Persianas bajadas, calles antes abarrotadas ahora prácticamente desiertas, y familias obligadas a dejar de trabajar mientras las facturas siguen llegando. La COVID-19 ha arrasado en todos los sectores y el de los comerciantes es uno de ellos. Hace casi 6 años que Lorena y Luján Fombella decidieron lanzarse a la aventura y crear Miguina de Pan. Estas dos hermanas querían reinventar sus vidas, salir de la lista del paro y ofrecer a Gijón un nuevo modelo de negocio. En ello estaban hasta que el pasado marzo la llegada del coronavirus lo cambió todo. Pero ni siquiera esto ha podido con ellas. Reconocen que hay “miedo, incertidumbre y nervios”. Sin embargo, las ganas por seguir al pie del cañón permanecen intactas.
La crisis económica consecuencia de la crisis sanitaria
El Gobierno del Principado de Asturias dio el cerrojazo a toda actividad no esencial como consecuencia de los malos datos de la evolución de la pandemia en la región. En principio será hasta el 18 de noviembre, pero las quejas de los comerciantes han hecho al presidente Adrián Barbón reconsiderar la situación. Ahora, sin una decisión tomada, los negocios siguen colgando el cartel de cerrado.
El caso de Lorena y Luján es uno más. Uno de los tantos para los que esta crisis sanitaria ha supuesto también una crisis económica. “El cierre de marzo generó pérdidas económicas significativas”, pero también tristeza, miedo e incertidumbre. “No hay nada peor que vivir con las dudas”, aseguran. Cerrar las puertas entonces les supuso renunciar a algunas de sus grandes campañas: día del padre, de la madre, ramos, fin de curso… “Habíamos trabajado mucho en ellas e invertido en productos que ya no tienen salida hasta el año que viene”, explican, conscientes de que el dinero de esos artículos que no se vendieron ya no se va a poder recuperar.
Las hermanas, sin empleados, saben que ser las dos únicas personas al frente del negocio les ha servido para “capear la situación”, pero para ello han tenido que recortar gastos y reducir sueldos. De lo contrario, hubiera sido imposible.
«No hay nada peor que vivir con dudas», aseguran después de meses de incertidumbre desde que se declarara la pandemia.
Aún así, su vuelta fue muy meditada y “esperamos a que todo estuviera preparado para ofrecer unas medidas de seguridad y control óptimas que nos protegieran a nosotras y también a nuestras miguinas”, como ellas llaman cariñosamente a sus clientas. Aforo limitado, uso obligatorio de gel y mascarilla para acceder al local, limpiezas rigurosas varias veces al día, vaporización de los productos textiles… Hicieron todo lo que había que hacer, pero el cierre llegó de nuevo antes de que diera tiempo a remontar.
Expectación ante el futuro
El nuevo mazazo al comercio ha traído para estas hermanas más nerviosismo y preocupación, “ya que nuestro trabajo se está viendo afectado durante muchos meses y sin vistas a que haya fin a corto plazo”. La expectación, irremediablemente, las acompaña en todo momento. Las esperanzas estaban puestas en la campaña de Navidad, pero ahora no saben “cuándo vamos a poder abrir ni en qué condiciones”. Y la incertidumbre es total. “No sabemos qué productos propios encargar o qué pedidos realizar. Un mal cálculo en esta situación tan inestable puede suponer una gran pérdida económica y un riesgo que ahora mismo no podemos correr”, lamentan. De hecho, este será el primer año que “con muchísima pena” han decidido paralizar la producción de su producto estrella: las mantas.
Las esperanzas estaban puestas en la campaña de Navidad, pero el nuevo cierre del comercio ha traído más dudas y preocupación
Al miedo y la tristeza por la situación sanitaria, se suma la incertidumbre y la preocupación económica. Pero ahora, más que nunca, no pueden parar. Están aprovechando estos días de parón en la tienda física para lanzar una sencilla página web que facilite la compra a sus clientes, y también para a puerta cerrada preparar los pedidos que sus miguinas -que no les han dejado de apoyar -les encargan ahora por email y redes sociales.
Ellas entienden perfectamente que la situación sanitaria es grave y que “atajarla es cuestión de todos”, pero creen que las medidas tomadas “perjudican a los pequeños”. Reclaman ayudas, “necesarias para afrontar las facturas y los recibos que siguen llegando” y confían en que pronto la situación sea diferente y “consigamos frenar la pandemia para retomar la normalidad”.
Como enamoradas de Gijón que son, su esperanza es ver cómo la ciudad recupera pronto su alegría, pero son conscientes de que “no todos los comercios van a resistir y muchas personas tendrán que ver cómo el sueño por el que han luchado se esfuma sin poder hacer nada”. Lorana y Luján harán todo lo que esté en sus manos para que no sea así. Su deseo es que el esfuerzo merezca la pena y seguir formando parte del comercio gijonés muchos años más. El coronavirus no podrá con la aventura que comenzaron en 2014 y volverán a subir la persiana tan pronto como puedan. Algunos, en cambio, ya no lo harán nunca más.