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Según los últimos datos de Unicef, uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental diagnosticado, lo cual constituye una importante causa de sufrimiento que a menudo se pasa por alto
Los que pertenecemos a la Generación X y cursamos la EGB pensábamos que hacer terapia con un psicólogo era para gente que “estaba loca”. El desconocimiento de los problemas de salud mental era por entonces muy grande, y el tema era un tabú. Si bien es cierto que se ha avanzado mucho hacia la normalización de las enfermedades mentales, en la actualidad todavía no hemos conseguido romper por completo el estigma asociado a las mismas.
Según los últimos datos de Unicef, uno de cada siete adolescentes de entre 10 y 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental diagnosticado, lo cual constituye una importante causa de sufrimiento que a menudo se pasa por alto, pero que interfiere en su salud y su educación, así como en su capacidad para alcanzar su pleno potencial. Por ello, resulta imprescindible abordar el problema de la salud mental de los niños, niñas, y adolescentes, tanto por su bienestar en el presente, como por la prevención de problemas mentales en su futuro como adultos.
En este sentido, son muchos los factores que pueden dar lugar a problemas de salud mental en la etapa adulta. Así, no se trata sólo de atender a los niños, niñas y adolescentes que ya tengan algún trastorno mental, sino también de prevenirlos para que dichos trastornos no se lleguen a producir. Igualmente, es necesario abordar problemas psicológicos, como por ejemplo la ansiedad, que, aunque no lleguen a considerarse una enfermedad mental, sí que pueden ser causa de mucho sufrimiento.El objetivo debe ser actuar a tiempo para minimizar sus efectos.
Uno de los retos a los que nos enfrentamos es el acceso a la atención sanitaria en el área de la salud mental. Es necesario fortalecer los programas de prevención, detección precoz y atención en el ámbito de la Atención Primaria, garantizando además que los servicios sean accesibles para todos los niños, niñas y adolescentes independientemente de en qué región se encuentren y cuál sea su situación socioeconómica. Asimismo, se debe incrementar el número de profesionales especializados en salud mental de infancia y adolescencia. Por otra parte, resulta muy positivo comprobar que ya son cada vez más los colegios que incorporan psicólogos en sus plantillas. Debemos, por tanto, promover que los niños busquen ayuda cuando sientan que lo necesitan, y que sepan dónde pedir esa ayuda; para ello es necesaria una mayor inversión y recursos en salud mental.
En resumen, la salud mental en niños, niñas y adolescentes es un componente crítico de su bienestar y desarrollo. Comprender los factores que influyen en ella y aplicar estrategias de prevención adecuadas es esencial para garantizar una base sólida en la vida de los jóvenes. Estas estrategias están en línea con los objetivos de organizaciones como UNICEF, que buscan proteger los derechos y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes en todo el mundo.Y podemos contribuir a ello a través de medidas tan sencillas como escuchar a los niños, niñas y adolescentes, apoyar a sus familias y cuidadores para que entiendan mejor sus necesidades o garantizar que las escuelas apoyen la salud mental y sean entornos verdaderamente protectores del bienestar emocional.