Manolín siempre fue un tipo con personalidad y carisma para regalar y, como buen rebelde, hizo lo que le dictaba el corazón, sin hacer demasiado caso a la cabeza
Está La Casa de los Tiros, situada en el barrio de El Realejo, en la mágica ciudad de Granada. Este edificio del siglo XVI alberga hoy un museo, y cuenta con ese imperecedero lema que puede leerse en el portón principal como una de las verdades absolutas de la humanidad: «El corazón manda».
¿Cuántos seres peculiares, sensibles y nobles podrían firmar debajo? Manuel Antonio Goti del Sol, conocido por ‘Goti’, es un aficionado-sufridor sportinguista con carnet de socio desde la temporada 62-63 y sabe, como lo sabía su tío abuelo Manolín Argüelles, que el corazón manda. Por encima del parné. Manolín ya era una de las figuras del club rojiblanco cuando el Barça decidió fichar al extremo izquierdo. Rechazó la oferta; su amor por Gijón pudo con él. En Barcelona se le conocía como ‘el tren rápido’, y el club blaugrana ofreció al genial futbolista un sueldazo difícil de rechazar, según me cuenta Goti. Y, además, desde la Ciudad Condal le ofrecían local y negocio para que pudiera traspasar el suyo en Gijón. Regentó un salón de limpiabotas en la calle Corrida, donde se ubica la cafetería Mayerling. Ya retirado, fundó Casa Argüelles, uno de los chigres más populares de su tiempo.
Manolín siempre fue un tipo con personalidad y carisma para regalar y, como buen rebelde, hizo lo que le dictaba el corazón, sin hacer demasiado caso a la cabeza. Como en aquella concentración en Bilbao con la selección que se haría con la plata en los Juegos de Amberes. El 11 del Sporting abandonó la concentración al no sentirse cómodo en un ambiente cargado en caciques. De los que habitan en los grandes clubes, lo de toda la vida. El legendario extremo no tenía por costumbre ni achicarse, ni tragar con situaciones que no le agradaban. No descansó hasta que pudo ver a su hermano Julio fuera de la cárcel en 1944. A Julio se le detuvo a la entrada de los franquistas en la ciudad, siendo condenado a cadena perpetua. Manolín «movió Roma con Santiago» durante años y, al final, consiguió ver a su querido hermano en libertad. Si el horario de su negocio no casaba con el de la expedición rojiblanca, viajaba por su cuenta, corriendo con todos los gastos de sus desplazamientos para llegar a tiempo al ‘match’ de visitante. Ejerció como jugador, entrenador y hasta de directivo sin cobrar ni una peseta e, incluso, llegó a poner dinero para salvar al Sporting en una de sus tantas temporadas de penuria. Suma que nunca le devolvieron.
Son muchos los epítetos que acompañaron a Argüelles en su carrera: genial, carismático, legendario, desprendido, peculiar y rebelde. Tan rebelde que, con el paso de los años, fue cultivando un antimadridismo propio de los que miran con desdén a la soberbia. Tan rebelde que, después de siete, ocho o nueve desmarques sin tocar pelota alguna, tomó el camino del vestuario diez minutos antes del final del partido. Se fue del sacrosanto terreno de juego para todos menos para el grandísimo Manolín Argüelles.
Uno de los nuestros!! Honor!!
Como buen Sportinguista es antimadridista!!!