Tercero de una estirpe de cuchilleros albaceteños, este veterano participa en la que es su 39ª FIDMA ofreciendo un catálogo de productos que, pese a la reputación de los aceros de Taramundi, cada año gana nuevos adeptos en Asturias
De entre los cientos de oficios tradicionales que, a lo largo de los siglos, han contribuido a enriquecer el folklore costumbrista español, en la Albacete de mediados del siglo XIX surgió una figura hoy por muchos olvidada, pero que llegó a ser tan representativa de aquella provincia manchega como las migas, las seguidillas o el zurracapote: el navajero. Lejos de identificar a alguna suerte de salteador de caminos armado con un arma blanca, semejante nombre bautizó a todo un gremio de profesionales ambulantes especializados en comercializar la reputadísima cuchillería del lugar. Como con tantas otras en todos los rincones de la geografía nacional, el tiempo no ha sido amable con esa profesión, y desde la segunda mitad del siglo pasado su progresiva desaparición la llevó a las puertas de la extinción. Sin embargo, aún existen algunos irreductibles que, adaptados a la realidad del presente, preservan la esencia primigenia de aquel trabajo de antaño. Luis Gómez Mariblanca (Villafranca de los Caballeros, 1957) es uno de ellos. Aunque toledano de nacimiento, toda su vida ha estado marcada por la tradición cuchillera albaceteña, de la que su padre antes que él, y su abuelo previamente, fueron representantes. Ahora, en el que es su 39º año en la Feria Internacional de Muestras de Asturias (FIDMA), este comerciante curtido hace balance de la evolución vivida por este evento mientras intenta dar respuesta a esa duda que atenaza a todas las sagas familiares… ¿Quién recogerá su testigo?
Antes de entrar en faena, hagamos un ejercicio de perspectiva histórica. ¿Cuál es el cometido de un cuchillero en el siglo XXI?
De forma muy resumida, en lo que su propio nombre indica: fabricar y vender cuchillos, como antaño. Es cierto que yo no fabrico, pero sí comercializo el producto, que es algo tan importante, si no más, que forjarlo. No se debe olvidar que a la gente hay que hacerla comprender y entender que el producto es de calidad. Por suerte, y gracias a Dios, yo lo conozco, porque he estado en varias fábricas, en fábricas… Conozco el producto, cómo se realiza y cómo debe venderse. Eso es una gran ventaja.
Lleva la friolera de 39 años viniendo a la FIDMA. Una edición más, y alcanzará las cuatro décadas. Eso le convierte en todo un veterano entre los veteranos de este acontecimiento…
Pues sí. Si Dios quiere, el año que viene ya harán cuarenta… Y, eso sí lo digo, soy fiel a la Feria de Muestras de Asturias. Al 100%, además.
¿Por qué razón? Usted viene de lejos, y es bien sabido que no escasean las citas feriales en el territorio nacional…
Porque el producto lo requiere. Ten en cuenta que, fundamentalmente, vendemos cuchillos de la marca Arcos, de Albacete; su precio es extraordinario, porque nosotros preferimos vender diez cuchillos más baratos, en vez de cuatro más caros, para lograr que venga más público. Con eso, lo que conseguimos es que la gente valore más el producto, y que nos lo acabe reconociendo. De ese modo, al año siguiente, como se ve que el producto, aparte de ser económico, es de calidad, el público vuelve a confiar en nosotros. Da igual que hablemos de piezas para cortar jamón, para carne, para pescado, tijeras… Tenemos de todo, y vendemos de todo.
¿Y cómo se llega a este punto, a sumar tantos años en la brecha? Es decir… ¿En qué momento se plantea que quiere que su vida consista en recorrer España entera vendiendo cuchillos?
Es cosa de familia. Yo soy la tercera generación. Mi abuelo, que en paz descanse, ya se dedicaba a los mercadillos, y mi padre y yo le cogimos el testigo. Pero no sólo eso… También vendíamos menajes de cocina, platos de Duralex, cuberterías, baterías de cocina… Lo de especializarnos en cuchillería vino después, cuando entraron en el mercado los bazares orientales y las tiendas de ‘Todo a cien’. Y la respuesta ha sido buena desde entonces.
¿Percibe que haya variado mucho la FIDMA en estos casi cuarenta años que la lleva frecuentando?
Internet rompió muchos esquemas, incluso para esta Feria. Claro, que a nosotros nos afectó menos, porque un cuchillo es un cuchillo, pero antes la gente venía aquí en busca de las novedades, las ofertas… Pero hoy en día la gente adquiere todo eso por internet. Y tampoco es que la evolución de los centros comerciales, que ya lo tienen todo, haya ayudado… Dicho esto, en esta feria nos va realmente bien. Son dieciséis días que se convierten en un balón de oxígeno muy importante para nosotros, porque no para de venir gente. Además, claro está, hacemos otras ferias: Salamanca, Badajoz, Madrid, Barcelona, Bilbao, Galicia…
¿Tanto se parecen esos eventos a la Feria de Muestras de Asturias?
Son ferias de cuatro o cinco días, como máximo. Y aquí es muy larga; gracias a eso, vas sumando unos días más flojos, otros días mejores… Por ejemplo, el día que llueve y hace más tiempo, viene más gente. Pero el día que hace calor y hace buen tiempo, la gente se va a la playa, lógicamente. Ahora bien, como son muchos días, abarcamos a todo ese público, y la verdad es que es muy positivo para nosotros.
Su catálogo de artículos es extenso: navajas, cuchillos, afiladores… Incluso tirachinas. ¿Cuál es su producto estrella en esta edición?
Este año el rey está siendo el afilador de cuchillos Arcos. Son dos piezas de tungsteno, que es un mineral más fuerte que el acero, y que, en primer lugar, rompe todo el acero muerto del cuchillo. A continuación, se le han puesto dos piezas de cerámica que limpian todas las rebabas, y los dejan impolutos. Como con el resto de productos, hemos bajado el precio, y está teniendo una aceptación muy buena. A partir de ahí, se venden mucho los clásicos: el cuchillo de carne, el de patatas, el de verduras… Los de toda la vida.
¿Y la navaja de Albacete, todo un mito entre el bandolerismo español del siglo XIX?
Eso siempre está ahí, aunque en Asturias la gente está muy acostumbrada a las navajas de Taramundi. Pero ya se van adaptando también a la navaja de Albacete, que es un poquito más económica, tiene otro diseño, tiene más variedad… Arcos, por ejemplo, tiene una gama de modelos muy amplia, que incluye distintos tamaños, empuñaduras de asta de toro o ciervo, de madera de olivo o de boj… Y, luego, está la navaja de siete muelles, que es por la que mucha gente nos preguntad. Eso sí, Taramundi es Taramundi.
Claro, pero he ahí la cuestión. En Asturias existe esa tradición cuchillera propia, ya perfectamente asentada. ¿Qué decir a un nativo del Principado para convencerle de que se decante por una navaja de Albacete, en vez de por la de Taramundi?
En realidad, yo les diría a los asturianos que sigan haciendo cuchillos y navajas de Taramundi porque, la verdad, tienen una calidad excelente, no, lo siguiente. Son artesanos al 100%, mientras que en Albacete hemos movido un poquito más el uso de maquinaria para la producción. En Talamundi siguen haciéndolas del modo tradicional, a mano. Eso hace cada pieza un poquito más cara, pero es de una calidad… Vamos, que en Albacete, con todos mis respetos, no llegamos a alcanzarla. Ojo, también allí sobreviven formas tradicionales de fabricar, y despuntamos en productos como los cuchillos de cocina, pero es toque artesanal, manual, de toda la vida, que tiene Taramundi… Para mí, es una de las cosas muy buenas que tiene.
Son muchos años en la carretera, usted es la tercera generación… Y he aquí la pregunta clave: ¿habrá una cuarta? ¿Está garantizada la sucesión?
Ahí viene el problema… Mi abuelo tuvo la suerte de que tenía un hijo que siguió sus pasos, y él tuvo la suerte de tenerme a mí, que hice lo mismo. Yo, por mi parte, tengo la súper suerte de tener dos hijas… Pero ninguna quiere continuar esta carrera. Ambas están trabajando ya, así que es difícil. Por eso, a pesar de tener ya 67 añazos, sigo tirando del carro. Mientras pueda, quiero seguir defendiendo laboralmente este negocio. Ahora bien, mucho me temo que esto se va a acabar conmigo.
¿No contempla la posibilidad de cederle el testigo a alguien que, sin ser parte de su familia, sí sea de confianza?
Como les digo muchas veces a mis primos y a mis sobrinos, en el oficio de cuchillero pasa igual que en el de torero, el de pintor o el de cantante: los tienes que sentir y los tienes que llevar dentro de tu cuerpo, en tu espíritu, porque es algo muy sacrificado. Es ir de feria en feria, pasando horas de pie, preparando lo que se va a vender, actualizando el negocio… Es difícil enseñar a alguien que no está de esto cómo se hace todo. Como se decía antiguamente, es algo que tienes que mamar; si no, es complicado.