Viesques, La Providencia y El Coto son los protagonistas del primer reportaje «barrio a barrio» por el 8M
En la semana de la celebración del Día Internacional de la Mujer, miGijón inicia una serie de reportajes para poner en valor el trabajo que realizan las vocalías de la mujer de las asociaciones de vecinos de la ciudad. Un recorrido barrio a barrio para conocer a sus responsables, en muchos casos, mujeres históricas del feminismo en Gijón, con las que repasaremos el camino recorrido desde el nacimiento de las vocalías a principios de los años 90, así como las actuales necesidades de la mujer, comunes y diferenciadas, según cada zona de la ciudad. El reto común de todas ellas: seguir avanzando en igualdad. Hoy arrancamos con las vocalías de la zona Este: Viesques, La Providencia y El Coto.
Viesques: Las “Chicas de oro” que una vez al mes dejan al marido con “la latina” (de mejillones): “Viajar es para nosotras una terapia colectiva”
El motor que mueve la intensa actividad de la vocalía de la mujer de la AVV de Viesques se llama Ernestina Álvarez. Tiene 71 años y trabajó durante tres décadas como cocinera, tiempo durante el que dice, “reventé”. Como a muchas mujeres de su generación, le tocó cuidar del marido, los hijos, luego los nietos y finalmente los padres. “A esta generación nos ha tocado todo”, asegura. Ernestina llevaba ya años organizando los viajes mensuales de la asociación hasta que a mediados de 2023 le animaron a ponerse al frente de la vocalía. Para Ernestina, el trabajo que desarrolla al frente de la vocalía, exige un alto nivel de dedicación que define como “cansado” pero “muy agradecido”. Es más, dice, “soy yo la que les doy gracias a ellas porque también hacen sentirme bien. Lo único que echo de menos es no ser más joven para no poder hacer algo más”.
Las actividades y talleres que organizan tienen lugar en los locales del CHAS donde por ejemplo, estos días, acuden a un curso de danzaterapia. A esta clase acuden vecinas del barrio como Maria José que cuenta: “Lo pasamos muy bien. Coordinamos, socializamos, todo es positivo. Te da alegría y sales un poco de tu entorno”. Isabel, otra de las alumnas, asegura que gracias a las actividades de la vocalía ha conocido a mucha gente del barrio: “Socializamos y nos enteramos de las cosas”. Aparte de estas actividades, la que más éxito de participación suscita son los viajes en los que participa regularmente desde hace tres años, un grupo de unas veinte mujeres, autodenominado “Las chicas de oro”. Durante la pandemia, cuenta Ernestina, “nos dimos cuenta de que no conocíamos Asturias”. Empezaron primero haciendo paseos por Gijón y conociendo museos de la ciudad.
Luego ampliaron horizontes y empezaron a recorrer Asturias: visitaron la mina de Arnao, el Palacio de Los Selgas o Brañagallones. Cada viaje, relatan, “es una aventura en la que nos pasa de todo pero lo resolvemos entre todas y sobre todo, nos reímos”. Los viajes son para estas mujeres, una forma de desprenderse de la mochila emocional con la que dicen, “todas cargamos”: desde maridos o hijos que faltan, a problemas familiares o enfermedades. “Son problemas que a esta edad pesan mucho, así que viajar es una forma de evadirnos y una especie de terapia colectiva”, resume Ernestina Álvarez. A la pregunta de: y los maridos, ¿qué dicen? La respuesta es: “Los viajes es el día que el marido que queda con la latina. Unos con los callos, otros con las sardinas… hay alguna compañera que hasta le deja la sartén preparada”, comentan con sorna. Los beneficios son mutuos porque como ellas reconocen, “ellos quedan felices porque no tienen que aguantar a la mujer fregando y riñendo”.
Lo de salir con las amigas de viaje y dejar a los maridos en casa, hubiera, impensable para ellas hace años, es hoy síntoma de que las mujeres han ido poco a poco derribando los muros que limitaban su libertad de movimiento, cosa de la que se enorgullecen. “Pertenecemos a una generación a la que nos enseñaron a que la casa tiene que estar perfecta y no es así. Por suerte, las cosas van cambiando y nuestras hijas ya trabajan fuera y no son esclavas de la casa”.
La Providencia, una vocalía que facilita a las mujeres relacionarse y cultiva una forma de “autocuidado”: “Venir aquí es mi alegría”
Cristina Menéndez es presidenta fundadora de la asociación de vecinos de La Providencia y desde hace cuatro años, también responsable de la vocalía de la mujer. ”Esta asociación siempre tuvo mucho movimiento de mujeres”, asegura. No es una afirmación gratuita porque las mujeres han estado al frente de este colectivo vecinal desde sus principios: sus fundadoras fueron un grupo de trece mujeres que, relata, “estábamos hartas porque faltaban muchas cosas en la parroquia”. Las peculiaridades de esta parroquia de la zona periurbana de Gijón en la que las viviendas están dispersas y separadas entre sí, hace que la sede de su asociación de vecinos sea el epicentro de la actividad social desde hace años.
“Las mujeres se vuelcan porque es diferente vivir en el centro que en la zona rural. No tienes muchos sitios donde verse cara a cara”, explica Menéndez. “La asociación fue una forma de que las mujeres se relacionaran y también una forma de autocuidado”, resume. El perfil de mujer que participa son viudas que viven solas y encuentran aquí una forma de socializar. Hace años ya que sus rutinas están marcadas: un día a la semana acuden a un curso, que puede ir desde la informática, memoria, gestión del estrés o taller de labores. Estos días están con uno de pandereta. “La gente acude en masa a los cursos que nos llegan a través de la Oficina de Igualdad del Ayuntamiento de Gijón”, cuenta Menéndez.
“Y lo bueno es que si se apuntan catorce, lo acaban las catorce, nadie se aburre ni lo deja”. Los jueves los tienen destinado a lo que ellas llaman, “la tarde de reunión” en la que, entre algo de merienda, prima la conversación para compartir inquietudes. “Charlamos, merendamos, cosemos o nos contamos nuestra vida pero lo que está totalmente prohibido es hablar de enfermedades y cotilleos de la tele”, cuentan. Por cierto, estos días la preocupación por los apagones en el alumbrado eléctrico y la inseguridad que generan, son unos de los temas alrededor de los que gira la tertulia. En 2022 esta vocalía empezó a organizar viajes que para muchas de ellas supuso la primera vez que salían solas de su casa. Este año, su gran ilusión es visitar el 7 de marzo el Museo de Bellas Artes de Asturias, donde está expuesta “La promesa, después del temporal”, obra del artista gijonés Ventura Álvarez Sala y en la que aparece la capilla de La Providencia y del que, tras superar multitud de trabas burocráticas, consiguieron una reproducción que cuelgan con orgullo de las paredes de su sede, ubicada en las antiguas escuelas.
Azucena Pérez es una de las asiduas a las actividades. “Venir aquí es mi alegría”. Como ella, todas alaban el trabajo de Cristina, la presidenta y responsable de la vocalía, si bien añade que “todas empujan para tirar por ello para que funcione”. Carmen Martínez, una de las últimas en incorporarse, asegura con contundencia que “a mí esto me cambió la vida. No puedo estar más contenta” y añade: “Donde vayan ellas, voy yo”.
El Coto, la vocalía donde el café es tan importante como la propia actividad: “Hay mujeres que llegan tristes y abatidas y al incorporarse descubren una nueva vida”
Tere Huergo tiene 72 años, es vicepresidenta de la AVV de El Coto y desde hace tres años, lleva también la vocalía de la mujer. Pertenece a esa generación de mujeres activas, inquietas y luchadoras que “tiran” sin descanso para mejorar la vida de las compañeras de su barrio. “Me costó coger el cargo”, confiesa, pero “ahora estoy contenta porque veo que la gente responde y con eso ya me vale”. Hasta que arranquen los cursos de la programación de la Oficina de Igualdad y el programa Femenino y Mujer, la principal actividad que organiza esta vocalía son los denominados “Paseos de la salud” los miércoles por la tarde al que acuden habitualmente unas veinte mujeres.
Realizan recorridos por Gijón, no excesivamente largos y a ser posible “donde haya bancos para las que quieran descansar”. Empezaron yendo hasta la iglesia de San Pedro y “de paso nos animamos a para visitar las termas romanas” cuenta Huergo. “Otro día íbamos a ir hasta la escultura de la madre del emigrante y al final llegamos al final del sendero del Cervigón”. Para Tere, su principal satisfacción es ver la evolución de las mujeres que llegan por primera vez a las actividades. “El año pasado hicimos un curso de uso del móvil y un taller sobre combatir la soledad”, cuenta. “Una de las mujeres llegó el primer día triste y abatida. ¿Tú sabes ahora, un año después, cómo espabiló?”, relata emocionada. “Yo me quedo con eso, con ver cómo dejan de llorar penas en casa, salen y evolucionan”.