Los vecinos que viven junto a la nave abandonada de Flex exigen soluciones, y recuerdan que “la culpa de que el edificio lleve más de 20 años abandonado es de los propietarios, pero el Ayuntamiento lo ha consentido”
Desde que cesó su actividad en el año 2001, la nave que albergaba la fábrica de colchones Flex ubicada en el entorno de Cuatro Caminos, en La Calzada, ha sufrido un progresivo deterioro que los vecinos de los edificios colindantes están hartos de denunciar. El abandono ha convertido la zona en un foco de suciedad que progresivamente ha ido adquiriendo el aspecto de un vertedero donde la gente tira basura indiscriminadamente, hace sus necesidades o pasea los perros sin recoger los excrementos. El resultado: la proliferación de ratas, mosquitos, nidos de avispas o plumeros de la pampa que crecen sin control trepando por las fachadas o metiéndose por las ventanas de las viviendas.
“Aquí al lado está la ‘ecomanzana’, y aquí, la ‘suciamanzana’”, asegura Luis Gallego, vecino de la calle del Aire. El edificio es propiedad de una empresa constructora que se encuentra en concurso de acreedores y que lleva años incumpliendo sus obligaciones de mantener el estado de la estructura y la limpieza de los alrededores. Tampoco, a pesar de las incontables peticiones presentadas por los vecinos, el ayuntamiento se encarga subsidiariamente de estas. “No se puede tolerar que un edificio lleve abandonado más de 20 años sin acometerse ninguna reforma en él. La culpa es de los propietarios pero el ayuntamiento lo ha consentido”, señala Manuel Gil, vecino de la calle del Aire. Y así, entre todos, la expresión “la casa sin barrer” define la situación que llevan años soportando y denuncian una vez más, con el hastío ante la falta de soluciones y la impotencia de no sentirse escuchados.
“En 29 años que llevo viviendo aquí ninguno de los partidos que han pasado por el ayuntamiento nos ha dado una solución”, lamenta Victoria González, vecina de la avenida Príncipe de Asturias. A sus demandas de petición de mantenimiento de la nave y limpieza de sus alrededores se suman los propietarios del Hotel Arbeyal que a diario se enfrentan a las quejas de sus clientes por el abandono de la zona cuando llegan al establecimiento. “Imagínate llegar a Gijón y que esto sea lo primero que te encuentras”, cuenta Liliana Cueto, su directora. “ Estamos proyectando una imagen de paraíso natural y cuando los turistas llegan, se encuentran con el paraíso de la suciedad”.
Un edificio deteriorado por el paso del tiempo y sus alrededores convertidos en un “vertedero”. “Hay ratas del tamaño de gatos. Tenemos miedo que se nos metan en los portales”
La historia de la fábrica de colchones Flex arranca en junio de 1967cuando esta inició su actividad en Gijón. Durante sus años de apogeo llegó a producir 600 colchones al día y tenía 200 trabajadores. En 2001 la compañía trasladó la producción a Bilbao, dejando sin uso el edificio de 10.000 metros cuadrados de extensión repartidos en cuatro plantas. Desde entonces, los terrenos, calificados como industriales, pertenecientes al Grupo Flórez y escriturados a nombre de la empresa construcciones Llorente, permanecen abandonados a su suerte, generando en la zona un doble problema: de seguridad y salubridad. El paso del tiempo ha ido deteriorando el estado de su estructura de la que cada cierto tiempo se desprenden elementos. “Tenemos un problema grave de seguridad”, asegura Inma Batalla, vecina del edificio ubicado en la calle del aire que se encuentra frente a la nave. “Cada poco caen cascotes de la fachada”, añade.
En el año 2008, tras permanecer okupado once meses, cerró con una malla los accesos a la nave. Sin embargo, los vecinos cuentan que aun hay jóvenes que se cuelan en su interior con el peligro que esto conlleva. “Trepan por la fachada y se meten por un agujero. Un día se va a matar alguno”, teme Batalla. Paralelamente al deterioro del edificio, el solar colindante se ha ido convirtiendo en un foco de basura y suciedad que los vecinos describen como un auténtico “vertedero”. “La gente ve que ya hay basura en la zona y tiran de todo impunemente”, relatan. “Nos hemos encontrado de todo: latas, envases, botellas…”, cuenta Gil Manuel. “Sueltan los perros como si eso fuera un área recreativa y no recogen los excrementos. Estos días hemos mirado y han tirado la manta de un perro, un sombrero de paja, unas cucharas de madera, un tendedero, un monopatín de alquiler, animales muertos…”, describen. “El otro día estuvimos quitando botellas y ya está lleno otra vez”, cuenta Juan Francisco Flores, presidente de la comunidad del edificio colindante con la nave de Flex y que trabajó durante 27 años en la fábrica. “Hace unos días bajamos a limpiar. Dejamos en una esquina un pequeño montón de basura pero EMULSA no se ha dignado a recogerlo y ahí sigue”, se quejan.
La suciedad es camino allanado para la proliferación de ratas cuyo tamaño genera “miedo” entre los vecinos. “El otro día saliendo del portal me encontré con una que salió debajo del coche y parecía un gato. Tenemos miedo de que se metan en los portales”, cuenta Manuel Gil. “Sales de casa y ves las ratas corriendo delante tuyo”, añade Marisol Fernández. También abundan en la zona las avispas y abejas que llegan a anidar en los pisos y el plumero de la pampa, especie invasiva que crece incontroladamente. Cuando florecen, explica Inma Batalla, “las semillas se nos meten en las casas, se agarran a las fachadas y crecen en todas partes. Nos van a crecer hasta en los pulmones, porque los estamos respirando”.
Un hotel con vistas directas a la suciedad y quejas de turistas por la mala imagen del lugar. “Imagínate llegar a Gijón y lo primero que te encuentras al bajar del autobús sea esto”
El Hotel Arbeyal, ubicado frente a la antigua nave de Flex también sufre las consecuencias de la mala imagen que causa en sus clientes el abandono y la suciedad. “Sentimos una impotencia terrible de tener justo en frente de su negocio un entorno abandonado y en ruinas”, confiesa Liliana Cueto, propietaria del establecimiento. “Las quejas de los turistas contra la imagen que nos rodea, de suciedad, ratas, insectos, son continuas”, relata. “Nos dicen que no quieren habitaciones que den para la nave porque están rodeados de suciedad, tienen miedo. Hemos perdido concursos y operativas por culpa de lo que nos rodea”. Cueto lamenta la imagen que la ciudad proyecta ante los centenares de visitantes que durante todo el año llegan al establecimiento que cuenta con 90 habitaciones. Los propios vecinos son testigos a diario de los comentarios de los turistas que esperan para registrarse. “Hemos escuchado cosas del tipo ‘no damos la vuelta porque no podemos’ o ‘vaya ciudad a la que venimos’. Los propietarios del hotel, al igual que los vecinos, también han presentado al ayuntamiento decenas de peticiones para que se lleve a cabo un mínimo mantenimiento y limpieza de la zona, hasta el momento sin resultado. “Cuesta mucho mantener un negocio abierto para que una cosa ajena a tí te perjudique de esta manera” .
Dos décadas de abandono y multitud de peticiones sin respuesta. “Necesitamos que nos den una solución”
Los vecinos aseguran haber intentado por todos los medios a su alcance, pedir una solución para la situación que viven pero a día de hoy el problema se encuentra en vía muerta. Por un lado, la empresa propietaria de la nave y los terrenos colindantes, construcciones Llorente, se encuentra en concurso de acreedores y de momento ha incumplido los requerimientos por parte de la administración para que cumpla sus obligaciones de limpieza y mantenimiento de la zona. Desde que le abrió expediente en 2005, el consistorio ha ido imponiéndole sucesivas multas pero los desde servicios municipales reconocen que hace tiempo ya que ni siquiera recogen las notificaciones. En un informe de 2018 la arquitecta técnica municipal reconoce que “el expediente se ha prolongado demasiado tiempo para no tener contento a nadie” y propone que “dado que la franja llena de maleza no tiene mayor interés ni uso que implique su mantenimiento, se ha de proceder a la eliminación de la franja vegetal y el hormigonado de la zona, cuyo presupuesto no debería superar los 2000 euros”. Una propuesta que nunca se llegó a ejecutar.
Durante estos años llegaron a estar sobre la mesa algunos proyectos de uso para la nave como la construcción de un supermercado con gasolinera cuyo permiso se denegó por la proximidad de las viviendas o su conversión en un almacén logístico para otra cadena o el plan “Gijón Fabril” anunciado en 2019 y que incluía la construcción de varias torres con hasta 300 viviendas frente a la avenida Príncipe de Asturias pero ninguno de ellos se llevó a cabo. Así las cosas, el hartazgo e impotencia es generalizado entre los vecinos que lamentan, tal y como reconoce Marisol Fernández que “estamos como al principio” y exigen al ayuntamiento que se haga cargo de la limpieza de la parcela exterior por el peligro que supone para la integridad de las personas y la salud pública. “En 29 años que llevo viviendo aquí ninguno de los partidos que han pasado por el ayuntamiento lo ha solucionado”, lamenta Victoria González. “Cuando están en la oposición, todos critican el estado del solar pero cuando llegan al gobierno ninguno hace nada”, apostilla Gil Manuel.
Testigos de los años de esplendor de la fábrica, los extrabajadores y vecinos del edificio contiguo Luis Gallego y Juan Francisco Flores, lamentan la sensación de que el tiempo se ha detenido en ese lugar muy próximo a las calles donde se están ejecutando las obras de la ‘ecomanzana’ de La Calzada. “Aquí al lado está la ‘ecomanzana’, y aquí, la ‘suciamanzana’”.