Comienza la feria de libro de Gijón, aburrida, repetida, consentida. En mi casa todos los días son feria
Leer. Leer en la tormenta. Leer un tatuaje, un cuerpo, tu lencería, tu piel, tu vientre, la página limpia de un poema, el orden de la tipografía encadenada, yuxtapuesta, como un tabique de letras que ordena el mundo, como una cosmética de tu rostro, paralela. Leer como si el destino se hiciera soluble en un párrafo, como si la vida, la enfermedad y la muerte se disiparan en la vida, la enfermedad y la muerte de todos los otros. Leer para despertar todos mis demonios. Te leo en el WhatsApp, en el Facebook y en el Instagram. El vértigo de la palabra y el silencio, la certeza y la pasión por la palabra, las palabras, tus palabras. Leer, leerlo absolutamente todo. Argüelles, Fernando Menéndez, Rodrigo Olay, Medrano, Ricardo, Infante, Xandru, Mario Cuenca, Eloy Porta, Fernández Mallo, la French theory, Lorca, Cicerón, Robert Frost, T.S Elliot, los simbolistas, Butler y las feministas, los sexos fluidos de Paul B. Preciado. La pasión de leer, leerlo todo, sin cansancio, sin piedad, leer cualquier cosa.
La pasión de leer en la tormenta, bajo la lluvia, en el sol de la mañana. Leer antes de follar. Después de follar. Leer para engañar a la noche, el insomnio, el sudor, el cansancio. Leer para salvar tu vida, para organizar ese caos de vida que te lleva por delante, leer para que no te hieran, para que te amamanten, en el silencio del escritorio, en la cama desordenada, solitario, acompañado, en la distancia abreviada por tus palabras, tus imágenes, sentida, admirada, amada, bajo la nobleza perenne y dorada de la palabras. Entonces, amor, el texto se vuelve transparente y dice mucho más de ti de lo que dice. Una referencia al Marqués de Sade, a Jarvis Cocker, a Alex Turner, a Suede, a Miller, a Anais, a Catherine Millet, leo toda la pornografía que pensamos, deseamos, practicamos.
Leerte sin pausa, hasta la extenuación, hasta la emoción, hasta la eyaculación. Leerte y excitarme, con tus días buenos y tus días malos. Soy el jardinero de tus deseos, de tus libros, de tus discos. Cuando se lee así, cuando se vive así, uno sobrevive a cualquier muerte, uno renace todos los días, se aclara el mundo, me reconcilio con él. Te leo mientras me enseñas tu pecho desnudo, tu sonrisa herida, mientras me deseas o me insultas, mientras me interpelas, me reclamas. Leo sin mirar el tiempo. Con el fin de las restricciones vuelvo a la lectura, como vuelvo a la música o al cine. Leo, veo, escucho sin orden ni concierto, me libero construyendo con mis dedos complicidades, crímenes perfectos. Leo para matar el tiempo. Dice Freud que el destino es la anatomía. Dice Nietzsche que el carácter es destino. Digo yo que tú eres mi destino. Leo y me masturbo. Ahora me doy cuenta de que puedo leer todos los libros, escribir todas las columnas. Escribir y amar a todas las mujeres, con perfidia, con ansia, con pereza. Comienza la feria de libro de Gijón, aburrida, repetida, consentida. En mi casa todos los días son feria.