Uno de los testimonios más desgarradores es el de Yolanda Pérez, ayudante de cocina que llegó a perder a los bebés que esperaba: «No sabía ni llegar a casa. Tenía que llamar a mi hermana para que me viniera a buscar”

Este miércoles, La Sexta recuperó uno de los casos más oscuros y aterradores que sacudió Gijón hace una década: el envenenamiento sistemático de los trabajadores de la sidrería El Lavaderu. Un suceso que pudiera ser la trama de una novela negra, pero que tristemente sucedió en la realidad y afectó duramente a los trabajadores del establecimiento, que hoy en día siguen lidiando con las secuelas. Todo comenzó en 2002, cuando los empleados empezaron a notar que algo extraño sucedía. «Tenían olvidos muy raros», explica Roberto Campomanes, encargado entonces del local. Lo que al principio empezó en forma de episodios aislados de pérdida de memoria, pronto se acabo siendo una pesadilla continua. Los trabajadores caían en estados de confusión, con síntomas que iban desde amnesias temporales hasta comportamientos alarmantes, como intentar saltar por una ventana sellada. «Cada vez se iba haciendo más fuerte y más frecuente».
Uno de los testimonios más desgarradores es el de Yolanda Pérez, ayudante de cocina, que cuenta cómo llegó a un punto en el que ni siquiera podía escribir: «No sabía llegar a casa. Tenía que llamar a mi hermana para que me viniera a buscar”. Recuerda cómo su salud mental se deterioraba sin explicación aparente. Las visitas al hospital eran constantes, pero los médicos no encontraban ninguna razón lógica para esos extraños síntomas. Lo más inquietante es que, cuando los trabajadores salían del restaurante, empezaban a mejorar. Sin embargo, al regresar al trabajo, los síntomas reaparecían, cada vez con mayor intensidad. «Hubo muchos ingresos hospitalarios», señala Yolanda, que confiesa que la situación llegó a tal extremo que, en su tercer ingreso, no reconocía ni a sus amigos de toda la vida. La confusión era total, y el sufrimiento de los afectados, insoportable.
El horror alcanzó su punto más alto cuando Yolanda, embarazada de gemelas, perdió a sus hijas. «Estábamos en el servicio y me puse mala», recuerda con dolor. En la ecografía, le dieron la devastadora noticia: las niñas habían muerto. Los malestares continuaron y uno de los compañeros, Juan ‘El Pistolas’, cocinero en el local, fallecía en mayo de 2011. Para entonces, el responsable de lo que estaba ocurriendo aún seguía sin ser descubierto, y el personal de El Lavaderu vivía con el temor constante de no saber qué estaba afectando su salud. Finalmente, la verdad salió a la luz: uno de los empleados estaba envenenando deliberadamente a sus compañeros. Durante años, había introducido pequeñas cantidades de veneno en sus comidas y bebidas, causando estragos en la salud mental y física de quienes trabajaban en la sidrería. El envenenador fue arrestado y condenado, pero el daño ya estaba hecho.
Si bien Los investigadores no lograron demostrar la implicación de Andrés ‘El Candasu’ en la muerte de dos compañeros de trabajo, el caso relacionado con el envenenamiento de sus compañeros llegó a juicio, y Eva, su amiga leal y la única trabajadora que nunca enfermaba, también fue acusada de encubrimiento. Durante el juicio, ‘El Candasu’ negó todas las acusaciones en su contra. Junto a Eva, argumentó que los problemas de salud de sus compañeros eran el resultado de una vida marcada por excesos de drogas y alcohol. Finalmente, el tribunal condenó a Andrés Avelino, conocido como El Candasu, a 48 años de prisión por 12 delitos y 6 faltas de lesiones. Tras recurrir la sentencia, su pena se redujo a 36 años, mientras que Eva María fue absuelta de todos los cargos. Una década después, el responsable ha cumplido su condena y se encuentra en libertad, algo que genera preocupación entre sus víctimas, que han vuelto a cruzarse con él en las calles de Gijón. «Es muy difícil lidiar con eso, saber que la persona que te hizo tanto daño está libre», comenta uno de los antiguos trabajadores que prefiere mantenerse en el anonimato.