Luis Bernardo Martínez, lucha grecorromana Barcelona 92
“Antes de ir a Barcelona a preparar los Juegos trabajaba en Duro Felguera. No daban permisos para ir con el equipo nacional, pero cuando salió la oportunidad decidí arriesgar”
“Hasta los 15 años la lucha prácticamente ni la conocía. Mi aspiración de niño era como la de todos los que jugábamos a fútbol: acabar en el Sporting”
El mundo del deporte no son todo éxitos. O no al menos triunfos por la vía rápida. El caso de Luis Bernardo Martínez (Mieres,1967) le ha llevado a vivir de lo que le gusta, aunque el camino no ha sido fácil. Dejó un trabajo en Duro Felguera por preparar la cita de Barcelona 92 sin tener asegurada la plaza y tras la Olimpiada regresó a Gijón donde no encontró trabajo. De vuelta a Barcelona encontró trabajo en unos grandes almacenes cuando la Federación Catalana se cruzó en su vida. Casi tres décadas después, el asturiano vive de su pasión y de un deporte que le llevó a competir en unos Juegos. Sin embargo, pone tarea a los políticos: comenzar a considerar el deporte como se debe y apoyarlo desde la base.
30 años de Barcelona 92 y sigue siendo el único representante asturiano de lucha en una Olimpiada. ¿Da qué pensar?
Qué pregunta más complicada me acabas de hacer. Sí, da que pensar, pero no es un problema solamente de Asturias, es a nivel nacional. Hablamos de un deporte bastante minoritario y cuenta que ha habido pocos olímpicos en los siguientes Juegos. También es cierto que en nuestra olimpiada las plazas eran más accesibles. En las citas posteriores ha habido una clasificación preolímpica y solamente pueden entrar 16 participantes, en Barcelona el sistema de clasificación era un poquito más blando. El hecho de que fuera en casa nos dio más opciones para tener plaza dentro del equipo olímpico.
Lo que pasa que hubo que pelearla hasta el final…
Sí. Tuve que pelear la plaza hasta muy poquito antes de los Juegos porque había otros luchadores de otras comunidades e intereses por parte de unos y de otros y tuve la suerte de poder ganármela en un campeonato de Europa. Se prometió que los que quedaran entre los ocho primeros tenían plaza directa y yo fui uno de los tres que la obtuvo, los demás participaron por invitación olímpica.
Usted sí que puede decir que la cita olímpica le cambió la vida…
Imagínate. Cuando vine a Barcelona la primera vez quién me iba a decir a mí que me iba a quedar aquí, hacer mi vida, tener una hija y ser el director técnico de la Federación Catalana, nuestros enemigos deportivamente hablando (risas).
“En Barcelona tengo muchos amigos, mis alumnos me respetan, pero cuando me jubile me gustaría volver a Asturias”
¿Cómo reclutan a un chaval en los años 80 para que haga lucha?
Todo fue el boom de la Olimpiada en Barcelona. Empecé a hacer lucha en el año 82-83 y junto a mi entrenador Javier Iglesias en el Grupo Covadonga estábamos prácticamente solos. Estaba la sección de lucha bastante flojita en ese momento y fue trabajo de picar piedra cada día. Cuando en 1987 se dan cuenta de que en 1992 hay una Olimpiada en España y la lucha existe en el programa olímpico se plantean que en cuatro años hay que intentar formar un equipo para sacar una representación. En 1987 reclutan a los que ellos creen con más condiciones, los que más resultados estaban haciendo a nivel nacional y acabamos en Barcelona en la base de entrenamiento del CAR de Sant Cugat.
¿Fue complicado compaginarlo una buena temporada con el fútbol?
Estuve con ambos hasta los 13-14 años. Luego durante un año ni una cosa ni otra y al final dejé el fútbol y me dediqué a la lucha desde que mi entrenador empezó a ver algo, él creía que era bueno y empezó a invertir tiempo en mí. En ese momento el fútbol quedó a un lado y me dediqué de pleno a la lucha.
Y en los inicios, ¿se podía imaginar que estaría en unos Juegos Olímpicos?
No porque prácticamente hasta los 15 años era un deporte que ni conocía. Mi aspiración de niño era como la de todos los que jugábamos a fútbol: acabar en el Sporting (risas). Mi entrenador me enganchó haciendo una captación. Estudiaba en el colegio Rey Pelayo y recuerdo que nos llevaron con un hombre que se llamaba Carpena, un histórico de atletismo en Gijón, a hacer una captación para atletismo y el entrenador de lucha me vio por allí corriendo. Debía correr tan mal que me dijo: ‘¿Tú qué haces aquí corriendo? Con tu cuerpo, tienes que hacer lucha conmigo’ y hasta hoy.
¿Qué supuso para usted Barcelona 92?
Lo primero un alivio porque durante cuatro años, fuera de tu casa y con esa edad, el hecho de ir solamente a la Olimpiada porque por allí pasamos más de 100 o 150 luchadores y solo fuimos seis. Imagínate que en los últimos momentos te quedas fuera de la Olimpiada, era como pensar qué habías estado haciendo esos cuatro años. Lo segundo, la sensación de ser considerado un deportista de alto nivel me enorgullece porque es algo que lo siento así.
Vamos a contextualizar el alivio. Es que tenía un trabajo y lo dejó.
Antes de ir a Barcelona a preparar la cita olímpica trabajaba en Duro Felguera construyendo la L3 en Avilés. Acabé de estudiar y no es que fuera mal estudiante, pero empecé a trabajar por cosas de la vida y llevaba dos años. En ese momento comenzaba a convocarme el equipo nacional para alguna actividad y en el trabajo no te daban los permisos, pero cuando salió la oportunidad nos ofrecieron también una pequeña asignación mensual que consideré que era una oportunidad y también una ilusión. No me creía que realmente me iban a seleccionar para empezar con el trabajo en el centro y ahí llegamos.
“No hay una cultura real del deporte por parte de ningún partido político, no se le da la importancia que tiene”
Una anécdota. ¿Estuvo a punto de no ir a la ceremonia inaugural por pereza?
Sí, es verdad (risas). Más que por pereza, era porque peleaba los dos días siguientes. Siempre he sufrido mucho con el peso, he tenido que bajar entre ocho y diez kilos cada vez que competía. Tenía que dar la categoría de peso dos días después de la ceremonia y realmente estaba muy concentrado en la competición. Teníamos toda la ropa, todo el mundo se estaba vistiendo, preparándose en la Villa Olímpica para salir en dos autocares que nos llevaban al Estadio Olímpico y un compañero mío que también está en la lucha hoy en día y había participado en Seúl me dijo: ‘Cabrón, vente que va a ser un recuerdo para toda tu vida, nunca te vas a olvidar’. Total, que decidí levantarme, ponerme el traje de marinero y dije: ‘Vamos para allá’. No me hubiera arrepentido porque quizás no la hubiera visto, pero sí que fue una de las experiencias más gratas que he tenido en mi vida. La entrada al estadio fue espectacular, sin duda.
Deportivamente se agarró un buen cabreo en el último combate.
Sí, es como rememorar viejas batallas. Te sientes perjudicado en tu casa. Al ser un deporte un poco minoritario, la Federación Nacional no tenía un peso importante dentro de la Internacional. Dos combates, uno nulo que hubo y otro que perdí al final con un húngaro y con el que precisamente he estado en la concentración que estamos haciendo en Madrid, es entrenador de Austria. 30 años después nos hemos vuelto a encontrar. Sí que me agarré un gran enfado, pero ya pasó.
Quien estuvo viéndole en la grada fue otro luchador y asturiano: Agustín Antuña.
Sí. Agustín Antuña fue una de las personas que siempre estuvo pendiente de mi carrera. Es alguien del que guardo un grato recuerdo.
¿Por qué decidió abandonar el deporte? Por edad todavía le quedaban unos buenos años.
De hecho, aprendí a luchar cuando lo dejé. De todo lo que transmito a mis chavales hay muy poco de mi época de competición porque cuando me piden vídeos veo que cometo fallos horribles, es decir, aprendí bastante más como entrenador que cuando estaba compitiendo (risas). Sí que es cierto que mucha gente me ha dicho que era realmente cuando empezaba a estar en posibilidad de ganar o perder con cualquiera de alto nivel, pero la vida me llevó por ahí. Después de 1992 nos devolvieron a casa, cada día había que meter perras en la caja, en Gijón no me salió nada, me vine a Barcelona a trabajar en unos grandes almacenes por las noches y la Federación Catalana buscaba en ese momento un entrenador porque habían traído a un par de personas de países del Este y no les acababa de funcionar. Me lo ofrecieron y hasta hoy. Entré para unos meses con los chicos que ellos tenían becados en el CAR de Barcelona y acabé haciéndome cargo del equipo nacional durante ocho años. Ahí sigo con la Federación Catalana, casi 28 años trabajando con ellos.
“Cuando trabajaba por las noches la Federación Catalana estaba buscando un entrenador, me lo ofrecieron y hasta hoy. Entré para unos meses y han pasado 28 años”
¿Se sintió defraudado en su retorno a Gijón?
Sí, más con esa edad porque pensaba que iba a llegar y que me iban a ofrecer algo de trabajo. Lo veo 30 años después, con perspectiva y la realidad de lo que es la vida laboral, y tampoco le guardo rencor a nadie. Realmente la vida que llevo, igual son casualidades, pero es la que me gusta. No le guardo rencor a nadie por lo que pasó.
¿Usted también ha tenido esa sensación de que solo se le acercaban para la foto?
Eso es así siempre, mismamente la vida. En un deporte minoritario como el nuestro la foto es circunstancial porque no somos futbolistas, jugadores de baloncesto… Con nosotros estaba de moda la Olimpiada y era lo que había. Es como la entrevista que estamos haciendo, algo anecdótico porque no sabías quién era Bernardo hasta que no has mirado la Olimpiada del 92, has visto un asturiano de lucha y has pensado: ‘Voy a llamarle’. Es la realidad, no hay más.
Pasar de estar en una cita olímpica a trabajar en unos grandes almacenes, ¿le hace a uno más fuerte?
Sí, posiblemente sí, pero a mí tampoco es algo que me preocupara. Vengo de una familia trabajadora y cuando empecé trabajaba de lo que me pusieran. Al revés, me preocuparía un poco más ahora quedarme sin trabajo porque tengo cierta edad. Con 20 años me comía el mundo, no me preocupaba nada porque me veía con fortaleza para hacer cualquier cosa. Realmente fue la situación de salir de algo que tú sentías tan importante y, de repente, verte como uno más.
Visto como ha transcurrido su vida profesional, ¿cree en el destino?
Cada uno se crea su propio destino, pero en mi caso, cuando cuento y analizo todo lo que me ha pasado, la realidad es que una serie de cosas que parece ser que me perjudicaron, me han llevado a donde estoy y no me puedo quejar de nada porque vivo de lo que me gusta, con los problemas laborales que puede tener cualquier trabajador, pero no creo que tenga derecho a quejarme.
En 2012 recibió la insignia de oro de la Federación Asturiana de Lucha. ¿Este tipo de reconocimientos qué le dicen a uno?
Uno lo agradece. También hay que tener en cuenta que en el momento que me dieron esa medalla, el presidente de la Federación era el que fue mi entrenador (risas) y todavía sigue al frente de la Federación Asturiana de Lucha. Claro que me hizo ilusión, por supuesto, a mí y también a la familia.
“La ceremonia inaugural de Barcelona 92 fue una de las experiencias más gratas que he tenido en mi vida. La entrada al estadio fue espectacular”
¿Asturias mira por el deporte?
La verdad que no te lo podría decir porque llevo 30 años fuera. Sinceramente pienso que hay actividad deportiva en Asturias. Gijón es una ciudad que tiene muchas instalaciones si lo comparamos con otros sitios. Veo que la Federación Asturiana de Lucha cuando tiene chicos salen adelante. Tampoco soy la persona más indicada para responder a esa pregunta porque seguramente meter la pata. Sí es cierto que el presidente siempre se está quejando del poco presupuesto que tiene y de lo tarde que se recibe el dinero, pero este es el pan nuestro de cada día: federaciones minoritarias que no tienen presupuesto, el dinero que les puede llegar lo hace tarde y mal, tienen que vivir como pueden y realmente se dedica a ellas gente por amor al arte a la que luego se le exigen resultados importantes sin ningún tipo de compensación a cambio. Eso pasa en todos los sitios. No creo que sea solo en Asturias porque estoy en Cataluña y me sucede lo mismo.
¿Está muy enfadado por cómo trata la clase política al deporte?
No es que esté enfadado, simplemente no se le da la importancia que tiene. Se están perdiendo con otras cosas y realmente la formación física es una parte muy importante de la educación, más hoy en día con todo el tema de la tecnología, los ordenadores, los móviles. Cada día nos cuesta muchísimo encontrar a chicos con una formación deportiva mínima para poder captarlos y hacer una actividad competitiva. La sensación que uno tiene es que se sigue pensando como antes: gimnasia y religión eran dos asignaturas que siempre se aprobaban y algo a lo que se iba a perder el tiempo. La formación física tenía que ser una actividad como el inglés o las ciencias sociales, con un grado de atención un poquito más importante y más cuando se está hablando del nivel de sedentarismo de la gente, los niños con obesidad… No hay una cultura real del deporte, pero por parte de ninguno.
Su caso es el del segundo asturiano que encuentro que trabaja en el deporte en Cataluña. El otro es Antonio Vázquez Megido, oro en tiro con arco. ¿Esto pone de manifiesto que hay comunidades de primera y de segunda?
Ahora mismo lo desconozco, pero en aquel momento Madrid y Barcelona eran las referencias. En Barcelona hay una cultura de clubs, sobre todo en deportes de agua como waterpolo, natación donde son miles, pero no sé si es algo que ya viene históricamente dado así o realmente es un problema de subvención de comunidades.
Además de director técnico de la Federación Catalana preside un club.
Sí. En Ripollet el Ayuntamiento tiene una instalación que nos cede y me encargo de llevarla. Soy el presidente, el entrenador, el que tiene la llave para abrir y cerrar… El puto amo (risas). Tengo un grupo de chavales, gente mayor, niños… Hay un poco de todo.
¿Es más agradecida la base?
Mucho más. Llevo dedicándome a esto 30 años con deportistas de alto nivel y objetivos de ir a mundiales, europeos, Juegos Mediterráneos, Juegos Olímpicos… Esto a nuestro nivel siempre es muy desagradecido, tanto para nosotros como para los deportistas. Mi club es como mi salvación, es decir, llego y veo a los niños con esa ilusión para entrenar… Es mi vermú (risas).
¿Alguna vez se le ha planteado la posibilidad de volver a Asturias?
Sí. Cuando me jubile, la idea es acabar volviendo a Asturias, si la situación económica me lo permite. En Barcelona tengo muchos amigos, con el rol de entrenador ese grado de respeto siempre lo tienes por parte de tus alumnos, pero sí que me gustaría volver a Asturias.
La Familia Olímpica del Principado contará con un nuevo equipo para lograr el sueño del Museo Olímpico en Asturias. ¿No ver las bondades de un equipamiento así es un error?
En Barcelona entiendo que hay un espacio porque se desarrolló la Olimpiada. Desconozco si otras comunidades lo tienen, pero estaría muy bien que existiera. Hay que apoyar el deporte en la base y ayudar a esas personas que se están dedicando a llevar clubes, federaciones y a viajar por España con coches privados llevando chavales con una responsabilidad. Ahí está el quid de la cuestión para que el deporte tenga realmente el valor que debe tener.