Los retales en las ventanas hace ya más de cuarenta años que se utilizaron como ‘arma ofensiva’ contra la especulación, y con éxito, en el ‘Prau de Moro’ en El Natahoyo, en tiempos en los que Ceares y El Coto se ‘tragaron’ a decenas de usuarios de la metadona de todo Gijón. Los vecinos lo recuerdan aún con horror. Mientras, el PP local se queda sin atribuciones sobre el traslado del Albergue Covadonga y recomienda en su boletín un zumo natural de planta aromática para favorecer las digestiones

Lo recuerda con todo detalle, porque lo tiene grabado a fuego en su memoria. Sucedía hace algo más de treinta y cinco años, a finales de los ochenta del pasado siglo, en la calle Peñalba, a caballo entre los barrios de Ceares y El Coto. El ambiente en todo el entorno se había vuelto irrespirable. La inseguridad llegó a tales niveles que el vecindario apenas se atrevía a salir de sus casas a plena luz del día. Los comercios extremaban las medidas de precaución y era más que cotidiano que las zonas de los trasteros de los edificios de todo el entorno (también el de éste vecino que ahora tira de memoria) se vieran invadidas por jóvenes adictos que aprovechaban la impunidad que les aportaba esa soledad para campar a sus anchas, por no citar lo propio en los servicios de los bares. Eran los tiempos en los que la heroína se había convertido en el doloroso refugio de un sector joven de la población, en ocasiones arrastrado por circunstancias personales imposibles de generalizar. Cierto es que eran muchos y, buena parte de ellos, problemáticos. La jeringuilla se había convertido en un arma letal para los enganchados y, también, para un entorno que los veía llegar en masa camino del centro de dispensación de metadona que el Principado había decidido ubicar en la calle de Ramón y Cajal. Dicho de otra forma, las autoridades sanitarias concentraban en un solo punto un grave problema de adicciones y de seguridad que afectaba a todo Gijón.
Pasaron los años, pero la historia, aunque siempre con matices, vuelve a repetirse, ahora en El Natahoyo, en el otro extremo de la ciudad. Hubo protestas y movilizaciones en El Coto. La comunidad se sentía insegura y así lo hizo saber en la calle. Era lo menos que podía hacer viendo como un barrio seguro se había convertido en un polvorín por una decisión política que, desde luego, no había sido consultada, ni mucho menos consensuada, con las ya emergentes asociaciones vecinales. Es una lástima que el fallecido Oscar Piñera Corujedo, por entonces presidente de la Asociación de Vecinos de Ceares- El Coto -Viesques, no pueda relatar lo por entonces acontecido, máxime cuando el bueno de Piñera fue en aquel tiempo, aunque sólo durante poco más de dos años, entre 1989 y 1991, concejal de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Gijón. Sin embargo, éste todavía vecino de la calle Peñalba sí que lo recuerda, y lo rememora indignado por lo que ahora acontece en El Natahoyo por el pretendido y contestado traslado temporal de inquilinos del Albergue Covadonga. En su momento los vecinos de El Coto protestaron, pero el centro abierto en la calle de Ramón y Cajal nunca se cerró y, de hecho, ahí continúa como UTT del Sespa a día de hoy. En La Calzada se intentó abrir un ‘hermano’ para diversificar el problema pero la bronca vecinal lo impidió. ¿Diferente trato al Oeste y al Sur? La respuesta queda en el aire, pero quien ahora todo esto rememora apunta a que alrededor de la calle de Peñalba, invadida en aquellos tiempo por toxicómanos, había y hay varios centros escolares, véase el Patronato San José, el Inmaculada y el Calderón de la Barca, por no citar el algo más lejano del Corazón de María.
Ahora El Natahoyo o, al menos, una parte importante del barrio, se levanta en armas porque ha sentido la quemazón cerca de sus barbas, pero es que antes ya sucedió en El Llano de Abajo, cerca de la Puerta de la Villa, y no hace tantos años, por la cercanía de la Cocina Económica. Allí, en plena avenida de Schulz y calles adyacentes, también hubo guiñapos de protesta en las ventanas, como ahora en Poniente y en el entorno de la Fundación Revillagigedo. Allí se produjeron no pocos incidentes con usuarios del comedor social que, literalmente, se arrojaban delante de los coches para, con esa actitud suicida, tratar de conseguir compensaciones económicas. No eran hechos aislados, como tampoco lo que aquí se relata es irreal. Y retales en las ventanas también hubo en la avenida de Galicia, delante de las Torres Estrella, ya en tiempos de José Manuel Palacio como alcalde. Quizás nadie se acuerde ya del, en su día, famoso ‘Prau de Moro’, donde, al costado de la citada avenida, se proyectaban varios bloques de viviendas. Los vecinos reclamaban un parque y lo consiguieron, a base de trapos en sus viviendas y de una pelea que duró muchos meses. Fue aquella, a mediados de los años 80 del pasado siglo, quizás la primera gran lucha vecinal de Gijón saldada con victoria. Eran harapos a favor de la calidad de vida y contra la especulación. Ahora, las telas tienen otro objetivo, pero desdeñar la capacidad vecinal para poner colorados a los políticos y sus varas de medir puede ser un gran error. De hecho, ahora la disyuntiva para definir el destino de los usuarios del Albergue tiene mucha, pero que mucha tela, tanta que el ‘sastre’ político ha salido del obrador por la puerta de atrás.
Y no es un tema menor, aunque así pueda parecerlo de puertas para adentro en el PP, que fue ‘desalojado’ por la alcaldesa de la responsabilidad de ese asunto tras el famoso escrache. El presidente local de los populares aceptaba públicamente el desahucio de competencias políticas porque, dijo, la alcaldesa dispone de esas atribuciones. Tiene razón don Andrés Ruiz, es cierto. Pero no lo es menos que el pacto de gobierno municipal con Foro lo suscribió el PP a cambio de una serie de delegaciones que, a tenor de lo visto, parecen ‘pares prestados’ y que pueden ser retiradas cuando la primera autoridad municipal lo estime oportuno, sin que ello, por lo que parece, suponga menoscabo alguno del acuerdo político inicial. Incluso dentro del propio PP local ya se vaticina una próxima retirada de competencias. Mejor no citar aún al edil popular que, se estima en los pasillos, está más próximo a ser masacrado de sus funciones. Pelillos a la mar si se tiene en cuenta que en la última junta local de los populares celebrada el pasado lunes se pasó de puntillas por el ‘asunto Natahoyo’. Guzmán Pendás trató de explicar su gestión, por lo que parece con escaso éxito, sobre todo cuando fue cuestionado sobre por qué no había hecho públicas las reuniones con los vecinos del entorno del barrio, fotos incluidas. Don Guzmán está últimamente en el ojo del huracán permitiéndose incluso ‘hacer ojitos’ a Vox con indiscretas confidencias públicas al calor de una comida a la vera del Cantábrico, aseveraciones luego desmentidas con rotundidad por la portavoz municipal en Gijón del partido que lidera Abascal. Es lo que suele pasar cuando el sillón empieza a oler a pólvora.
Guzmán Pendás, según dicen, no convenció ni a los suyos, pero para los integrantes de la junta local del PP, a la que regresaba Mariano Marín, ese detalle ya era menor. Como queda dicho, Andrés Ruiz daba por bueno el desalojo de competencias del asunto del Albergue, pero, según relatan fuentes internas, la portavoz municipal Ángela Pumariega ni siquiera habló del tema en su intervención y, además, se fue a mitad de la junta con el edil de Deportes para un acto del Telecable Hockey a hacerse la fotografía de rigor, sin esperar al turno de preguntas sobre tan espinoso asunto. Mientras, el presidente del pedía a los presentes, inmersos en un llamativo silencio parlante y rostros de visible perplejidad por la sumisión ante lo acontecido, que, pese a todo lo citado, no perdieran la confianza y se dejasen la piel por el partido. Algo así como aquello de ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’. Quizás lo consiga. También Andrés Ruiz convocaba la prometida convención local del partido para el fin de semana siguiente al Antroxu, allá por el 21 de febrero próximo, en plena Cuaresma, tiempo de penitencia, una vez terminada la mascarada carnavalera. Algunos se cuestionaban la necesidad de la citada convención cuando, se supone, es un acto de reafirmación y consolidación de un líder, sobre todo a poco más, entonces, de un año las próximas elecciones locales. Igual, claro, es que no hace ni falta tal líder porque esas cartas se jugarán en otra mesa y con otros intereses ajenos al PP local y, por ende, a Gijón.
Lástima que entre tanto desabrido, a todos los presentes no les preparasen la bebida de limón y jengibre que recomienda, en el propio boletín del PP local, la sección de ‘La cocina de Carmela’ y que, como dice la autora de la receta, “es la mejor manera de encarar el otoño con un remedio casero para nuestras defensas”. La cosa va de disponer de dos limones bien pelados y sin pepitas, 20 gramos de raíz de jengibre fresco bien pelado y en trozos y cuatro cucharadas de miel, además de 200 gramos de agua. Luego, tirar de batidora y colador y p’alante. Dice Carmela Llanes del Barrio que con esa bebida tomada una vez al día se refuerza el sistema inmunológico y se favorecen las digestiones. Bienvenido sea el consejo de doña Carmela, porque mucho queda en el PP por digerir en los próximos meses. Habrá que calibrar las dosis para no agotar las existencias del recomendado brebaje digestivo a la vista de lo que se prevé que muchos, y muchas, tendrán que tragar.