Lo del encuentro profesional de artistas confirma que en Oviedo están pasando cosas que en Gijón ya no pasan
El viernes, el compositor valenciano Llorenç Barber hizo tañer la Wamba, la campana de la Catedral de Oviedo, la más antigua del mundo en activo, junto a otras seis campanas. Hay campanas que aún nos dicen «todavía», van extendiendo su propio tiempo en el tiempo, como un eco de siglos replegado, extendido, presentísimo, universal y sagrado. No sabemos si es la voz de Dios o la voz del hombre, o las dos cosas, pero por fin se hace el ateo soluble en Dios o Dios en los misterios del hombre a través de la voz etérea de las campanas, con todo el sonido de su bronce bruñido, abriendo treguas de lucidez. El arte vuelve a dotar de todo el significado ateo y sacro al propio arte, en las aguas eruditas de un músico atípico y heterodoxo, con quien se funden vanguardia y pasado.
La Europa medieval y catedralicia, el viejo Occidente y el nuevo Oriente, se resume en sus campanarios, donde siempre anida una cigüeña procedente del viejo sur. Antonio López anida en un campanario o en una torre de la zona Azca donde otea Madrid como una cigüeña que ha visto todas las autopistas del cielo, las humedades sombrías de la cocina y el pálpito detenido de la vida cotidiana extendida sin límite sobre una pintura espectral que no se acaba nunca. Del mismo modo que hay pintores y cineastas que arrojan las cosas en el tiempo, Antonio López arroja el tiempo en las cosas. En la alacena, en el jergón. El manchego nació siendo ya un pintor viejo, que es como haber sido siempre un recién nacido, intemporal, místico y enorme, como una catedral que ha visto pasar a todas las cigüeñas. Nadie como el artista manchego para darnos todo el realismo del sur, que es un lentísimo paisaje de velocidad y tiempo.
La velocidad manchega, que es quietud condensada en el silencio de sus campanarios tañidos por Barber, son el resultado de un pintor y un músico convocados por el gremio de artistas de Oviedo en la I Semana Profesional de las Artes. Porque en el pintor de Tomelloso puede más la verdad que la belleza. La luz es más antigua que el amor, pero con la misma intensidad que una verdad oculta en la Wamba tañida por Barber desde la torre de la Catedral.
Lo del encuentro profesional de artistas confirma que en Oviedo están pasando cosas que en Gijón ya no pasan. Mientras Laboral Centro de Arte agoniza, sin dirección, mientras Gijón se queda en anécdota literaria, premio de la Crítica mediante, mientras en la ciudad de Jovellanos parece que todo envejece y cronifica, por la capital se habla, se piensa, se vive en Arte, con un tañedor de campanas o un pintor manchego y toda una resma de cuartillas, artistas y galeristas que abundan en las experiencias inéditas del arte. Gijón se necrosifica y lentifica, en una situación cultural insólita, solo interrumpida por la escena teatral que programa Antonio Criado, mientras Oviedo se acelera, con magnitudes novedosas, y escala una nueva y prometedora cota cultural. Joder, Gijón…