Irene Martínez echa la persiana a uno de los últimos negocios literarios que abrió en la ciudad solo con buenas palabras para el gremio: «Hay una cantidad de librerías y editoriales que hacen un trabajo precioso para promover la lectura, vivir en Gijón como lector es un lujo»
«Lo de Gijón con los libros y el mundo editorial es increíble». Al oír hablar a Irene Martínez, nadie diría que dentro de una semana echará la persiana para siempre a su librería, La Quince, ubicada en el número 52 de la calle Alarcón, pero tras dos años haciendo su propia contribución al idilio entre la ciudad y la literatura, solo guarda buenas palabras y (todavía) fascinación ante este fenómeno: «La cantidad de editoriales que hay y que hacen un trabajo precioso como Duermevela, Satori o tantas otras… Y librerías como La Revoltosa, La Madriguera o Imperia, son personas poniéndole una cantidad de ganas para promover la lectura… Que vivir en esta ciudad como lectora o persona apasionada del mundo editorial es un lujo, no te hace falta irte a una gran ciudad como Madrid».
Después lanzarse a la aventura emprendedora con 24 años y aportar a sus vecinos del barrio La Arena la fantasía propia de la narrativa durante todo este tiempo, a Martínez no le ha quedado más remedio que reconocer que «los números no daban», por lo que Gijón tendrá a partir del miércoles 18 un negocio de libros y papelería menos en sus filas, algo que en opinión de su responsable, puede servir como ejemplo con el que pensar sobre «el papel que cumplen los negocios de barrio» sea cual sea su desempeño, ya que el trato personal, la cercanía y la comunidad que se crea «yendo a ver al carnicero o la frutera de tu zona no es comparable a comprar en Carrefour». Irene debía el nombre del espacio a su abuela, ya que la Esclusa nº15 del Canal de la Mancha era el lugar en el que esta pasó los primeros años de su vida hasta mudarse a Gijón. «Siempre hablaba de ‘la quince’ y es un homenaje hacia ella», explica. Su local también ha servido como ‘esclusa’ literaria que abría las puertas a todo tipo de lecturas, ya que vendía «de todo», aunque con cierta inclinación por la novela fantástica y juvenil.
Martínez ha recibido estos días la visita de muchos clientes e incluso de algún no lector que vive por la zona. Estos últimos manifiestan que «aunque no hayan comprado mucho en la tienda, les da mucha pena que desaparezca» del barrio. «Eso me hace sentir mejor porque simboliza que el negocio ha supuesto algún cambio para los vecinos». La emprendedora recuerda que cuando abrió, muchos se volcaron en ayudarla, ya que tuvo la suerte de heredar el local de un vecino del barrio que tenía una tienda de alimentación y le recibieron «con los brazos abiertos». «Fue una bienvenida súper bonita, una vecina del edificio me trajo plantas para decorar la tienda incluso», relata.
«Debemos pensar sobre el papel que cumple el pequeño comercio en un barrio sea cual sea su desempeño, ya que el trato personal y la comunidad al ir al carnicero o la frutera de tu zona no es comparable a comprar en Carrefour»
Sin embargo, y a pesar de la integración tan positiva por los residentes y del interés de todos los niños que transitan por la zona para ir al colegio, la ubicación ha podido jugar una mala pasada al negocio. Alarcón es una calle que parecía vivir «un florecimiento» con nuevos comercios como el de Martínez, pero la librera considera que sigue pasando desapercibida para muchos dentro de un barrio «con muchos pisos vacíos y otras vías con más tránsito dedicadas a la hostelería». También está el gran dilema de las librerías pequeñas y que responde al nombre de Amazon o franquicias como La Casa del Libro, donde curiosamente el problema no pasa por la «competencia desleal» sino por el desconocimiento: «Mucha gente no sabe que existe una Ley del Libro que establece que el precio de un ejemplar es el mismo para todo tipo de negocios, el que pone la editorial y al que solo podemos aplicar un 5 o 10% de descuento en momentos especiales como la feria, por eso vas a pagar lo mismo comprando en la librería de tu barrio que haciendo el pedido por Amazon«.
La empresaria considera importante «que todo el mundo conozca que existe esa ley» aunque a partir de ahora no vaya a involucrarle de forma directa. Martínez cierra una puerta a un negocio de libros, pero no a la literatura ya que sus esfuerzos se reorientarán desde ya en intentar asomar la cabeza dentro del mundo de la traducción editorial. Seguirá formando parte de la devoción por las letras desde otra parte del mundillo aunque admite que le ha encantado pertenecer durante un tiempo a la «primera línea» de frente.