
«El maestro debe contagiar el interés pausado en un mundo donde la pausa no existe. Fomentar la información en un bombardeo de desinformación vestida de redes asociales, eliminar etiquetas, ayudar a crecer desde la confianza mutua, hacer soñar con las nubes dejando atrás las pantallas»

Dentro de pocos días comenzará el nuevo curso escolar con, como ocurre en todas las generaciones, la emoción de los inicios. Seguramente, en estas fechas, más los que son padres o madres, recordamos estos días previos a la llegada a las aulas, uno de los primeros lugares a los que se va cuando amanece la infancia. El niño dice con orgullo «Voy al cole», dejando el «Me llevan al cole» para pocos momentos siempre más alejados de él. Cuando llega septiembre, volvemos la mirada atrás y percibiremos el olor del forro de los libros, la ilusión de los estuches coloreados, las ganas de probar ese lápiz tan afilado, esa goma de nata con la raya azul y roja en sus bordes, los rotuladores Carioca… Muchos objetos, aromas, sensaciones que quedan en el recuerdo de nuestro yo, que forman parte del imaginario de la generación del baby boom de la que formo parte.
Pero hoy quiero hablar de los y las docentes, no tanto de los y las niñas, sino del profesorado protagonista, junto con el alumnado, del proceso de enseñanza y aprendizaje. Creo que estamos viviendo un momento fundamental para la realidad educativa de nuestra comunidad autónoma. Quizás con retraso, se está produciendo en todos los centros asturianos una apuesta importante por la innovación educativa y eso es, en gran medida, gracias a la profesionalidad de los y las docentes asturianas. Debemos valorar su capacidad trabajo y vocación. Sus ganas por la labor realizada se ven reflejadas en la cara de la infancia, pues es el espejo de nuestra manera de entender la docencia, la imagen de nuestra ilusión. El maestro, la maestra, debe tocar al niño y lo toca con todo su ser, con la palabra, con el alma, con el respeto, con el respeto al tiempo del propio alumnado, muchas veces no contemplado. Eso conseguirá que el maestro permanezca en la vida de los niños y niñas incluso en su ausencia; recordemos la carta de Camus a su maestro al ganar el Nobel. Un buen maestro nunca deja de estar, aunque no esté. El maestro debe contagiar el interés pausado en un mundo donde la pausa no existe. Fomentar la información en un bombardeo de desinformación vestida de redes asociales, eliminar etiquetas, ayudar a crecer desde la confianza mutua, hacer soñar con las nubes dejando atrás las pantallas. El maestro, la escuela, debe, en una sociedad que gira a gran velocidad, poner la pausa, el tiempo. Qué necesario es el tiempo en la escuela, qué necesario es el tiempo para el niño, la niña… Qué necesario es el tiempo para aposentar lo que se hace inadecuadamente corriendo…
Volviendo a la innovación educativa, en nuestra ciudad hay centros educativos que están haciendo las cosas bien, muy bien. De manera callada están llevando a cabo procesos internos de desarrollo metodológico tremendamente interesantes para los cambios necesarios. Todo cambio en Educación precisa madurar con sus propios tiempos. Tiempos propios que no hagan tropezar el caminar de los niños, de las niñas. Lento, pausado, como debe serlo la creación de la cultura de los propios colegios. De nuevo, el tiempo. La importancia del tiempo. En esos centros en los que nos tenemos que fijar se está cambiando el lado resultadista por la mirada hacia el proceso. Si lo primero tiene tintes económicos y competitivos, lo segundo tiene connotaciones verdaderamente educativas. No diré ninguno de los colegios de los que miro con interés sus páginas web y sus redes sociales, pues creo que no sería justo con otras muchas cosas que se están haciendo de manera callada, y posiblemente no pueda opinar de ellas por desconocimiento, pero de verdad creo que las familias, la comunidad educativa, deberían estar muy confiadas en sus centros educativos. Con errores, claro, sin duda; con maestros ajenos a lo que estoy diciendo, también sin duda. La profesionalidad no entiende de profesiones, pero son pocos casos. La docencia en Asturias, en Xixón, es ejemplo de buen hacer y de ahí la gran satisfacción por parte de las diferentes patas de la comunidad educativa.
También debemos reflejar las políticas públicas realizadas durante muchos años para que Asturias esté a la cabeza de las comunidades autónomas en materia de educación. Son muchos los años en los que los datos reflejan el trabajo de la Consejería de Educación de manera continua. Trabajo al que acompañan recursos económicos, esfuerzo presupuestario para llevar a cabo medidas, y actuaciones reflejadas en los diferentes informes evaluadores de la calidad educativa. Pero no debemos dejar de valorar la labor docente también en dichos informes. El día 10 había prevista una huelga en el sector por una serie de peticiones realizadas en pro de las mejoras laborales y educativas. Este movimiento reivindicativo fue desconvocado por el compromiso de la Consejería de seguir ampliando recursos económicos y personales para favorecer la mejora en el campo de la educación, reflejo también de la capacidad de escucha, de negociación y de consecución de acuerdos del equipo de la Consejería. Cuando se habla de políticas, se habla también de recursos que las lleven a cabo, y debe ser necesario ampliar los presupuestos de un elemento clave en la construcción del mañana.
He hablado de los maestros y maestras. Me encanta el vocablo, dice tanto la palabra ‘maestro’… En el escrito debo modificarlo por docente, educador, profesora, para no ser reiterativo, pero defenderé siempre la palabra maestro como término que engloba lo que somos. Tras comentar algo sobre nosotros, debemos también hablar de las infraestructuras. Docentes y discentes estamos dentro de espacios educativos construidos y dibujados para los años 80, con necesidades diferentes a las actuales, con aulas no acordes a las tendencias del hoy, condicionantes de la práctica docente y del disfrute escolar. No podemos decir, ni exigir, que se cambien los espacios para ya, pero es fundamental desarrollarlo poco a poco si queremos hacer una escuela que cuide el alma, hacer del lugar hogar, cultivar el lugar para hacer escuela. Debe ser responsabilidad de todas las administraciones, desde Europa hasta el más pequeño municipio ese cambio paulatino preparándose para el mañana que ya es ayer. Los espacios favorecen el cuidado, y hasta que lleguen las dotaciones que permitan la flexibilidad espacial y reflejen la visión de que los espacios educan, debemos adaptar los actuales. De nuevo se mirará a los y las maestras, que además de docentes, psicólogos, nutricionistas, enfermeros, tienen esa posibilidad de ser decoradores. Pues sí, al final la vida de los centros está llena de color y de alegría por lo que hace el alumnado, pero por lo que señala, lo que muestra, no lo que enseña, el maestro. Me gusta más esa manera de entender la educación, hablando de enseñar en el sentido de guiar hacia algo con la libertad que el alumnado tenga para llegar a él. Acompañarlo, no cogerlo de la mano para llevarlo hacia donde tú quieras.
Por último, ningún escrito de educación debería terminar sin su presencia. Alumnos, alumnas, sois vosotras las que hacéis de esta profesión algo maravilloso. Esperamos no defraudaros.
Feliz curso.