
«Se hizo un hueco en el corazón de los españoles por su programa ‘Todos los gatos son pardos’, que, desde 1984 y durante más de diez años, se emitía los sábados por la mañana en Antena 3 de Radio (…). Pero hizo muchas más cosas…»

Queridos lectores…
Se ha publicado el libro ‘… Y también sé montar en bici’, la biografía del periodista José Ramón Pardo, en el que he tenido el honor de colaborar. Pionero de la crítica de música popular en España, en la que se inició en los años 50 del siglo XX, José Ramón se hizo un hueco en el corazón de los españoles por su programa ‘Todos los gatos son pardos’, que, desde 1984 y durante más de diez años, se emitía los sábados por la mañana en Antena 3 de Radio. Seguro que muchos de ustedes lo recuerdan.
Pero hizo muchas más cosas: creó y dirigió Radiolé; fue el inventor y guionista de los televisivos ‘Aplauso’ y ‘Tocata’, que todos los sábados, entre 1978 a 1987, congregaban a millones de espectadores en Televisión Española (la única que había entonces). Además, hizo las crónicas y reportajes de la incipiente transición española; cubrió la Marcha Verde marroquí; informó de los últimos fusilamientos a miembros de ETA, el 27 de septiembre de 1975 en Burgos; estuvo en primera línea cuando se murió Franco y fue enterrado en el Valle de los Caídos (ahora Cuelgamuros)… Y no sigo para no aburrirles.
En su biografía, para ustedes y para mí hay un dato más importante: José Ramón nació en Gijón en 1941, en una casa alquilada por su familia en la calle Uría. En ese momento su padre -ingeniero naval- dirigía los astilleros del Natahoyo. Poco después le ofrecieron el cargo de profesor de la escuela de Ingenieros Navales en Madrid, además de director de un canal donde se probaban a escala todos los barcos que se iban a fabricar en España (y en otros países). Como él mismo dice en el libro, “Yo no me fui a Madrid; me trajeron”.
Pero su familia materna estaba muy arraigada en Asturias, empezando por su madre, Valentina Bustillo, también gijonesa. José Ramón veraneó durante muchos años en casa de Lucía, su hermana mayor, que residía en Oviedo, y en la de su tía Covadonga (Gonga) en Gijón, en un piso en la calle Fernández Vallín semiesquina a lo que es hoy el hotel Hernán Cortés. Y, como niño que vivía en Madrid y pasaba sus vacaciones en nuestras costas, se admiraba de muchas de las costumbres gijonesas. Él mismo lo cuenta:
“Me sorprendió un hecho que no he visto en ningún lugar de España. El diario El Comercio era, con diferencia, el periódico más leído en Gijón. Y la gente lo primero que consultaba no era el tiempo ni el fútbol; eran las mareas, cuándo había pleamar y cuándo bajamar. Luego me explicaron que en la playa San Lorenzo el mar subía y bajaba dos veces al día, y que cuando la marea estaba alta solo se podía utilizar media playa. Había que estar informado para poder ir. Es algo que no he visto en ningún otro lugar, y he visitado muchos sitios con costa. Creo que no hay ninguna otra playa urbana que se queda en la mitad cuando sube la marea”.
También se asombra de la Feria de Muestras y del Concurso de Saltos en Las Mestas (“un espectáculo de primer orden para todos los que estábamos allí”). Se nota que le gustaba tanto, que cita una frase de Francisco Goyoaga, el gran jinete que fue campeón del mundo y asiduo al concurso gijonés: “Dijo que Gijón era el mejor sitio del mundo para las pruebas hípicas, porque era el único que tenía una auténtica afición. En otros sitios como por ejemplo Inglaterra, que tiene grandes torneos y campeonatos, la gente va solo a presumir de sus sombreros, sus pamelas…”. Algo que, afortunadamente, aún se mantiene, y ojala sea por muchos años.
Pero, visto desde la atalaya de sus ‘ochentaypocos’ años, lo más trascendente para él fue que en Gijón iba a descubrir lo que ocuparía buena parte de su trayectoria profesional: la música. Dejemos que lo cuente él:
“Mi tío, José Benito Álvarez-Buylla, era buen pianista: tenía un teclado en casa, y además muy buenos discos (que yo escuchaba con fruición). Pero para mí la música era una afición; nunca pensé que iba a ser el centro de mi vida y de mi actividad profesional. Oía canciones y conciertos grabados desde niño, porque en mi casa la radio estaba encendida todo el día. Eso hizo que me aficionara a muchos estilos distintos (…). También tenía una buena colección de música italiana, que venía en aquel entonces del Festival de San Remo. Por ejemplo, recuerdo una ‘Marcha en fa’, por Gianni Ales e il suo Complesso, que habían cantado Gino Latilla y Claudio Villa en la edición de 1959. Había un disco que a mí me encantaba: la ‘Rhapsody in Blue’, de Gershwin. La escuchaba todos o casi todos los días. Y mucha música clásica, de la que luego me ‘examinaba’; tocaba una melodía al piano y me hacía preguntas sobre ella”.
En el libro dedica un capítulo entero a nuestra ciudad, en el que afirma:
“Siempre digo que, para mí, es una fortuna ser gijonés. Es un título de orgullo haber venido al mundo en el territorio que -pienso- es uno de los lugares privilegiados de España. Asturias, en un tiempo en el que las comunidades autónomas se dedican a darse palos unas contra otras, no tiene pleitos con nadie. Algo que toda España admira -no voy a decir que envidia- porque es un sitio agradable, de gente muy acogedora”.
A todos ustedes, si me han leído hasta aquí, muchas gracias. Les espero.
PS: si les ha gustado este artículo, les sugiero que compren el libro ‘… Y también sé montar en bici’, escrito por José Ramón Pardo con la colaboración de Bernardo Solís (Editorial Ramalama). Me juego un café con ustedes: si no les gusta, se lo pago.