El artista presentó este domingo en Gijón su primer trabajo, ‘406’, y ya prepara concierto en la Siroco de Madrid: «Cuando tocamos en casa siempre sale bien»

¿Quién no ha soñado con llenar estadios? ¿Con ver como miles de personas corean a una ese pequeño himno escrito en casa? Lo difícil, como casi todo, es ponerse a intentarlo. Y en ellas está el gijonés Mateo Eraña, el que va camino de convertirse en una de las nuevas promesas del pop-rock nacional y que este domingo presentaba en casa, en el Toma 3, su primer EP, ‘406’, con el que busca ir haciéndose un hueco en la escena nacional. «Estuvo muy bien, tocamos todos los temas del disco y el ambiente fue genial. Tocar en casa siempre tiene esa presión porque hay mucha gente conocida, pero cuando tocamos en Gijón siempre sale bien. Muy bien«, cuenta Eraña, todavía con la resaca emocional de compartir con los suyos las horas de trabajo tras los seis temas que componen el disco. Y es que la suya no es una trayectoria amplia, apenas lleva un año cantando y componiendo, pero su idilio con la música sí viene de largo.
Con apenas 8 años comenzó en el Conservatorio con la flauta travesera, instrumento que le ha llevado ahora a instalarse en Madrid, donde continúa sus estudios. “Toqué en algunos grupos, primero en la batería, y poco a poco me di cuenta de que quería empezar a cantar», recuerda. Así empezó una historia que ya le ha llevado a conocer a algunos de sus ídolos, el último Leiva, artista con el que le suelen comparar: «Trato de huir de ello. Me lo dicen, pero yo no me asocio a Leiva. Ayer le conocí y fue muy majo, pero él está a otro nivel. Todo lo hace bien. Me encantaría me produjera un disco. Pero creo que tengo más influencia de artistas como Coque Malla o Dani Fernández, sobre todo por ese toque entre lo clásico y lo moderno que es algo que también hemos buscado en mi disco”.
«El cierre del Savoy me deja hundido. He tocado tantas veces allí y he visto a tanta gente…»
Porque llevar poco tiempo en el circuito no quita para que el de Gijón ya haya saboreado lo que es tocar en el Wizink, uno de los feudos musicales por excelencia en España, o animar a la afición del Sporting poco antes de un partido. Lo siguiente, -por soñar que no quede, bromea- sería poder llenar la explanada de La Laboral, “y tocar en el Molinón, claro. Aunque La Laboral quizá, dentro de que sería un tremendo sueño, es más asequible», ríe.
De momento, y sin necesidad de sueños, ya tiene varias fechas confirmadas en lugares tan míticos como el Siroco de Madrid o la sala Albéniz de Gijón, que le traerá de vuelta a casa en enero, aunque por poco tiempo. “Creo que sí, para dar el salto hay que marcharse. Es muy complicado hacerlo en Asturias, Madrid te da esas facilidades en cuanto a conocer a músicos, que las compañías se puedan fijar en ti, tener un circuito más grande de salas…”. Y claro, imposible hablar de salas sin comentar el cierre de uno de los últimos templos de la música en Gijón, el Savoy: “Desde que me enteré estoy tocado y hundido. Javi me lo comentó hace unas semanas y fue un palo. Es el único sitio de música que tiene Gijón. He tocado tantas veces allí y he visto a tanta gente… Me mata su cierre”, reconoce.
De momento queda en la recámara el encontrar nuevo sitio fetiche en la ciudad y el, porqué no, juntarse con algunos amigos a tocar. “Ojalá una colaboración con Drugos y con Talo Arístegui (Destino 48) que además lanza disco en muy poquito”. Y a seguir soñando, claro. “Y si pudiera ser con Supersubmarina al lado…”. Pues mejor. Siempre mejor.