«Amigos del cargo público: no brinden por la tradición del barrio alto si en el fondo la desprecian con todas sus fuerzas»
Son muy generosas las buenas gentes de la Asociación de Festejos de Cimavilla. Se dejan las manos, el tiempo y la ilusión en intentar recuperar lo que se perdió por la incompetencia de unos políticos locales que demuestran una mezquindad que va más allá de las siglas y los pactos entreverados. Mezquindad que permanece pegada a la piel y al cargo cual sabandija criada en el lodazal. Esta semana comenzó con una agradable sorpresa: la espectacular decoración en el corredor de la Casa del Chino con serpentinas azules y amarillas, los colores del barrio. Laura, Alejandra, Omar y otros cuantos brazos amigos estuvieron colgando hasta las cuatro de la madrugada de un martes lluvioso el último cartel de las fiestas en 2018: un tiburón, la cabeza de un dragón y un pulpo gigante… para vergüenza de alcaldesa y adláteres (si es que la conservan). Foro en su última etapa y PSOE en esta, evidenciaron y evidencian una falta de interés preocupante por el universo playu y sus fiestas. La de Los Remedios y La Soledad, celebraciones que llevaban años arrastrando presupuestos ridículos. Con una asociación de festejos que adelantaba dinero cruzando los dedos y esperando que las barras salvaran muebles, adornos, conciertos, pasacalles… el trabajo denodado para cerrar la espuela al verano gijonés con las dos mejores semanas de fiestas en toda la ciudad. Ni Begoña, ni Begoño, ni la Semana Negra, la verde o la colorada, ni Metrópoli o el invento ese que se saca de la manga (por segundo año consecutivo) la Fundación de Cultura y de paso coloca una medalla de hojalata en la solapa de Miguel Barrero, Festival Al Resve, y también dos huevos duros.
Amigos del cargo público: no brinden por la tradición del barrio alto si en el fondo la desprecian con todas sus fuerzas. Los playos quieren engalanar otra vez sus calles y recuperar las celebraciones hurtadas, en su jerga o en la de los burócratas, pero no les den migajas, no se rían de los vecinos una vez más. Pasados los años, este barrio sigue sin contar con los servicios básicos, los que tienen en otras zonas de la villa. Cercenado, aislado por las autoridades municipales que solo piensan en los que están de paso. El atajo como norma o lema, ya conocemos la letanía: turismo y ladrillo. Cortas son las miras y cortas las propuestas. No hace mucho, los bajos de San Eutiquio (insalubres y en estado ruinoso) acogían las magníficas creaciones que decorarían las calles de la francachela.
Y a estas horas sueña el menda con una madrugada desatada y libertaria, en las primeras bocanadas de septiembre, donde se puedan colocar medusas enormes, caballitos de mar descomunales y cabezas de Groucho Marx como venturosas barricadas en los principales accesos de mi querida Cimata. Habrán de tomar, esa madrugada, títulos de ciudad o república independiente la península y la ensenada. El territorio comprendido entre Los Remedios y La Soledad, algunos probarán la cucaña en el muelle, aunque no quieran. Arderán petardos, voladores, iluminando la negra noche. Y en esos minutos locos una suerte de Pepe Isbert pregonará a los cuatro vientos desde el corredor del Chino las siguientes palabras: «Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación y unas fiestas, y esa explicación y esas fiestas que os debo os las voy a pagar».