“Los cursos no pueden limitarse a talleres de cocina y labores. Eso pasó a la historia”
El Llano y Laviada fueron dos de las vocalías pioneras que comenzaron a trabajar a principios de los años 90. En ella encontramos nombres propios de veteranas con mucho peso en el movimiento feminista y asociativo de la ciudad como son Carmen Duarte y Tina Alonso, que progresivamente han ido pasando el testigo a Marisa Suárez y M.ª José Fanjul. El centro y El Llano son dos de las zonas más envejecidas de la ciudad, por lo que el perfil de mujeres que acuden a estas vocalías, y por ende, el pilar fundamental sobre el que trabajan, se centra en combatir la soledad no deseada. También desde la AVV Jovellanos, una de las más activas de la ciudad al frente de la que está Milagros López, donde sus esfuerzos van dirigidos a que las mujeres se sientan escuchadas y arropadas
El Llano reivindica el papel de las vocalías: “Esto no es solo un lugar para venir al parchís. Aquí la mujer acude para contar sus problemas y pedir ayuda”
La vocalía de la mujer de la AVV Fumeru es, desde su nacimiento en 1992, una de las más activas de Gijón. La explicación fácil podría ser el hecho de que El Llano es uno de los barrios de la ciudad con mayor número de habitantes. Sin embargo, el factor más importante que se encuentra tras su gran capacidad de convocatoria, es la mano de Carmen Duarte, una histórica del movimiento vecinal gijonés. Carmen, como muchas mujeres de su generación, empezó a trabajar cuando era una niña, a los 13 años, en fábricas de confección. Luego tuvo un comercio pero los problemas de salud le impidieron seguir trabajando por lo que volcó todo su tiempo y energía en impulsar la vocalía de la mujer en El Llano.
Sobre los comienzos recuerda: “Vivimos una lucha importante porque tuvimos que pelear mucho con los hombres. Ellos fueron entrando poco a poco y en paralelo, las mujeres fueron respondiendo”. A base de creer mucho en lo que hacían, consiguieron abrir camino para muchas mujeres que apenas habían salido solas de las puertas de su casa. Ya hace cuatro años que junto a ella trabaja codo a codo Marisa Suárez, pero no ha sido hasta hace un mes cuando esta ha cogido oficialmente el relevo de una vocalía que Carmen Duarte deja, a sus 73 años, con una larga lista de logros en favor de la mujer y cuya sucesora no ahorra palabras de elogio: “Carmen es un gran ejemplo a seguir por su generosidad, su sabiduría… Es una mujer trabajadora y luchadora”, asegura Marisa emocionada.
Desde la perspectiva del camino recorrido, ambas consideran hoy que las mujeres “tienen las ideas más claras aunque mientras las haya que dependan del sueldo que él traiga a casa, la dependencia seguirá existiendo”. Su prioridad a día de hoy es que las mujeres no queden descolgadas en el manejo de las tecnologías y el uso de las redes sociales. “Es fundamental que todas las personas estemos conectadas de alguna manera y hoy en día tienes que usar la tecnología para todo”, cuenta Marisa Suárez. Por eso, todos los años, no faltan en su programación de cursos varios sobre manejo del móvil e Internet. Cursos que por cierto, siempre completan sus plazas y en algunos casos, generan listas de espera.
“Los cursos no pueden limitarse a talleres de cocina y labores, eso pasó a la historia”, dice Duarte. Al mismo tiempo, la sede de la vocalía también es un lugar de acogida para todas aquellas mujeres que tengan un problema y necesiten información y asesoramiento. “Vienen muchas mujeres que necesitan desahogarse”, cuenta Marisa. “Las vocalías son más que sitios para ir a jugar al parchís: es un lugar al que la mujer puede ir a contar sus problemas y pedir ayuda”, apostilla Carmen Duarte. “Esto es como un confesionario. Escuchamos su historia, les asesoramos sobre lo que pueden hacer y al mismo tiempo conseguimos que se incorporen a alguna de las actividades, explican. “Solo con escuchar, ya reconfortas a la persona”.
Laviada, la vocalía convertida en red para ayudar a mujeres que viven solas. “Tenemos que cambiar ese rol de cuidadoras y empezar a mirar por nosotras mismas”
En la vocalía de la mujer de la AVV de Laviada, trabajan codo a codo Tina Alonso y M.ª José Fanjul Méndez. Con 82 años, Tina es una de las memorias vivas que recuerdan el difícil camino que han recorrido las mujeres gijonesas desde que las primeras vocalías de la mujer nacieron hace 30 años. “Nos costó mucho que nuestras reivindicaciones salieran adelante”, recuerda. Tras incorporarse a la asociación de vecinos en 1992, fue una de las que encabezó las movilizaciones que consiguieron descentralizar los tratamientos de cáncer de mama que hasta entonces, únicamente se realizaban en el Hospital Central de Asturias y que a partir de 2005 comenzaron a hacerse en el Hospital de Jove.
A los temas de salud ha dedicado Tina buena parte de sus esfuerzos desde el colectivo vecinal de uno de los barrios con la población más envejecida de Gijón y que marca el perfil de las personas que aquí acuden: mujeres viudas o separadas que viven solas. “Combatir los efectos de la soledad no deseada es a día de hoy nuestra gran preocupación”, cuenta. Una labor que no es precisamente fácil porque como Tina reconoce, “no podemos ir por los portales llamando a los timbres para preguntar”. Sin embargo, y gracias en muchos casos a la colaboración vecinal, van enterándose de mujeres que necesitan ayuda. “Siempre hay alguien que viene y nos cuenta, esta señora está sola”, explica.
“Buscamos su teléfono, le preguntamos qué necesita y le explicamos qué ayuda se le puede ofrecer, como puede ser derivarla a Cruz Roja, por ejemplo”. “Tratamos de crear una red social para detectarlas, como antes se hacía, a través de las vecinas”, añade M.ª José Fanjul Méndez. que lleva en la AVV de Laviada desde 2002 compartiendo responsabilidades en la vocalía de la mujer con Tina Alonso. El otro grupo de mujeres con el que trabajan, las más activas, pasan directamente por la vocalía. De cara a ellas, la preocupación es que no pierdan el tren de las nuevas tecnologías. “Nuestro empeño es no quedarnos atrás”, afirma Fanjul. “Ahora mismo tenemos un problema con el tema digital, los mayores se ven mal hasta para usar el cajero del banco”, explica. Para paliar esta carencia, desde la vocalía de Laviada organizan cursos de manejo de móviles en el que las mujeres aprenden a hacer gestiones básicas como pedir una cita al médico o utilizar la tarjeta ciudadana y que, al mismo tiempo, pretende que no pierdan la curiosidad por estar al día de las cosas.
“Básicamente queremos que estén informadas y que sepan lo que pasa en la ciudad para poder decir lo que no nos gusta”. En Laviada también trabajan mucho sobre temas de los cuidados, alimentación y salud emocional, organizando charlas en colaboración con el centro de Salud. “A nuestra edad es muy importante la salud mental y emocional”. A esto se suman, las excursiones que, cuando nació la vocalía se hacían para sacar a las mujeres de casa y según cuentan, “ahora es que no entran”. Lo hacen una vez al año porque muchas de ellas siguen ejerciendo el rol de cuidadora de sus maridos, padres, hijos, o nietos. Sobre este tema, Fanjul remarca. “Las mujeres tenemos que cambiar ese rol de cuidadoras para pasar a cuidarnos a nosotras mismas y tratar de tener una vejez lo más saludable posible”.
La vocalía de la AVV Jovellanos ofrece a las mujeres “excusas” para salir de casa y mantenerse activas: “Aquí encuentran una forma de estar arropadas”
La sede de la asociación de vecinos Jovellanos , ubicada en la calle Enrique Martínez, siempre tiene “ambiente” ya que en su local se celebran durante todo el año multitud de actividades, talleres y cursos. Una mirada más detenida permite reconocer el perfil mayoritario de las participantes: mujeres de avanzada edad que encuentran en las clases de yoga, pilates o bailes de salón, una excusa para salir de casa y mantenerse activas. Si la actividad es importante, no lo es menos el café que se toman juntas cuando terminan. “Se va estableciendo una relación de amistad que les da vida a todas”, cuenta Milagros López, responsable de la vocalía desde hace diez años para la que, confiesa ese es el gran motor que les mueve.
“Las mujeres que vienen aquí suelen tener de 65 años en adelante y aunque tienen hijos, muchas viven solas. Aquí encuentran una forma de estar arropadas”. Escuchar es también otra de las funciones que ejercen. “Las mujeres necesitan que las escuchen”. Y detalla, “acuden a la sede de la asociación preguntando cómo funciona y al final haces un poco de psicólogo”. Sirva como ejemplo el caso de una compañera que, cuenta López, llegó a la asociación psicológicamente hundida. “No levantaba los ojos ni hablaba”, recuerda. “Hoy viene a los talleres, va a todas las excursiones y está animadísima”. Esta, reconocen, es la gran satisfacción que obtienen por el trabajo desinteresado que realizan: “Solo por el beneficio que le haces a dos o tres mujeres, merece la pena”.