Son capaces de cenar fabada, pedir sidriña y aparcar en la playa mientras la ciudad les pone la alfombra roja. Gijón como Asturias no tiene o no sabe a qué modelo turístico se puede abrazar
Séptimo Sello fue el nombre elegido por unos seguidores de Bergman en los revueltos años ochenta. Formaban el «oscuro» conjunto de música electrónica que grabó medio en broma. «Todos los paletos fuera de Madrid», en 1985. El destino a veces juega al tute cabrón y la canción que nació en una tarde de risas se convirtió en el gran éxito de unos músicos que pretendían epatar en el panorama nacional. «Toda mi vida soñé con Madrid». «Por la unidad de los madrileños en una nación». «Por una autonomía llena de pichis». Ayuso sigue empeñada en firmar, casi 40 años después, algunas de las frases humorísticas del tema. Y muchos de esos votantes que saludan a la libertad con cañas entre Arganzuela y Chamberí en cuanto asoma la cabeza agosto huyen en desbandada para hollar el inhóspito norte. A partir del primer día de este interminable mes toman al asalto un territorio de moda en los itinerarios veraneantes: Asturias. Y Jovellanos City no se libra de la invasión. Cierto es que también se pueden escuchar otros acentos: andaluces, gallegos, vascos, franceses, ingleses y alemanes pero la mayoría es capitalina.
Son capaces de cenar fabada, pedir sidriña y aparcar en la playa mientras la ciudad les pone la alfombra roja. Gijón como Asturias no tiene o no sabe a qué modelo turístico se puede abrazar. No estamos preparados para atender a la masificación viajera y tampoco me parece que el «gran mogollón» nos pueda ayudar a largo plazo. Aunque en este País Astur suele brindarse tachando los días del almanaque de uno en uno. Alzando el vasu por un pasado de gloriosa invención o un futuro que no vamos a ver. El presente ronca en la larga siesta, dejándose mecer por los de siempre.
Aquellos que sacan tajada en esta nueva fiebre del oro. Los autobuses siguen subiendo a los Lagos de Covadonga y en Cimavilla esas repetidas viviendas de uso turístico se comen a la vecindad por los pies sin que medie regulación alguna por parte de la administración. Hasta la Tabacalera habitada por los mininos tiene papeletas para ser pasto de hosteleros. Esos mismos que a la caída de la tarde ponen mantelitos en la terraza, o cenas o nada, terrazas vedadas para la cerveza ocasional, para los que pisamos estas calles todo el año.. Vivir la ciudad los primeros meses, los más fríos, sufrirla en verano. Ya es un mantra que se asume con resignación cristiana.
Hace un par de días, terminada la jornada laboral, de vuelta al hogar y a la altura de la Casa Paquet presté atención a las divertidas voces que llegaban de los cercanos Jardines de la Reina. Un clown porteño pedía ovaciones al personal. «Los de Gijon que aplaudan, por favor», unos cuantos aplausos se mezclaron con los graznidos de las gaviotas. Los de Madrid que aplaudan, por favor. El espectacular estruendo podría retumbar en El Molinón el domingo que gana el Sporting. Tomé Vicaría a buen paso y en ese momento supe que Cimavilla estaba herida de muerte.