
«Nos quieren hacer creer que defender derechos es cruzar una línea peligrosa. Pero no nos engañemos: el sindicalismo no es un delito. Es un derecho. Es el instrumento que ha hecho posible cada avance en derechos laborales que hoy damos por hecho»

Hoy, seis personas han cruzado las puertas de una prisión por haber ejercido su derecho a defender a una compañera trabajadora. Se las conoce como “las seis de La Suiza”, pero detrás de ese nombre hay historias reales, con nombres propios, familias, amistades… Hoy no han entrado seis sindicalistas en la cárcel, hoy ha entrado la dignidad de muchas, la voz de muchas más y, con ella, un trozo de nuestra democracia.
Los hechos se remontan a un conflicto laboral en una pastelería de Gijón, en el que la CNT denunció la vulneración de derechos laborales, incluidos los de una trabajadora embarazada. Las protestas sindicales que se organizaron desde entonces fueron públicas, pacíficas y visibles. Sin embargo, por ello, seis personas han sido condenadas a tres años y medio de prisión bajo acusaciones de coacciones y obstrucción a la justicia. Una sentencia que, más allá del caso concreto, lanza un mensaje inquietante: protestar puede salir caro.
Nos quieren hacer creer que defender derechos es cruzar una línea peligrosa. Pero no nos engañemos: el sindicalismo no es un delito. Es un derecho. Es el instrumento que ha hecho posible cada avance en derechos laborales que hoy damos por hecho. Que seis personas entren en prisión por ejercerlo no solo es injusto: es una amenaza directa contra todas las que luchan, protestan y se organizan.
La gravedad de esta condena ha sido señalada por juristas, sindicatos de todas las siglas, organizaciones sociales y cargos públicos. Hay una petición de indulto sobre la mesa. Pero más allá de medidas excepcionales, lo que está en juego es algo mucho más profundo: el derecho a luchar sin miedo.
Hoy escribo esta carta no solo por empatía o compromiso. Lo hago porque la represión no se combate con silencio. Porque si dejamos que este caso quede como una anécdota judicial, habremos normalizado que la cárcel es el castigo para quien alza la voz.
Por eso, pido con urgencia:
- La tramitación inmediata del indulto para las seis compañeras.
- Una reflexión social y política sobre los límites actuales del derecho de protesta.
- Y, sobre todo, que no olvidemos sus nombres, sus historias y sus razones.
Porque cuando el sindicalismo entra en prisión, lo que está encerrado es mucho más que una protesta. Es el eco de todas las veces que dijimos “basta”.
Esto además de una reivindicación, es una reflexión, una reflexión hecha por una chavala de 19 años, que ha visto como la amiga de su madre ha entrado en prisión por luchar, luchar por el porvenir, luchar por derechos laborales, luchar por un salario digno, luchar por no estar asfixiados por los jefes…Es triste que una joven aún en formación tenga que poner palabras a una realidad que muchos prefieren ignorar. Ojalá dichas palabras no se pierdan en la bandeja de entrada, como se ha perdido la voz de estas compañeras en tantos espacios donde debería haber resonado, sino, luego nos llevaremos las manos a la cabeza cuando ya no haya marcha atrás.
No es solo sindicalismo, es democracia.
Libertad para las seis de La Suiza. Porque defender derechos no puede ser un crimen.
NOTA ACLARATORIA: esta carta fue escrita este jueves, 10 de julio de 2025, coincidiendo con la entrada en el Centro de Integración Social (CIS) ‘El Urriellu’ de ‘Las 6 de La Suiza’; las referencias temporales en presente responden a esa circunstancia.
Según la sentencia no van a la cárcel por defender los derechos de una trabajadora, van a la carcel por hostigamiento, difundir un video acusando de acoso sexual, sin pruebas, y obstrucción a la justicia. Ser sindicalista no significa que todo vale ni te da derecho a saltarte la ley, por muy próximo que te toque el caso no se pueden confundir las acciones. Y si las 6 de la Suiza tienen familia y amigos, el propietario del negocio (que se vio obligado a cerrar) también y perdió el sustento para el y los suyos porque las 6 de La Suiza se pasaron de la raya
El propietario del negocio es rico y no perdió sustento alguno, como si lo pierden los trabajadores que van a la huelga o a los que no se les respetan sus derechos.
La sentencia es un chiste, como todas las de ese juez que es el que, entre muchas otras cosas, libró a los responsables de la catástrofe ambiental de El Castillo de Salas responder por ello.