«Es de lamentar que entre las sombras del actual equipo de gobierno de Oviedo figuren algunas que, a mi juicio, deslucen con la titulación que se pretende para la vieja Vetusta clariniana»
Durante una reciente visita a Oviedo, en los días previos a la celebración del Día Mundial de la Poesía, me di cuenta del empeño que aquel ayuntamiento tiene puesto en hacer de la ciudad la capital mundial de la poesía, algo que sintoniza en lustre cultural -aunque sea de fachada- con los premios Princesa de Asturias.
Es de lamentar que entre las sombras del actual equipo de gobierno de ese municipio figuren algunas que, a mi juicio, deslucen con la titulación que se pretende para la vieja Vetusta clariniana: la primera es haber eliminado del callejero ovetense el nombre de alguien a quien algunos consideran el Poeta de Asturias. Nacido en Gijón, Alfonso Camín (1890-1982), es autor de una obra copiosa, en su mayor parte escrita en el exilio mexicano.
Algo similar ocurrió con el nombre de uno de los más importantes poetas en lengua española, Federico García Lorca, sustituido en una de las calles principales de Oviedo por el del diputado asesinado José Calvo Sotelo, cuyo nombre no se avenía con la vigente Ley de Memoria Histórica. El actual ayuntamiento sustituyó ese nombre por el de Leopoldo Calvo Sotelo, familia del anterior y expresidente del Gobierno, dando el nombre de Federico García Lorca a un callejón que hasta entonces llevaba el nombre de Indalecio Prieto, político socialista ovetense.
Debería tenerse también en cuenta, a la hora de que esa capitalidad mundial de la poesía prospere, que Asturias tiene hasta la fecha una deuda con otro poeta que, aunque no nació en la región, escribió uno de los poemas que más difusión han alcanzado entre los asturianos en las últimas décadas. Me refiero a Pedro Garfias Zurita, natural de Salamanca (1901-1967), que durante la Guerra de España escribió los 42 versos posiblemente más cantados en Asturias, gracias a la versión musical que hace muchos años hizo Víctor Manuel. No es exagerado afirmar que para no pocos asturianos esta canción se ha convertido en el auténtico himno de su tierra, por encima del folklórico himno oficial:
Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte…
Asturias verde de montes
y negra de minerales.
Yo soy un hombre del sur:
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de pan y horizontes…
¡Hambre!
El poema Asturias, que tanta emoción convoca en los recitales multitudinarios del popular cantautor de Mieres, lo escribió Garfias muy afectado por la revolución obrera de 1934 y la dura represión con la que fue sofocada por parte del gobierno de derechas de Alejandro Lerroux. Lo publicó el autor en México en 1941, formando parte de su libro Poesías de la guerra española. Me consta que son muchos los asturianos que ignoran la autoría de ese poema, incluso entre aquellos que lo cantan y valoran la intensidad de sus versos, como se sigue ignorando a tantos otros protagonistas de la diáspora que trajo consigo el desenlace de la Guerra de España, con el exilio de lo más granado de la ciencia, el arte y la literatura que se había comprometido en defensa de la segunda República.
Alfonso Camín y Pedro Garfias no deberían seguir estando ausentes del callejero de la ciudad que aspira a ser capital mundial de la poesía. Tampoco debería haber sido degradado, por puro y duro sectarismo, el nombre de Federico García Lorca, el gran poeta asesinado por el franquismo, con su traslado a una calle menor. Federico fue y será siempre la más viva imagen de la poesía española.