Vecinos de Roces captan con sus smartphones este fenómeno luminiscente que, este año, ya ha dejado en varias ocasiones escenas impresionantes en los cielos del municipio
A dos semanas para su esperado encendido, al alumbrado de Navidad le ha surgido, sin embargo, una seria competencia en los cielos de Gijón. Y, esta vez, en absoluto gracias a la mano del hombre, afortunadamente. En la noche de este pasado jueves el firmamento del municipio volvió a verse iluminado por esas visitantes esporádicas e inspiradoras, 100% naturales, habitualmente propias de latitudes más septentrionales, pero cuyas recalas se han convertido en algo tan esperado como familiar: las auroras boreales. Así, desde puntos del concejo como el barrio de Roces los vecinos pudieron captar con sus smatphones este fenómeno luminiscente, si bien el de ayer fue sensiblemente más tenue que el registrado en mayo, de largo mucho más espectacular.
Para los profanos en cuestiones atmosféricas, las auroras boreales se generan cuanto el viento solar perturba la capa conocida como magnetosfera, que envuelve como una película el planeta con el objetivo, precisamente, de desviar esos vientos emanados del ‘astro rey’. Esas perturbaciones alteran la trayectoria de los electrones y protones que integran el llamado plasma magnetosférico y, al precipitarse contra la Tierra, generan esos bailes de colores celestiales, al trabar contacto con la atmósfera terrestre. En fin, una muy sintética explicación científica que, por otra parte, no resta ni un ápice del romanticismo de este acontecimiento, que sólo es posible disfrutar, eso sí, desde áreas elevadas y profundamente oscurecidas.