Tanto el Centro de Recuperación de Animales Marinos como la Dirección General de Pesca coinciden en aguardar a que el estado de la mar sea más favorable para soltar a los animales, rehabilitados tras resultar heridos por efecto de plásticos
El mal tiempo que se prevé que haga en los próximo días ha llevado al Centro de Recuperación de Animales Marinos de Asturias (CRAMA) del BIOPARC Acuario de Gijón, y a la Dirección General de Pesca del Principado, a decretar el aplazamiento de la suelta en mar abierto de los dos ejemplares de tortuga boba que se recuperaron de sus heridas en la primera de esas dos instituciones, inicialmente previsto para mañana martes. Tanto ambos animales, como los técnicos encargados de su cuidado y el conjunto de la sociedad gijonesa deberán esperar un poco más, hasta que el estado del Cantábrico sea el adecuado para garantizar la seguridad de la pareja de quelónidos.
Será preciso, pues, añadir una dosis más de paciencia a la dura historia de estas tortugas, la primera de las cuales fue rescatada en la playa de Bañugues en enero. En el momento de su hallazgo, una de sus aletas estaba aprisionada por una pieza de plástico, además de presentar restos del mismo material en su tracto digestivo. Los profesionales del CRAMA logrado restaurar su salud, aunque no sin antes amputar la extremidad estrangulada; aun así, las pruebas de natación demostraron que el ejemplar estaba en condiciones de retornar a mar abierto. Más trágico aún fue el periplo de su compañera, que poco después apareció en el puerto de Lastres sin un ojo, aquejada de neumonía y, de nuevo, con plásticos en su estómago. La rápida intervención de los técnicos del CRAMA, asistidos por sus camaradas del BIOPARC Acuario de Gijón, evitaron un desenlace que se preveía fatal.
La ahora pospuesta reintroducción de ambas tortugas en el medio marino se ha concebido con un doble objetivo en mente: por un lado, devolver a estos animales al mar y, por otro, concienciar a la población sobre la importancia del cuidado del medio marino, una cruzada que, mal que les pese a algunos escépticos, está en manos de todos los ciudadanos. De haberse mantenido un estado de la mar adecuado, los quelónidos (designación que bebe de la pertenencia de estos seres a la familia Cheloniidae) habrían sido llevados a varias millas de la costa, y soltados en una zona segura, lejos de las rutas habituales de las embarcaciones de los caladeros en los que acostumbran a faenar los barcos de pesca. Una iniciativa que, por el momento, y hasta que el tiempo dé una tregua, habrá de esperar…