Parece que la mayor parte de la gente prefiere una ciudad anclada en políticas de los ochenta (…) Solo así se pueden explicar las políticas de movilidad, culturales y de promoción que está abrazando nuestra ciudad
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En este interludio navideño de Nochebuena y Navidad, y hasta un rato después de que pase Nochevieja, es posible que pocos asuntos políticos logren concitar nuestra atención. Bueno, está lo de la indecente, vergonzante y soberana estupidez que asola Argentina. Terrible ver como una sociedad se desmorona de manera estruendosa entre gritos de una libertad entendida como “que les jodan” pero, claro está, “a los otros, a todos, pero no a mí”.
Más allá de ese esperpento, al que solo los descerebrados encuentran sentido, la cosa política nacional, regional y local llega en calma al periodo navideño. Respecto al gobierno de la nación, y que afecte a Gijón, todo sigue igual. Nadie nos hace caso. Ni autopista del mar, ni estación de trenes, ni Metrotrén, ni vial de Jove van recibir 2024 con luces y fanfarria. Todo está parado y bien parado. Somos los ninis de la inversión pública.
Si descendemos la escala hasta la política regional la cosa también está tranquila. El Partido Popular ha celebrado su congreso, como solo ellos saben hacer estas cosas, dejándolo todo atado y bien atado de inicio. El señor Álvaro Queipo ha tomado las riendas. Seguramente llegue, sino lo despedazan antes las cincuenta mil familias internas que tiene el PP, a las próximas elecciones regionales de 2027. No propone nada nuevo, ni tampoco se espera oírle decir nada más que ellos lo harían mejor que el PSOE, y ya está.
Respecto al PSOE: sigue ejerciendo de Gobierno, con el apoyo de IU. Para el PSOE esto no supone ningún problema, mantiene el poder y además presume de pluralidad. Está por ver si para IU supone lo mismo o, a sus votantes les cuesta más entender cuestiones como las relaciones con el sector ganadero, el asunto del lobo o la inacción frente a Ley de Calidad Ambiental. Respecto a Podemos: la última novedad es que su diputada ya no lo es. Es decir, la han expulsado del partido. Otro paso más hacia la irrelevancia en el que insiste Podemos, lo que no quita que alguien debiera decirle a la diputada, la señora Covadonga Tomé, que no se sostiene que mantenga su acta. De igual manera que el señor Oliver Suárez, ex de Vox, puede decir misa (nunca mejor dicho) para justificar que se haya quedado con el acta de concejal, que no es suya sino del partido por el que la obtuvo (Vox), y no tiene ni justificación ni razón; la señora Tomé tampoco la tiene. Puede insistir en quedarse en un cargo, con un acta y con un salario que no es suyo, sino de Podemos, pero no es de recibo. Está por ver si la decisión de presentarse a las primarias de su partido tiene recorrido. Lo dudo, si te expulsan de un partido es difícil que la admitan como elegible. O no. En el show del actual Podemos todo parece tener cabida.
Más allá de esto, en Gijón también la cosa política está en calma. Después del terremoto de conformación de Gobierno con la entrada de la ultraderecha y “solventado” a posteriori este tema, con la habitual habilidad de la actual alcaldesa, la señora Moriyón, la ciudad asume con esa letanía que la empieza a cubrir, la realidad de una ciudad envejecida en la edad y en su capacidad de transgresión. Parece que la mayor parte de la gente prefiere una ciudad anclada en políticas de los ochenta, cañís y con humos, que en una de los años veinte (y me vale los actuales años 20 y casi también los del siglo pasado) que debería ser moderna, transgresora y con ganas de crecer y evolucionar. Solo así se pueden explicar las políticas de movilidad, culturales y de promoción que está abrazando nuestra ciudad con el nuevo gobierno y ante la pasividad de la mayor parte de la población.
Lo que se refleja en la propia política institucional. Existe una pequeña mayoría que avala el “letargo” y que está sostenida por el silencio, representado mejor que nadie por el PSOE gijonés, sin capacidad, iniciativa ni figuras para darle la vuelta a la situación, ni tan siquiera para romper este silencio y sopor que embarga la ciudad. Junto a esta inacción socialista aún queda una izquierda reivindicativa y peleona, representada por Izquierda Unida, pero que ella sola no es ni será suficiente, lamentablemente, para ofrecer el cambio sustancial que requiere la ciudad. Y a su lado, dando los últimos coletazos, representado por una única concejala está Podemos. Lo que un día fue una fuerza que pudo cambiar muchas cosas en Gijón pero que se quedó en una anécdota puntual que únicamente ha logrado fulminar las ganas de muchos de mejorar la ciudad. Y la responsabilidad de eso recae en muchos de nosotros, conviene no olvidarlo.
Pero no cantemos ni victoria ni derrota, ni unos ni otros, si algo estamos aprendiendo en esta década de los años veinte es que las sorpresas (y me refiero solo a las de tipo político, para las demás no tendríamos ni espacio ni tiempo) existen. Y el que escribe estas líneas sigue pensando que el mejor gobierno de nuestra ciudad está por llegar, y que espera que todo el gris que impregna demasiadas políticas de las que se implementan en la ciudad se trasforme en otro color, el que sea, que permita pensar en que Gijón siga siendo ese sitio al que todos queremos ir, en el que todos queremos vivir y, tan importante como lo anterior, en el que todos podamos vivir.