«¿Os imagináis pasear por Taramundi y que, en vez de praos o avellanos, hubiera plumero? Pues de eso estamos hablando»
Esta semana saltaba la noticia de que ha aparecido una nueva especie, de fauna en este caso, invasora en Asturias. En concreto, en el Puerto de Avilés, en San Juan de Nieva y en el Puerto Deportivo de Gijón un equipo de investigadores de la Universidad de Oviedo y del SERIDA (Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario) ha encontrado una especie exótica e invasora en nuestras aguas. Una especie de ‘gusano plano’ (planaria) denominado Postenterogonia orbicularis.
Y me vais a perdonar, pero creo que es una buena semana para hablar, aunque sea brevemente, de las especies exóticas invasoras que, aunque nos pueda parecer como algo ajeno a esta maravilla de territorio que es Asturias, y Gijón, no lo es, ni mucho menos. Pero, antes de proseguir, cerremos el capítulo del gusano invasor localizado por primera vez en Asturias, y que a su vez es la primera vez que su presencia se certifica en España y en Europa. Tiene, básicamente, todas las características de las especies invasoras. En este caso, es un enorme ‘depredador’ de mejillones y ostras, entre otros, con lo que ya os podéis imaginar lo que puede ocasionar su presencia incontrolada en nuestros ecosistemas marinos, y también en aquellas explotaciones situadas en ese entorno. Un desastre.
Pero este hecho, lejos de ser anecdótico y de servirme a mí para daros un poco la paliza medioambiental de la semana, es algo demasiado frecuente, diario. Vivimos rodeados en nuestro entorno de especies exóticas invasoras que constituyen y conforman, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el mundo. Hay decenas, cientos, de estudios científicos en esta línea y con similares conclusiones. La pérdida de biodiversidad implica la destrucción de los ecosistemas, y supone un gran riesgo para el medio ambiente y las personas. Biodiversidad significa, literalmente, «variedad de vida». Que haya biodiversidad es, por ejemplo, que cuando paseamos por el monte – o paseando por la playa, o mirando al mar, o por la ventana- se vean tantas plantas, hongos, líquenes y animales grandes y pequeños. Que no la haya es imaginarse adentrándose en un eucaliptal, o disfrutar del panorama que ofrece el arcén de una carretera plagado de plumero de la Pampa. Terminar con la biodiversidad es terminar con la vida tal y como la conocemos. Por eso es tan importante, y necesario, ser conscientes del problema que supone la propagación de especies exóticas invasoras por un territorio como Asturias (y por cualquiera, pero ahora bajemos al terruño).
Vaya por delante que una parte de las Administraciones públicas son conscientes de ello, y ponen interés y dinero en erradicarlas, pero sin duda estamos lejos de ser conscientes de que el esfuerzo debe ser mayor, y debe ser siempre basándose en actuaciones transversales. Es decir, no sirve de nada que la Administración X actúe contra una especie, y la Administración Y, en sus competencias, no lo haga. Las especies no funcionan a través de la burocracia, sino de la reproducción y la colonización. Y ya vamos tarde.
Quizá para darle un poco de contexto os puedo poner algunos ejemplos de especies que amenazan nuestros ecosistemas en Asturias; solo algunos porque, desgraciadamente, la lista es larga. Una de las especies de flora invasora más conocida es la Cortaderia selloana (nombre científico), o plumero de la Pampa, esa especie que vemos tan a menudo creciendo en taludes de carreteras, solares abandonados, zonas de costa, suelos degradados, etc. Pese a llevar varios años, y mucho dinero invertido en proyectos para meterle mano, por motivos múltiples – no solo la inacción de la Administración, sino nuestro propio desconocimiento que hace que los plantemos en jardines, fincas o los usemos como decoración, sin pararnos a pensar en que el plumero está lleno de semillas que se pueden dispersar e invadir nuevos espacios -, favorecemos su desarrollo, ocasionando que desplace a especies nativas y se cree un todo monoespecífico de plumero. ¿Os imagináis pasear por Taramundi y que, en vez de praos o avellanos, hubiera plumero? Pues de eso estamos hablando. Pero hay especies a esgaya más allá del plumero (y a partir de aquí me tomo la licencia de no incluir los nombres científicos por una cuestión de espacio), como el bambú, el arbusto de las mariposas, el ‘amor de hombre’, la vara de Santa Teresa… O especies arbóreas, como la acacia negra, la mimosa… El eucalipto (dejaremos para otro día el melón de las especies foriatas que dan un rendimiento económico). Sin olvidarme de la fauna, que coloniza nuestros ríos y montes y depreda de las especies autóctonas, o las enferma, o acaba con sus recursos alimenticios, como el cangrejo señal, el visón americano, el mapache o, la más famosa de todas últimamente, la avispa velutina.
Esto es solo una brevísima reseña de lo que nos rodea. Muchas de estas especies, aunque su nombre no os suene, comparten espacios con vosotros, en Gijón, o en otros entornos – la playa, el paseo por el pueblo, el solar abandonado del barrio -, y todas ellas han llegado ahí por la acción del hombre. Algunas plantas tropicales, para su uso en jardinería; animales, para un uso recreativo de la caza o la pesca, o como mascotas que se acaban escapando… Combatir todo esto, sin duda, pasa por una necesaria labor de educación ambiental. El cambio climático, el calentamiento global y los procesos climáticos son primos hermanos de la pérdida de biodiversidad, y todo junto va camino de convertir en un erial nuestro paisaje.
Para que os hagáis una idea, a nivel estatal tenemos un Real Decreto 630/2013 que regula el catálogo español de especies exóticas invasoras. Más allá de eso, y de estrategias que han establecido algunas asociaciones, y no muchas Administraciones públicas, en Asturias existe un documento que en 2006 promovió la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, junto con la Obra Social ‘La Caixa’, que habla sobre las plantas alóctonas invasoras en el Principado de Asturias. Sin duda, es insuficiente, porque a lo que nos enfrentamos no es otra cosa que pasar de una Asturias de muchos colores, olores y sensaciones, a un territorio colonizado por la monotonía y la muerte del paisaje tal y como lo imaginamos. Y eso solo se combate con educación, formación e inversión.
Nos jugamos mucho.
Pues, realmente, de todo lo mencionado, la especie que modela el paisaje de forma masiva en Asturies es la quebel artículo deja para otro día. Toda la Asturies de costa y hasta unos cientos de metros de altura es un monocultivo de eucalipto. Y también lo será más al interior con la introducción del nitens, como lo es Galicia y Portugal.
Las fincas abandonadas que son colonizadas por el plumero de la pampa, por ejemplo, pasarán a ser ocupadas pronto por árboles pioneros que consigan asentarse entre los plumeros y luego el bosque ganará. A lo que no suele ganar el bosque es a la plantación consciente de unos eucaliptos que brotan y rebrotan después de los incendios que ellos mismos propagan. Y, si no, los replantean.
Es un dolor ver todos los concejos de costa.