«Quizá estáis esperando por un listado de edificios, pero no es la idea. La idea es poner el punto de mira en algo que es un poco más profundo y que ha transformado nuestra ciudad. A peor»

Dejemos la política descansar al menos una semana, que nos lo tenemos merecido, además ya estamos en agosto, y centrémonos en cuestiones quizá más banales o quizá precisamente cosas que en nuestros periodos vacacionales, aquellos que podáis disfrutar de ellos, nos fijamos más. Vamos a hablar hoy de un temazo: los edificios feos de Gijón.
Vaya por delante que el criterio es el del que escribe estas líneas; es decir, vale lo que vale y vaya por delante también que estoy hablando de lo que se ve, no de lo que no se ve, no del interior. Vamos a valorar lo que se ve en una ciudad en donde lo que se ve es importante. Hemos visto el carbón llegar a la playa, la contaminación en nuestro cielo o las aguas del Piles ser de todo menos cristalinas.
Quizá estáis esperando por un listado de edificios, pero no es la idea. La idea es poner el punto de mira en algo que es un poco más profundo y que ha transformado nuestra ciudad. A peor.
En las imágenes que van adjuntas a este artículo veréis un ejemplo de lo que intentaré explicar en las siguientes líneas: los ‘recrecidos’.
Los recrecidos son esas alturas que se dan sobre edificios existentes que, generalmente, gozan de un nivel de protección urbanístico establecido por la normativa municipal y que exige al promotor y al constructor de la obra mantener una serie de parámetros estéticos que preserven la esencia, la belleza, el estilo y la historia del edificio. Pues bien, mientras eso se hace, con mayor o menor acierto, sobre el edificio existente, encima de él se construyen, a mayor gloria de la edificabilidad y rentabilidad del suelo, el mayor número de viviendas posibles y donde el estilo arquitectónico ya es ‘libre’. Este proceso, del que hay pocas ciudades en España con más ejemplos que Gijón, trae como resultado final ejemplos como el ilustrado en nuestra imagen y que todos podéis ver si os acercáis a la esquina de la calle Dindurra con Santa Doradía, muy cerca de la Plazuela de San Miguel, adyacente al garaje Asturias y donde los más clásicos recordaréis que estaba Perales (el cantante no, la panadería). De ese resultado final estamos hablando. Estoy seguro que, a poco que levantéis la cabeza en cualquier de vuestros paseos por la ciudad, encontrareis numerosos ejemplos de esto que os digo.
Son ejemplos que acaban cercenando lo poco que queda de lo que un día aspiró a ser una ciudad dotada de cierta elegancia en sus edificios, en sus formas, reflejando ese carácter de sus habitantes: obrero, burgués y comercial. Nada de eso queda ya.

El origen de la barbarie urbanística arranca en los años cuarenta del siglo pasado y dura hasta prácticamente los años setenta. Durante este periodo, al son de la dictadura imperante en el país, se perpetraron atrocidades de alturas imposibles y densidades de viviendas en edificios hoy intolerables. De ese proceso salieron cientos de manzanas donde convivían edificios clásicos con nuevos edificios adyacentes de cinco, siete o hasta diez alturas más, con un resultado final que propiciaba esos murallones ciegos que se veían, y se ven, en casi todas las calles de la ciudad.
Posteriormente, con la ordenación urbanística de la democracia, especialmente con el primer plan urbanístico riguroso de la ciudad, el Plan Rañada, de 1986, (debe su nombre a Ramón Rañada, el arquitecto que dirigió el equipo que trajo la cordura al urbanismo gijonés) se pone freno a mucho de todo esto. Aunque con el ‘boom’ de la construcción en la primera década del siglo XXI el asunto se volvió a desmadrar un poco, pero nunca como antes, puesto que la legislación del momento hacía de cierto freno.
Después de todo esto os preguntaréis: ¿pero entonces, todos estos recrecidos son legales? Evidentemente sí, pero lo son, y de ahí mi pequeña disertación sobre la historia del urbanismo gijonés, porque derivado del aprovechamiento (el número de viviendas) que se ha dado en esas manzanas durante décadas de expolio, aun a día de hoy es jurídicamente muy complejo que en una manzana donde hay un edificio de trece plantas al lado de otro de cuatro, no se permita al de cuatro el famoso ‘recrecido’.
Y así estamos, en el año 2023, viendo en Gijón como los pocos edificios que han resistido durante décadas a que les coloquen un sombrero horrible de plástico y hormigón, han de sufrir, hasta el fin de su existencia, la presión urbanística.
Seguro que a todos se os ocurren ejemplos de este tipo, unos mejor resueltos que otros, pero todos robando la esencia del edificio que colonizan. Sin un urbanismo sostenible es difícil que podamos vivir en una ciudad sostenible.
No hubiera podido escribir estas líneas sin la colaboración de Román, Sara y Dani, a quienes agradezco profundamente su interés en este asunto y el abastecimiento de numerosos ejemplos de recrecidos de edificios que asolan nuestra ciudad.
10/10
Están destrozando la ciudad
Gracias Xuan Xosé
Totalmente de acuerdo con usted.
No tengo conocimientos en materia urbanística, ni de arquitectura, pero me parece evidente que ,de hacer recrecidos, se podria intentar que no fueran tan…chocantes,absurdos…no sé cómo calificarlos (en todo caso, algo negativo)
En concreto el que usted menciona, me dejó en shock!
Gracias por el artículo.
Muchas gracias María.
Gijón se construyó muy rápidamente tengo entendido, esto no va se de Política aunque denoto una clara tendencia en su análisis pero creo que los edificios tan altos de Gijón son un gran error, en cualquier época, los edificios cerca de la playa, de viviendas, también destrozan el atractivo, incluso tampando iglesias u otros edificios bonitos. Llevo un año viviendo en Gijón y lo que más me gana de esta ciudad es su ciudadanía, cercanía y sobretodo gente muy amable… o al menos mucho más que las otras 5 comunidades donde he vivido. La carretera por todos los lados y los edificios altos que en algunas calles se juntan creando contaminación acústica son el mayor problema. Estaría genial centrarse en urbanizar para peatones y bicis aprovechando los maravillosos parques y bajando la altura de edificios por la playa u otras zonas. Para mí ahora Gijón es una de las mejores ciudades del mundo pero no por organización o diseño urbanístico.
Peatonalizar en Gijón es delito…
Hola Diego, no va de política, pero sí.
Es decir, propiciar un urbanismo salvaje como el que originó los grandes desajustes en la ciudad fue una forma de hacer las cosas desde la política (mejor dicho la dictadura en gran parte).
De ahí a la situación actual hay muchísimos matices que en este artículo no da para analizar, quizá en posteriores.
Me alegro enormemente que esté a gusto en nuestra ciudad, coincido con usted en que lo mejor de ella es su gente.
Respecto a pacíficar el tráfico y mejorar las vías para peatones y ciclistas hay , desgraciadamente, un posicionamiento actual que no parece que vaya en ese sentido.
Veremos cómo evoluciona.
Un saludo.