Las fuertes corrientes y el oleaje nocturno han vuelto a depositar en la playa verdaderas balsas de esos elementos, una imagen ya familiar para los bañistas y usuarios del principal arenal gijonés
Como cada año, el otoño ha orquestado sus tradicionales cambios en la luz y la temperatura, en la tonalidad de los cielos, en la coloración vegetal… Y también en la estética de la playa de San Lorenzo. Desde hace semanas, y como ya es tradicional en esta estación, quienes gustan de pasear por el principal arenal gijonés, disfrutar de su amplia extensión con sus mascotas e, incluso, aquellos valientes que todavía mediado noviembre se atreven a darse un chapuzón, encuentran cada mañana la orilla cubierta de vastas masas de algas, que se extienden, incluso, hasta el borde del Muro. Una estampa ya familiar, pero que este domingo ha cobrado especial impacto por la cantidad de esos elementos que la combinación de fuertes corrientes y de intenso oleaje han depositado en tierra.
Entre los presentes en la playa no han faltado los comentarios, los análisis improvisados de la situación y, en ocasiones muy puntuales, la percepción de suciedad. Nada más lejos de la realidad. Como organismos naturales que son, esas balsas vegetales no entrañan ningún riesgo higiénico… Excepto por la cantidad de envases de plástico, trozos de papel, compresas usadas y demás desechos humanos que la sociedad sigue arrojando a los mares, y que, como es frecuente, regresan a tierra enredados en las algas. Así, una circunstancia como la de esta mañana podría ser estupenda para alimentar una profunda reflexión sobre el necesario cuidado del planeta y, por extensión, de la salud de todos los seres vivos que lo habitan.