Mientras, las veteranas advierten: “Si lo dejamos nosotras, igual no lo coge nadie”
Las vocalías de la mujer de la zona oeste se enfrentan a necesidades y problemas comunes. Por un lado,tienen por delante el reto de facilitar la interacción social de las mujeres mayores a través de diferentes actividades y por otro, incentivar a las jóvenes para que se impliquen a nivel de organización y participación. Ninguno es fácil. Y todo ello, en el caso de las vocalías de la AVV Alfonso Camín de La Calzada y Muselín Vivo, en pleno proceso de relevo generacional ya que, en ambos casos, sus actuales responsables llegaron hace apenas tres años, tras el cambio en sus respectivas juntas directivas. Virginia Llano, Amparo Suárez y Josefina Pastur representan la sabia nueva y las “muchas ganas de hacer cosas” que llegan a las vocalías mientras Asunción Merino en Pescadores y Conchi Puente en Tremañes, son dos veteranas que llevan años “peleando” en sus respectivos barrios, no sin pocas dificultades, para sacar de casa a las mujeres que viven solas. Las nuevas llegan con ganas de hacer cosas mientras mientras las que veteranas advierten de un mal endémico presente en todo el movimiento asociativo: la cada vez más limitada participación de las mayores y la falta de implicación de la gente joven. Aparte de esto, el objetivo común desde las vocalías es trabajar para que las mujeres sigan avanzando en materia de igualdad, mientras “vigilan” para no retroceder en lo ya conseguido.
En la nueva vocalía de La Calzada, mucho por hacer y la premisa de que “no se pierdan los derechos conseguidos”
La AVV Alfonso Camín de La Calzada llegó a ser hace unas décadas el colectivo vecinal más grande de toda España, con 25.000 socios. Hoy, apenas cuenta con 1.500 para un barrio de 24.800 habitantes. “Ahora son otros tiempos en los que la gente joven trabaja y al ser una cosa voluntaria, no se llega a todo”. Partiendo de esta premisa, hace tres años que Amparo Suárez y Virgina Llano se hicieron cargo de esta vocalía. En 2023 empezaron a organizar las primeras actividades pero reconocen que aun les queda mucho por hacer. “Tenemos muchas ganas de hacer cosas pero la realidad es que no se puede hacer todo lo que queremos”. Aquí, como en las vocalías de otros barrios, la actividad que convocan sirve de preludio para generar interacciones personales. El año pasado, cuenta Amparo, “organizamos un taller de gestión del estrés y control de la ansiedad. Durante las reuniones fue muy reconfortante charlar de lo que a cada una le afectaba y tan importante como esto, es que el último día acabamos tomando un vino”. Otra actividad que logró este objetivo de generar la conexión entre las mujeres del barrio fue el taller “Paseo por la Memoria” del programa Femenino y Plural de la oficina de Igualdad del ayuntamiento de Gijón y posteriormente la denominada “Ruta guiada por la industria y las Mujeres”, un recorrido por los lugares del barrio donde estuvieron asentadas industrias en las que trabajaron muchas mujeres. “Es un itinerario donde se conoce y reconoce la vida de las mujeres asociadas a la industria del Gijón Oeste como Cradi, Cristasa, La Algodonera o la fábrica de loza”, cuenta Amparo Suárez. Una vez recopilados los testimonios de las que trabajaron en ellas, se organizaron varias salidas a las que podía apuntarse cualquier persona, por cierto, con un gran éxito de participación y la intención de volver a repetir también este año. Aquí también, las responsables de la vocalía echaron de menos la asistencia de gente joven. “No creo que sea cuestión de que los jóvenes no sean participativos sino más bien de que no hemos sabido interesarles”, reflexiona. “De todas formas, no puede ser que los que dentro de unos años están destinados a liderar el barrio, no lo conozcan”. Analizando más a fondo el por qué de la falta de participación de las nuevas generaciones, tanto Amparo como Virginia reconocen que probablemente “no sienten la necesidad de asociarse y luchar tanto porque son conscientes de los avances ya conseguidos”. Sin embargo, consideran imprescindible ejercer una función de vigilancia para no dar un paso atrás. “Lo que se consiguió pende de un hilo y nuestros derechos no se pueden perder”, apuntan. “Hay mucho por hacer todavía”.
El Muselín y Pescadores: las nuevas se estrenan escribiendo libro y las veteranas piden más variedad en la oferta de cursos
En El Muselín y Pescadores están representadas la cara y cruz de la realidad que viven hoy las vocalías de la mujer. En la primera, está al frente desde hace tres años Josefina Pastur, que recientemente se ha incorporado también a la junta directiva de la FAV. Tras un tiempo de parón en el que El Muselín Vivo renovó su junta directiva, “Fini” llega con muchas ganas de hacer cosas por las mujeres de su barrio. “Yo fui revolucionaria toda mi vida y ahora me gusta sentir que puedo hacer cosas útiles para el barrio”, cuenta. No lo tiene nada fácil porque las jóvenes del barrio trabajan -y con eso tienen bastante- y a las mayores, les cuesta salir de casa. A pesar de este hándicap, la vocalía de la mujer del Muselín afrontó en 2023 su primer gran reto: la publicación del libro “El Muselín y sus muyeres” que ha recuperado la historia de mujeres que vivieron en el barrio hace un siglo a través de la recogida de los testimonios de sus descendientes. “Estamos muy orgullosas de lo hecho porque es un trabajo que quedará ahí para las generaciones venideras” confiesa emocionada Pastur.Haciendo suyo aquello de “la unión hace la fuerza”, El Muselín y Pescadores participan juntos en los cursos y talleres de Femenino y Plural para así poder alcanzar el cupo necesario que exige el programa. Las del barrio alto que se apuntan son todas mujeres mayores que viven solas y no disponen de coche, por lo que Josefina se encarga de bajarlas hasta la sede de Pescadores y después llevarlas de vuelta a casa. “De momento nos estamos arreglando así”, cuenta.
Sobre la falta de jóvenes que se impliquen en las actividades, hace este análisis: “Las mujeres mayores ven en la asociación una forma de salir de casa mientras que la juventud no ve la función del movimiento vecinal hasta determinada edad. Yo misma lo he ido viendo hasta que me fui metiendo”. En Pescadores, la falta de participación también tiene que ver, según cuenta su responsable Asunción Merino, con la poca variedad del contenido de las actividades. “Ya partimos de la base de que a la gente mayor le cuesta trabajo moverse”, explica. “Además, aquí notamos mucho que según avanzan los cursos la gente lo va dejando porque es lo mismo todos los años”. Aun así, el año pasado hicieron danzaterapia y visitaron la ciudadela de Celestino Solar y el Museo del Ferrocarril. A la cita que no faltan nunca las mujeres del barrio desde hace ya 26 años es el taller de costura que se celebra los martes y en el que la monitora es la propia Asun. Empezaron aprendiendo a hacer arreglos y ahora ya se han atrevido a confeccionar hasta un traje de novia o los trajes para la charanga que participa en el Antroxu aunque en realidad, el taller es la excusa para pasar una tarde juntas y entablar charla. “Ahora tenemos apuntada una niña de 9 años. Nos hace mucha ilusión, vemos que le gusta y está entretenida”, cuenta Merino para la que la incorporación de la pequeña es la excepción en un barrio donde, se teme, no haya relevo al frente de la vocalía. “Si yo lo dejo ahora mismo, no hay nadie que lo coja”.
En Tremañes, Conchi aprendió -y ahora enseña- que “las mujeres tenemos derechos”
Conchi Puente tiene 83 años y lleva cuatro al frente de la vocalía de la mujer de la AVV Evaristo Valle de Tremañes. La historia de su vida, muy dura, ejemplifica la de otras muchas mujeres de su generación a las que el matrimonio y el cuidado de los hijos le impidió tener tiempo propio. Tras quedarse viuda hace 7 años, hoy asegura que “nunca ha estado mejor”, puesto que, dice, “ahora soy dueña de mi vida, dispongo de mi tiempo, y puedo ir a donde quiero”. El suyo fue un matrimonio difícil durante el que confiesa que su marido “no me dejaba ir a ningún sitio”. Trabajó muchos años como limpiadora en la entonces Aceralia pero nunca disfrutó del dinero que ganaba. “Antes el marido era dueño de todo: la casa, el dinero, y tú fregabas”, recuerda. “No tuve infancia ni juventud. No conocía los derechos de la mujer, ni lo que es el maltrato psicológico. Lo aprendí todo luego”. Tras años de “sometimiento”, cuenta, “un día dije, hasta aquí y de aquí y por aquí ya no paso. Y entonces me liberé de tal forma que ni yo misma podía creer lo que había ganado”. Desde la vocalía de la AVV Evaristo Valle, Conchi trabaja para motivar a salir de casa a las mujeres del barrio de Inuesa, en Tremañes, no con pocas dificultades. “Este año hicimos risoterapia y bailoterapia pero empezamos veinte personas y acabamos seis”, lamenta. “Es una pena que la asociación tenga tan buenos locales y no se usen”. Inasequible al desaliento, acude habitualmente a todas las actividades que convoca la Federación de Asociaciones de Vecinos en las que, cada vez que puede, utiliza la experiencia de su dura vida para transmitir un mensaje: “Las mujeres hemos luchado por demostrar que somos tan respetables trabajáramos fuera o en casa”.