Los técnicos del Principado descartan que haya daños estructurales en el instituto gijonés, aunque el gimnasio cuyo techo se desprendió permanecerá cerrado dos semanas; los estudiantes retomarán las clases con normalidad mañana

San Vicente, Rey Pelayo… Y, ahora, Jovellanos. La lista de centros educativos gijoneses que, en los últimos años, han ocupado titulares en las páginas de sucesos tiene, desde hoy, un nuevo nombre, si bien, afortunadamente, en un contexto mucho más leve que en los dos primeros casos. Tres horas después de que, a las 10.37 horas de este martes, se resquebrajase y derrumbase parte del techo de uno de los dos gimnasios con que cuenta el Instituto de Enseñanza Secundaria (IES) Jovellanos, obligando a evacuar de inmediato a sus cerca de 980 estudiantes, los técnicos enviados por el Gobierno del Principado descartaban la existencia de daños estructurales que hiciesen peligrar la integridad del edificio. Así lo transmitían a los medios y, por extensión, a las familias del alumnado los consejeros de Educación, Lydia Espina, y de Vivienda, Ovidio Zapico, matizando, eso sí, que la estancia afectada permanecerá clausurada durante, al menos, dos semanas, a la espera de comprobar si el deterioro se amplía. Por su parte, los estudiantes de todos los cursos, que hoy han visto las clases suspendidas, volverán a las aulas mañana, con total normalidad.
Como suele suceder en estos casos, las hipótesis comenzaban a fluir desde el minuto uno. Una primera afirmación de que una tubería de agua había reventado fue dando paso entre los jóvenes a la teoría, bastante dramática, de que un ala del edificio se había venido abajo por completo. Nada más lejos de la realidad. Si bien las razones exactas del incidente aún no se han concretado, lo que sí se sabe a ciencia cierta es que, a la hora señalada, un grupo de alumnos de 1º de ESO que se hallaba en clase de Educación Física en el gimnasio percibieron «un ruido muy fuerte, y un temblor», para, inmediatamente después, alzar la vista y ver una amplia grieta en el techo. De inmediato, sus docentes les ordenaron evacuar el gimnasio a la carrera, y al poco sonaba la alarma en todo el complejo, ordenando el desalojo de las aulas y, como dictan los más básicos protocolos de seguridad, dejando atrás todas sus pertenencias, desde chaquetas y mochilas hasta apuntes y ordenadores. No obstante, sólo los estudiantes de 2º de Bachillerato, mayores de edad, pudieron salir a la calle, no sin antes mostrar su DNI al personas de conserjería; los demás alumnos, adscritos a los cuatro cursos de ESO y a 1º de Bachillerato, fueron reunidos en el patio, obligados a tener paciencia, y a esperar la llegada de sus padres y tutores. En ese sentido, varios jóvenes han relatado a este periódico que, aunque se les había autorizado a portar sus móviles, se les prohibió tomar imágenes del incidente.
«Nos pilla en las peores fechas; tenemos recuperaciones en nada, y el miedo es que esto afecte a las notas»
Martín Lavares, alumno de 2º de Bachillerato
A sus escasos doce años, el joven Guillermo Gómez fue uno de los alumnos de 1º de ESO que se hallaban en el gimnasio en el momento del hecho. «Estábamos dentro, y unas compañeras que entrenaban al lado dijeron que habían notado un fuerte tembleque en el suelo; entonces se agrietó un tabique», relataba a miGijón, previa autorización expresa de su padre, Alejandro Gómez. A partir de ahí, todo se precipitó. «El profesor nos mandó salir corriendo, fue a avisar en Jefatura y, después, empezó a sonar la alarma de incendios», detalla. Fue una salida ordenada, con más de uno convencido de estar asistiendo a un nuevo ejercicio. Tal fue el caso de Martín Lavares, matriculado en 2º de Bachillerato, a quien el incidente sorprendió «en medio de un examen; algunos pensamos que era un simulacro, peor luego nos dimos cuenta de que habíamos tenido uno hace dos meses». Con todo, su preocupación no es tanto la supervivencia del edificio, como que esto pueda afectarle académicamente. «Nos pilla en las peores fechas; tenemos recuperaciones en nada, y el miedo es que esto afecte a las notas», confesaba. A ese respecto, varios de sus compañeros se lamentaban de haber dejado sus apuntes y portátiles en las aulas, quedando, pues, sin acceso al material de estudio.
Con estudiantes y profesores a salvo, los primeros profesionales en llegar al escenario fueron miembros del Servicio de Bomberos de Gijón, a bordo de uno de sus camiones. Para entonces, piezas del techo del gimnasio ya se habían desprendido por completo, aunque no parecía que se hubiesen visto afectados ni tabiques, ni pilares. Cuarenta minutos después de que se diese la alarma, aparecían los primeros agentes de la Policía Nacional: nada menos que dos coches patrulla y una ‘lechera’ de la Unidad de Prevención y Reacción (UPR)… Que fueron recibidos con gestos torcidos por parte del personal docente, quienes no se ahorraron algún que otro «A buenas horas». Aun así, los más nerviosos fueron los progenitores, llegados ante la puerta principal del instituto a cuentagotas, pero pronto convertidos en una masa agitada, que reclamaba tanto explicaciones como que sus respectivos hijos les fuesen devueltos. Con los educadores desbordados y desperados por mantener el orden, y los padres, cada vez más inquietos, la dirección del centro tomó la decisión de sacar a los matriculados en 3º y 4º de ESO y en 1º de Bachillerato por el portón lateral del patio, que da a la calle Pérez de Ayala. Por suerte, más allá de algún abrazo emocionado, y alguna que otra increpación por la falta de información y la tardanza en la salida de los pequeños, no se registraron problemas.
«En Peritos se está haciendo una obra que es muy importante también para Gijón, la cual quizás haya podido generar alguna pequeña vibración que genere esas grietas»
Ovidio Zapico, consejero de Vivienda

Por supuesto, ahora queda en el aire la pregunta clave… ¿Por qué se derrumbó el techo? Todos los dedos señalan hacia las cercanas obras en el solar de Peritos, donde la empresa Ávita, perteneciente al Grupo Avintia, está levantando 250 viviendas que, una vez acabadas, se ofrecerán en régimen de alquiler asequible. A ese respecto, padres y alumnos advertían a miGijón de que una de las máquinas desplegadas en el solar «ha estado picando contra el muro del instituto, y no han tenido el detalle de parar cuando empezó a resquebrajarse todo». Sobre ese particular también se han pronunciado los consejeros Zapico y Espina, asistidos por Julio Vallaure, director general de Infraestructuras y Tecnologías Educativas, y por su homólogo de Vivienda, Daniel Sánchez, reiterando que «no existe ningún daño estructural», y que las grietas «son superficiales». Es más, Zapico ha puesto el foco en la posible vulnerabilidad del Jovellanos, un centro que «tiene ya unos años, y en el que se hace una ampliación con unos materiales que serían acordes para aquella época, pero que, sin ninguna duda, no lo son para la época en la que vivimos». Eso, unido a que en el solar de Peritos «se está haciendo una obra que es muy importante también para Gijón, la cual quizás haya podido generar alguna pequeña vibración que genere esas grietas».
Más alejada de lo técnico, Espina ha hecho un llamamiento a la tranquilidad, asegurando que lo ocurrido hoy en nada se parece al caso del colegio Rey Pelayo, ni al mucho más dramático del San Vicente, que en enero de 2022 se cobró la vida de dos trabajadores. Finalmente, ha puesto en valor el esfuerzo «muy grande» hecho por el equipo directivo y docente, cuyos integrantes han tenido que vivir «momentos de muchísimo estrés».