«Mis hijas no quieren volver a casa después de lo que ha pasado»

Un nuevo asalto a un chalet de Castiello devuelve a los vecinos del lugar la sensación de inseguridad y la desesperación ante lo que entienden como una falta de soluciones de las administraciones

Castiello ha vivido semanas de relativa calma pero, como la práctica totalidad de los vecinos temían que llegaría a suceder, la sombra de los robos a viviendas ha vuelto a cernirse sobre el lugar. El pasado sábado, en los compases iniciales de la noche y aprovechando que no había nadie en su interior, un grupo de ladrones asaltó otro de los chalets que conforman la urbanización, esta vez en situado en el camino de San Miguel, y sustrayendo bienes que, si bien de pequeña entidad, los afectados tasan por encima de los 40.000 euros, valor sentimental aparte. Sin embargo, ese aspecto es secundario; el mayor impacto ha sido el regreso a la zona de esa mezcla de miedo, impotencia y rabia que se ha convertido en familiar desde hace meses.

Pocas variaciones ha habido en el modus operandi utilizado, análogo al de sucesos similares pasados. Según muestran las grabaciones recogidas por las cámaras de seguridad de la vivienda los delincuentes llegaron a bordo de un turismo a las 21.51 horas, con sus rostros completamente cubiertos y equipados con guantes. Tras saltar el cierre perimetral ascendieron al primer piso, rompieron el cristal de una de las ventanas y, ya en el interior, desvalijaron la estancia. Su asalto apenas duró diez minutos; no obstante, fue tiempo suficiente para que encontrasen y forzasen una caja fuerte en la que los dueños custodiaban algunas joyas familiares. Para las 22.01 todos los atacantes se hallaban ya en el exterior; después de un fugaz recorrido al exterior de la parcela, regresaron al coche y abandonaron la escena.

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD

La casualidad, o un estudio estratégico previo, quisieron que los propietarios se encontrasen fuera del chalet el pasado fin de semana, disfrutando de sus vacaciones. «Es el único consuelo que nos queda, pero igualmente nos sentimos destrozados y vulnerados», lamentan, visiblemente afectados. El del sábado fue el primer robo de estas características que han sufrido y, más allá de los destrozos causados, ha supuesto la pérdida de varios objetos con una fuerte carga sentimental. Por ello, amén de por el susto y la sorpresa las secuelas emocionales siguen siendo patentes en todos los miembros de la familia; tanto es así que, afirman, «nuestras hijas no quieren ni aparecer por casa; están viviendo con sus abuelos».

El golpe también se ha hecho notar entre los restantes habitantes de Castiello. «Volvemos a la casilla de salida, a estar con la espalda abierta», confiesa José María Rubiera presidente de la asociación vecinal del lugar. Él mismo vive a escasos metros del último inmueble atacado; su propio hijo estaba en casa cuando todo ocurrió, y «no puedes evitar pensar que cualquier día te va a tocar a ti». Y, sin embargo, las soluciones siguen sin llegar. «A la Guardia Civil sí que la vemos patrullar, pero es igual; mientras no pongan las cámaras, aquí vamos a seguir igual», insiste. Por ello, en los próximos días la organización que lidera presentará ante las administraciones un escrito, urgiendo a que se coloquen tales dispositivos.

La creación de una red de videovigilancia es una de las promesas electorales más esgrimidas por los distintos partidos que se disputarán la alcaldía de Gijón el 28 de mayo, pero para los recientes afectados su posible cumplimiento llegará tarde. «Es triste que llevemos meses así, que las asociaciones se cansen de pedirlo, que paguemos nuestros impuestos, pero que alguna administración lo esté paralizando», comparten. Una indignación que crece a tenor de que, a su juicio, «la forma de actuar, los horarios… Todo coincide, y se sabe. Aprovechan los cambios de turno de las patrullas, y que las distintas fuerzas policiales no se coordinan entre sí. Nuestro lado de la calle es competencia de la Guardia Civil, y el de enfrente, de la Policía Nacional. ¿Qué es esto? ¿Indios y vaqueros?».