la gran pregunta es… ¿Cómo llegaron hasta allí? A primera vista, el palacio de don Ladislao no parece especialmente vulnerable, estando como está rodeado de un cierre perimetral, con amplios portones y accesos bloqueados por hojas metálicas. Es más, tal como Cifuentes se apresura a aclarar el inmueble, construido en 1907, en contra de la creencia popular «nunca ha estado abandonado; lleva dos décadas sin uso, pero la familia acude a él frecuentemente para comprobar su estado, hacer mantenimientos… La semana pasada, mismamente, se completó una obra en los tejados». Nada de todo lo anterior fue obstáculo para los ‘okupas’. Todo apunta a que los sujetos saltaron el cierre por el flanco que da al Museo Nicanor Piñole, rompieron el cristal de una de las ventanas, empujaron las contraventanas y dejaron el paso franco. Para cuando los uniformados y los propietarios entraron, comprobaron que una de las camas, habitualmente situada en una estancia de la primera planta, había sido trasladada a un salón del piso inferior. Otras piezas de mobiliario también fueron desplazadas de sus lugares habituales aunque, por suerte, nada fue ni sustraído, ni dañado.
«Yo creo que lo que querían era alquilar espacio a otros sujetos«, teoriza Cifuentes, a la vista de la maniobra hecha con la cama, y de que, en el momento del desalojo, se había sumado un cuarto ‘okupa’ a los tres iniciales. Una hipótesis para nada descabellada si se tiene en cuenta que, según fuentes consultadas por miGijón, con anterioridad el cabecilla del grupo había sido expulsado del Albergue Covadonga. Un detalle no menor, que convence al abogado de que «su intención era montarse su propio albergue, y hacer caja«. En sus palabras hay una pequeña nota de humor, pero el malestar por lo sucedido sigue ensombreciendo su ánimo, bien palpable. Por el momento, puertas y ventanas han sido bloqueadas «de la mejor manera posible», con la esperanza de que un suceso similar no vuelva a repetirse. La tarea, sin embargo, no es sencilla, pues el elevado nivel de protección del palacete impide la instalación de rejas, puertas de seguridad u otros elementos más eficaces para impedir el paso de personas no deseadas.
Efectivamente, el del pasado fin de semana ha sido el primer intento de ‘okupación’ en la historia de este bloque, si bien en sus 117 años no han faltado unos pocos eventos amargos; casi siempre, robos, uno de los cuales sorprendió a Cifuentes siendo joven. Tal como rememora, «hará unos cuarenta años de eso. De aquella no había móviles para avisar, pero la Policía pilló a unos cuantos tipos dentro, con las manos en la masa; habían descolgado las lámparas para venderlas, y rompieron la tulipa de cristal de una de ellas«. El detalle puede parecer frívolo, pero debe tenerse en cuenta que «el 99% de lo que hay dentro data de 1907, es de un valor incalculable y, además, irremplazable; esas tulipas, por ejemplo, ahora no encuentras a nadie que te las haga…». Por eso mismo los herederos de Ladislao Menéndez continúan velando por el bienestar del inmueble, y así seguirán hasta que se resuelva su futuro. «Tenemos pendiente la rehabilitación del interior y de la torre«, detalla Cifuentes, no sin antes acotar que por ahora, y aunque lo haya estado hasta hace relativamente poco, el bloque no está en venta. Sólo cuando los trabajos pendientes se hayan completado «decidiremos qué hacer con él».